Nicaragua II: Presentarse por las heridas (o el arte de ser paraboleras)

29 de Agosto de 2018

[Por: Francisco Bosch]




San Ramón en Matagalpa, lugar de encuentro para el segundo taller en tierra nicaragüense. El rio ha crecido por las lluvias, algunos hermanos no llegarán. El número más reducido de personas ayuda a que la minga de teología popular se desarrolle con una intensidad particular. De hecho la falta de luz en buena parte del día genero unas condiciones propicias para ‘esbozar a tientas’ nuestro territorio de compromiso creyente (ver la posdata).  

 

En ese contexto, en el segundo día de taller, un grupo de mujeres hizo lectura de imagen, convenció a otras, leyó un relato y terminó por ponerle su propia carne al rostro femenino de Dios. Esta es la historia de esas paraboleras…

 

El arte popular de leer dibujos

 

Más de una decena de dibujos en las paredes, todos en blanco y negro. Una consigna: mirarlos y escoger el que más te agrade. Cuando todos la estén apostados en el elegido tienen la misión de convencer a alguien más que su dibujo es el más mejor del mundo mundial. En este ejercicio, se dan un sinfín de explicaciones increíbles sobre lo que cada persona encuentre en esas líneas. 

 

La grandeza de construir diferentes canales estéticos para formarnos en comunidad es aceptar que todos somos diferentes y que hay que reivindicar todos los caminos que hacen posible el crecer. Por eso debemos desinflar la palabra: bella tradición la nuestra de cuidar y com-partir la palabra, pero es necesario ocultarla. El cuerpo es otro canal que nos ofrece mucha información y ya lo hemos ido compartiendo en las reflexiones sobre otras mingas. La imagen es en este encuentro la dama y señora, la que alza la voz y nos habla, aun sin usar la palabra. 

 

Convencidos o a medio convencer, se van formando los grupos en torno a una imagen. Hay grupos que han tardado más de 15 minutos en la trifulca para lograr que su imagen prevalezca. En otros casos fue más rápido y con más miradas que palabras, así de diferentes somos, así de diversos hacemos comunidad. 

 

Ponerle carne al dibujo (y pocas letras a la carne)

 

Reunidas en torno a la imagen, todas con percepciones diversas de lo que acontece en ese dibujo, un grupo de mujeres lo observa. Les entrego un material donde buscan una imagen idéntica a esa, que viene acompañada de más información: un poema que recitan en vos alta, una pregunta disparadora, un país para viajar con la mente, y un breve relato para sumergirse en algún misterio de la fe. Ellas navegarán en México, de la mano de Gioconda Belli, el misterio del rostro femenino de Dios, en compañía de Lupita de Chiapas… 

 

Todo lo que creó suavemente / a martillazos de soplidos 

y taladrazos de amor, / las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días 

por las que me levanto orgullosa / todas las mañanas 

y bendigo mi sexo. (Gioconda Belli) 

 

Las letras no suplen lo leído en la imagen. Luego de compartir el relato, comienzan a contar historias, anécdotas. Llamativamente todas las anécdotas tienen su reflejo directo en la piel, se produce un espiral de historias cicatrizadas. Las cicatrices son palabras grabadas en el cuerpo, memoria visible de que nuestro cuerpo sufre y sana. 

 

En muchos talleres hemos trabajado el presentarnos desde alguna cicatriz para iniciar fuerte el encuentro. También para copiar ese movimiento del resucitado que se presente desde las heridas a sus amigos. Pero esta vez no lo habíamos hecho y las mujeres en un círculo de intimidad lo generaron. 

 

En ese espacio sagrado de diversas voces que no debe ser contado, surgieron infinidad de historias que quedaran en el cuerpo de las que ahí estuvieron. De entre todas esas, ellas decidieron pasar una anécdota con forma de parábola. Y de su puño y letra se escribió: El reino de Dios se parece al rostro femenino de una joven, que por amor y cariño a su familia sigue brindando su apoyo aun con dificultades. 

 

Así de simples y profundas fueron las parábolas del maestro. así de vacías de explicaciones para que él ya tiene en su cuerpo las marcas que le permiten entender. 

 

Al terminar de leerla y ofrecer en la ceremonia final del encuentro la parábola, se dejó ver en su mano una quemadura de los oficios de la casa. Así de poderosa la fuerza que subvierte lo que desde afuera y desde arriba se mira como reproducción de la dominación. Así de profundo el misterio que habita en cada cicatriz…

 

PD: La luz de tres generaciones (o mapear en las penumbras)

 

En Matagalpa las cartografías fueron hechas en penumbras. En medio de la falta de luz, un hombre de unos 50 años intenta lanzar los trazos fundamentales de su comunidad. Le cuesta, le da vuelta, se desanima, descansa y luego continúa. Cuando esta por desertar de la misión, llegan su hija y sus nietos, miembros de la comunidad también. Y allí sí, con la fuerza que solo las CEB intergeneracionales tienen, comenzó la construcción de una cartografía que vio la luz y que reflejó la vida hermosa de la comunidad ‘El Mamonal’. 

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