Los derechos de la Madre Tierra y su dignidad

17 de Noviembre de 2017

[Por: Leonardo Boff | Texto en español, portugués e italiano]




Anteriormente hemos escrito sobre los derechos de los animales. Ahora procede discurrir sobre los derechos de la Madre Tierra y de su alta dignidad. 

 

El tema es relativamente nuevo, pues la dignidad y los derechos estaban reservados solamente a los seres humanos, portadores de conciencia y de inteligencia, como lo hace Kant en su ética. Predominaba todavía la visión antropocéntrica, como si nosotros exclusivamente fuésemos portadores de dignidad. Olvidamos que somos parte de un todo mayor. Como dicen renombrados cosmólogos, si el espíritu está en nosotros es señal de que estaba antes en el universo del cual somos parte.

 

Hay una tradición que viene desde la más remota antigüedad que siempre ha entendido a la Tierra como la Gran Madre que ha generado a todos los seres que existen en ella. Las ciencias de la Tierra y de la vida, por vía científica, nos confirmaron esta visión. La Tierra es un superorganismo vivo, Gaia (Lovelock), que se autorregula para ser siempre apta para mantener la vida en el planeta.

 

La propia biosfera es un producto biológico pues se origina de la sinergia de los organismos vivos con todos los demás elementos de la Tierra y del cosmos. Crearon el hábitat adecuado para la vida, la biosfera. Por lo tanto, no sólo hay vida sobre la Tierra. La Tierra misma está viva y como tal tiene un valor intrínseco y debe ser respetada y cuidada como todo ser vivo. Este es uno de los títulos de su dignidad y la base real de su derecho de existir y de ser respetada. 

 

Los astronautas nos dejaron este legado: vista desde fuera, Tierra y Humanidad fundan una única entidad; no pueden ser separadas. La Tierra es un momento de la evolución del cosmos; la vida es un momento de la evolución de la Tierra; y la vida humana, un momento de la evolución de la vida. Por eso podemos decir con razón que el ser humano es aquella porción de la Tierra en que ella empezó a tomar conciencia, a sentir, a pensar y a amar. Somos su porción consciente e inteligente.

 

Si los seres humanos tienen dignidad y derechos, como es consenso entre los pueblos, y si Tierra y seres humanos constituyen una unidad indivisible, entonces podemos decir que la Tierra participa de la dignidad y de los derechos de los seres humanos y viceversa.

 

Por eso no puede sufrir una sistemática agresión, explotación y depredación por un proyecto de civilización como el nuestro que sólo la ve como algo sin inteligencia y por eso la trata sin ningún respeto, negándole valor intrínseco en función de la acumulación de bienes materiales.

 

Es una ofensa a su dignidad y una violación de su derecho de poder continuar íntegra, limpia y con capacidad de reproducción y de regeneración. Por eso, está en discusión en la ONU el proyecto de un Tribunal de la Tierra que castigue a quien viola su dignidad, contamina sus océanos y destruye sus ecosistemas, vitales para el mantenimiento de los climas y del ciclo de la vida.

 

Finalmente, hay un último argumento que se deriva de una visión cuántica de la realidad. Esta constata, según Einstein, Bohr y Heisenberg, que la materia no existe, pues todo, en el fondo, es energía en distintos grados de densidad. La llamada materia es energía altamente interactiva. La materia, desde los hadrones y los topquarks, no tiene solamente masa y energía. Todos los seres son portadores también de información, fruto de la interacción entre ellos.

 

Cada ser se relaciona con los otros a su manera de tal forma que se puede decir que surgen niveles de subjetividad y de historia. La Tierra en su larga historia de 4,5 mil millones de años guarda esta memoria ancestral de su trayectoria evolutiva. Ella tiene subjetividad e historia. Lógicamente, es diferente de la subjetividad y de la historia humana, pero la diferencia no es de principio (todos están conectados entre sí) sino de grado (cada uno a su manera).

 

Una razón más para entender, con los datos de la ciencia cosmológica más avanzada, que la Tierra posee dignidad y por eso es portadora de derechos, lo que corresponde por nuestra parte a los deberes de cuidarla, amarla y mantenerla saludable para continuar generándonos y ofreciéndonos los bienes y servicios que nos presta.

 

Este es uno de los mensajes centrales de la encíclica del Papa Francisco “sobre el cuidado de la Casa Común” (2015). En la misma línea va la Carta de la Tierra, uno de los documentos axiales de la nueva visión de la realidad (2000) y de los valores que es importante asumir para garantizar su vitalidad. El sueño colectivo que propone no es “desarrollo sostenible”, fruto de la economía política dominante, antiecológica, sino “un modo de vida sostenible” que resulta del cuidado de la vida y de la Tierra

 

Este sueño supone entender a “la humanidad como parte de un vasto universo en evolución” y a la “Tierra como nuestro hogar y viva”. Implica también “vivir el espíritu de parentesco con toda la vida”, “con reverencia el misterio de la existencia, con gratitud el don de la vida y con humildad nuestro lugar en la naturaleza” (Preámbulo). Propone una ética del cuidado que utiliza racionalmente los bienes escasos para no perjudicar el capital natural ni a las generaciones futuras; ellas también tienen derecho a un Planeta sostenible y con buena calidad de vida. Esto solamente ocurrirá si respetamos la dignidad de la Tierra y los derechos que ella tiene de ser cuidada y guardada para todos los seres, también los futuros.

 

Ahora puede comenzar el tiempo de una biocivilización en la cual Tierra y Humanidad, dignas y con derechos, reconocen su recíproca pertenencia, de origen y de destino común. 

 

*Leonardo Boff es articulista del JB online, eco-teólogo y escritor.

 

[Traducción de María José Gavito Milano]

 

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Os direitos da Mãe Terra e sua dignidade

 

Anteriormente escrevemos sobre os direitos dos animais. Agora cabe discorrer sobre os direitos da Mãe Terra e de sua alta dignidade. 

 

O tema é relativamente novo, pois dignidade e direitos eram reservados somente aos seres humanos, portadores de consciência e de inteligência como o fez Kant em sua ética. Predominava ainda a visão antropocêntrica como se nós exclusivamente fôssemos portadores de dignidade. Esquecemos que somos parte de um todo maior. Como dizem renomados cosmólogos, se o espírito está em nós é sinal que ele estava antes no universo do qual somos parte.

 

Há uma tradição da mais alta ancestralidade que sempre entendeu a Terra com a Grande Mãe que gerou todos os seres que nela existem. As ciências da Terra e da vida, por via científica, nos confirmaram esta visão. A Terra é um superorganismo vivo, Gaia (Lovelock), que se autoregula para ser sempre apta para manter a vida no planeta.

 

A própria biosfera é um produto biológico pois se origina da sinergia dos organismos vivos com todos os demais elementos da Terra e do cosmos. Criaram o habitat adequado para a vida, a biosfera. Portanto, não há apenas vida sobre a Terra. A Terra mesma é viva e como tal possui um valor intrínseco e deve ser respeitada e cuidada como todo ser vivo. Este é um dos títulos de sua dignidade e a base real de seu direito de existir e de ser respeitada.

 

Os astronautas nos deixaram este legado: vista de fora, Terra e Humanidade fundam uma única entidade; não podem ser separadas. A Terra é um momento da evolução do cosmos; a vida é um momento da evolução da Terra; e a vida humana, um momento da evolução da vida. Por isso podemos, com razão dizer, o ser humano é aquela porção da Terra em que ela começou a tomar consciência, a sentir, a pensar e a amar. Somos sua porção consciente e inteligente.

 

Se os seres humanos possuem dignidade e direitos, como é consenso dos povos, e se Terra e seres humanos constituem uma unidade indivisível, então podemos dizer que a Terra participa da dignidade e dos direitos dos seres humanos e vice-versa.

 

Por isso, não pode sofrer sistemática agressão, exploração e depredação por um projeto de civilização como o nosso que apenas a vê como algo sem inteligência e por isso a trata sem qualquer respeito, negando-lhe valor intrínseco em função da acumulação de bens materiais.

 

É uma ofensa à sua dignidade e uma violação de seus direitos de poder continuar íntegra, limpa e com capacidade de reprodução e de regeneração. Por isso, está em discussão um projeto na ONU de um Tribunal da Terra que pune quem viola sua dignidade, desfloresta e contamina seus oceanos e destrói seus ecossistemas, vitais para a manutenção dos climas e do ciclo da vida.

 

Por fim, há um último argumento que se deriva de uma visão quântica da realidade. Esta constata, seguindo Einstein, Bohr e Heisenberg, que matéria não existe, pois, tudo, no fundo, é energia em distintos graus de densidade. A chamada matéria é energia altamente interativa. A matéria, desde os hádrions e os topquarks, não possui apenas massa e energia. Todos os seres são portadores também de informação, fruto da interação entre eles.

 

Cada ser se relaciona com os outros do seu jeito de tal forma que se pode falar que surge níveis de subjetividade e de história. A Terra na sua longa história de 4,5 bilhões de anos guarda esta memória ancestral de sua trajetória evolucionária. Ela tem sujetividade e história. Logicamente, é diferente da subjetividade e da história humana. Mas a diferença não é de princípio (todos estão conectados entre si) mas de grau (cada um à sua maneira).

 

Uma razão a mais para entender, com os dados da ciência cosmológica mais avançada, que a Terra possui dignidade e por isso é portadora de direitos, o que corresponde de nossa parte,  deveres de cuidá-la, amá-la e mantê-la saudável para continuar a nos gerar e nos oferecer os bens e serviços que nos presta.

 

Essa é uma das mensagens centrais da encíclica do Papa Francisco “sobre o cuidado da Casa Comum” (2015). Na mesma linha vai a Carta da Terra, um dos documentos axiais da nova visão da realidade (2000) e dos valores que importa assumir para garantir sua vitalidade. O sonho coletivo que propõe não é o “desenvolvimento sustentável”, fruto da economia política dominante, anti-ecológica. Mas “um modo de vida sustentável” que resulta do cuidado para com a vida e com a Terra

 

Este sonho supõe entender “a humanidade como parte de um vasto universo em evolução” e a “Terra como nosso lar e viva”; implica também “viver o espírito de parentesco com toda a vida”, “com reverência o mistério da existência, com gratidão, o dom da vida e com humildade, nosso lugar na natureza” (Preâmbulo). Propõe uma ética do cuidado que utiliza racionalmente os bens escassos para não prejudicar o capital natural nem as gerações futuras; elas também têm direito a um Planeta sustentável e com boa qualidade de vida. Isso somente ocorrerá se respeitarmos a dignidade da Terra e os direitos que ela tem de ser cuidada e guardada para todos os seres, também os futuros.

 

Agora pode começar o tempo de uma biocivilização, na qual Terra e Humanidade, dignas e com direitos, reconhecem a recíproca pertença, de origem e de destino comum.

 

Leonardo Boff é articulista do JB on line, eco-teólogo e escritor.

 

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I diritti di Madre terra e la sua dignità

           

Abbiamo scritto in precedenza sui diritti degli animali. Ora è necessario discorrere sui diritti di Madre Terra e della sua dignità. 

 

Il tema è relativamente nuovo, perché dignità e diritti erano riservati soltanto agli esseri mani, portatori di coscienza e di intelligenza, come fece Kant nella sua Etica. Predominava ancora la visione antropocentrica, come se soltanto noi fossimo portatori di dignità. Dimentichiamo che siamo parte di un tutto maggiore. Come dicono rinomati cosmologi, se lo spirito sta in noi è segno che c’era anche prima nell’universo del quale sono parte.

 

Esiste una tradizione risalente ad epoche remote che sempre ha considerato la Terra come la grande Madre che ha generato tutti gli esseri che in essa esistono. Le scienze della Terra e della vita, per via scientifica ci hanno confermato questa visione. La Terra è unsuperorganismo vivo, Gaia (Lovelock) che si autoregola per essere sempre idonea a mantenere la vita sul pianeta.

 

La biosfera è un prodotto biologico, dato che scaturisce dalla sinergia degli organismi vivi con tutti gli elementi della Terra e del cosmo hanno creato l’habitat adeguato della vita, la biosfera. Pertanto non c’è soltanto vita sulla Terra. La Terra stessa è viva e come tale possiede un valore intrinseco che dev’essere rispettata e curata come un essere vivente. Questo è uno dei titoli della sua dignità e la base reale del suo diritto di esistere e di essere rispettata.

 

Gli astronauti ci hanno lasciato questo messaggio: vista da fuori, la Terra e l’umanità si fondono in una unica entità, non possono essere separate. La Terra è un momento dell’evoluzione del cosmo; la vita è un momento dell’evoluzione della Terra; e la vita umana, un momento dell’evoluzione della vita. Per questo possiamo dire perfettamente a ragione, l’essere umano è quella porzione della Terra in cui essa ha cominciato a prendere coscienza, a sentire, a pensare, e ad amare. Siamo una porzione cosciente e intelligente.

 

Se gli esseri umani posseggono dignità e diritti, come dicono concordemente tutti i popoli, e se la Terra e gli esseri umani costituiscono una unità indivisibile, allora possiamo dire che la Terra partecipa della dignità e dei diritti degli esseri umani e viceversa.

 

Per questo non può essere sottoposta a una sistematica aggressione. Sfruttamento e rapina per un progetto di civiltà come il nostro che non appena la considera non come qualcosa di intelligente e per questo la tratta senza nessun rispetto, negandole valori intrinsechi infunzione dell’accumulazione di beni materiali.

 

E’ una offesa alla sua dignità e una violazione dei suoi diritti di potere rimanere integra, pulita e con capacità di riproduzione e di rigenerazione. Per questo è in discussione un progettoall’ONU di un Tribunale della Terra che punisce chi viola la sua dignità, distrugge le foreste e contamina i suoi oceani e distrugge i suoi ecosistemi vitali per una manutenzione dei climi e del ciclo della vita.

 

Infine, c’è un ultimo argomento, derivato dalla visione quantica della realtà. Questa constata, sulle orme di Einstein, Bohr e Heisenberg che non esiste materia, perché tutto in fondo è energia in distinti gradini di identità. La cosiddetta materia è energia altamente interattiva. La materia partendo dagli adrioni e dai topquarks, non possiede soltanto massa e energia. Tutti gli esseri sono portatori anche di informazione, frutto di interazione tra di loro.

 

Ogni essere si relaziona con gli altri a modo suo, ma in forma che si può parlare che arriva a livelli di soggettività e di storia. La Terra nella sua lunga storia di 4,5 miliardi di anni conserva questa memoria ancestrale della sua traiettoria evoluzionistica. Essa ha soggettività e storia. Logicamente è differente dalla soggettività e storia umana. Ma la differenza non è di principio (tutti stanno connessi con tutti) ma digrado (ma ognuno a modo suo).

 

Una ragione in più per capire con i dati della scienza cosmologica più avanzata, è che la Terra possiede dignità e per questo è portatrice di diritti il ché corrisponde da parte nostra, al dovere di averne cura, amarla e mantenerla in buona salute e continuare a generarsi e offrirci i beni e i servizi che ci offre.

 

Questo è uno dei messaggi centrali del Papa Francesco “Sulla cura della Casa Comune” (2015). Ma nella stessa linea corre la Carta della Terra, uno dei documenti portanti della nuova visione portante della realtà (2000) e dei valori che è importante per garantire la sua vitalità. Il sogno collettivo che propone non è “lo sviluppo sostenibile”, frutto dell’economia politica dominante, anti-ecologica. Ma “uno stile di vita sostenibile” che risulta dalla cura verso la vita della Terra

 

Questo sogno suppone che si comprenda “l’umanità come parte di un vasto universo in evoluzione” e la “Terra come nostro focolare e viva”; implica pure di “vivere lo spirito” di parentela con la vita tutta, “e con reverenza, il mistero dell’esistenza, con gratitudine il dono di vivere e con umiltà, vivere il nostro posto nella natura”  (Preambolo).

 

La Carta propone una etica della cura che utilizza razionalmente i beni scarsi per non danneggiare il capitale naturale e nemmeno le generazioni future; anch’esse hanno diritto a un pianeta sostenibile e con buona qualità di vita. Questo avverrà solo se rispetteremo la dignità della Terra e i diritti che lei possiede di essere curata e conservata per tutti gli esseri anche futuri.

 

Adesso può cominciare un tempo di una biociviltà in cui la Terra e l’umanità, degne e con diritti riconosceranno la reciproca appartenenza di origine e di destino comune.

 

Leonardo Boff è ecoteólogo, filósofo e escritore del Brasile

 

[Traduzione di Romano Baraglia e Lidia Arato]

 

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