Lula y Bolsonaro: confrontación de dos proyectos de Brasil

15 de Noviembre de 2019

[Por: Leonardo Boff | Texto en español y portugués]




La liberación del expresidente Lula de la prisión, bajo la presidencia de Bolsonaro, ha suscitado una confrontación dramática entre dos proyectos de Brasil. Más que opuestos, son antagónicos. Sin forzar los términos, parece la actualización de la visión del mundo de los gnósticos que leían la historia como una lucha entre el bien y el mal, o según La Ciudad de Dios, de San Agustín, entre el amor y el odio.

 

Efectivamente el proyecto de Bolsonaro se funda en la difusión del odio a los homoafectivos, a los LGBTI, a los negros y a los pobres en general y en la exaltación de dictaduras hasta el punto de ensalzar a torturadores notorios. Lula afirma que en él no hay odio, sino el amor que lo llevó y lleva a implementar políticas sociales de inclusión de millones de marginados garantizándoles los mínimos vitales. 

 

Hay que reconocer que este escenario proyecta una visión poco dialéctica, escindiendo la historia entre la sombra y la luz, pero infelizmente así es, aunque rechace este tipo de dualismo. 

 

Todo esto sucede en un contexto de ascenso mundial del conservadurismo, del fundamentalismo político y religioso, y de la exacerbación de la lógica del capital que se expresa en un neoliberalismo ultra radical, hecho opción axial del gobierno Bolsonaro. Observemos que este radicalismo neoliberal formulado por las escuelas de Viena y de Chicago, de donde viene Paulo Guedes, sustenta que “no hay derechos fuera de las leyes del mercado y que la pobreza no es un problema ético sino una incompetencia técnica, pues los pobres son individuos que, por culpa propia, perdieron la competición con los otros”. De ese presupuesto teórico se deriva que no hay por qué ocuparse de políticas para los pobres. Es un gobierno de ricos para ricos. 

 

Por el contrario, Lula afirma la centralidad de la justicia social a partir de las grandes mayorías víctimas del orden capitalista. Propone una democracia social y participativa con la inclusión de esas mayorías. Quiso realizar este proyecto con un presidencialismo de coalición de partidos, lo que considero su gran equivocación, en vez de apoyarse en los movimientos sociales, de donde vino, como lo hizo con éxito el presidente de Bolivia, Evo Morales Ayma, recientemente depuesto por un golpe clasista y racista. 

 

En Brasil, el racismo y la intolerancia –que siempre estaban ahí, pero recogidos en el armario– han irrumpido explícitamente. Se ocultaban bajo el nombre de “cordialidad del brasilero”. Pero, como bien observó Sérgio Buarque de Hollanda (en Raizes do Brasil) esta cordialidad puede significar tanto llaneza y amor, como violencia y odio, puesto que ambas se albergan en el corazón; por eso lo de “cordial”. 

 

Surfeando en esta onda nacional e internacional se eligió a Jair Bolsonaro y se detuvo y condenó al ex-presidente Lula, mediante el lawfare, por el cuerpo judicial que llevaba adelante el Lava Jato. 

 

Jair Bolsonaro, incluso después de elegido, utiliza con frecuencia tanto las fake news, como la mentira directa, y gobierna con sus hijos de forma autoritaria y a veces burda. 

 

Lula aparece como un reconocido carismático que habla al corazón de las masas desesperanzadas, proponiendo una democracia social, el Estado de derecho y la urgencia de recuperar lo que ha sido desmantelado. 

 

Todo depende de en qué estilo se dará esta confrontación. Bolsonaro evita la confrontación directa, pues sabe de sus pocas luces; la ha dejado en manos de sus ministros de Justicia, Sérgio Moro, y de Hacienda, Paulo Guedes, mejor pertrechados. 

 

Lo que Lula, a mi modo de ver, necesita es evitar es una confrontación en el mismo nivel de Bolsonaro. Es importante sacar a la luz lo que Bolsonaro oculta y no puede usar: la crudeza de los hechos, la tragedia que asola a las grandes mayorías humilladas y ofendidas. No cabe un  discurso de respuesta a Bolsonaro, pues él mismo es autodestructivo, sino hablar de forma positiva al corazón de las masas destituidas, denunciando objetivamente las maldades perpetradas por medidas excluyentes, contrarias a los derechos y a la propia vida. 

 

Para resumir un largo razonamiento: sería inteligente asumir la actitud del mejor hombre que ha dado Occidente, el pobre y humilde Francisco de Asis. Con su sentido realista, sabía que la realidad es contradictoria, compuesta de lo dia-bólico (lo que divide) y de lo sim-bólico (lo que une). No recalca el lado oscuro de nuestra realidad, sino que fortalece su lado luminoso para que inunde la mente y el corazón. Proclama: “donde haya odio, que yo lleve amor; donde haya discordia, que yo lleve unión; donde haya desesperación que lleve yo esperanza; donde haya tinieblas, que lleve yo luz. 

 

Esta opción supone la convicción de que ningún gobierno puede perdurar asentado en el odio, en la mentira y en el desprecio a los humildes de la Tierra. La verdad, la recta intención y el amor desinteresado pronunciarán la última palabra. No Caín sino Abel. No Judas sino Jesús. No Brilhante Ustra sino Vladimir Herzog.          

 

Traducción: Página de Boff en Koinonía 

 

Lula e Bolsonaro: o confronto de dois projetos de Brasil

 

A liberação do ex-presidente Lula da prisão em tempos do presidente Bolsonaro suscitou um confronto dramático entre dois projetos de Brasil. Mais que opostos, eles são antagônicos. Sem forçar os termos, parece a atualização da visão do mundo dos gnósticos que liam a história como luta entre o bem e o mal ou segundo “A Cidade de Deus” de Santo Agostinho, entre o amor e o ódio.

 

Efetivamente o projeto de Bolsonaro se funda na difusão de ódio aos homoafetivos, aos LGBTI, aos negros e aos pobres em geral e na exaltação de ditaduras ao ponto de magnificar notórios torturadores. Lula afirma que nele não há ódio mas amor que o levou e leva a implementar políticas sociais de inclusão de milhões de marginalizados garantindo-lhes os mínimos vitais.

 

Há que se reconhecer que este cenário projeta uma visão pouco dialética, cindindo a história entre a sombra e a luz Mas infelizmente assim é, embora rejeite este tipo de dualismo.

 

Tudo isso acontece num contexto de ascenso mundial do conservadorismo, do fundamentalismo político e religioso e da exacerbação da lógica do capital que se expressa num neoliberalismo ultra radical, feito opção axial do governo Bolsonaro. Observemos que este radicalismo neoliberal formulado pela escola de Viena e de Chicago, donde vem Paulo Guedes, sustenta que “não há direitos fora das leis do mercado e que a pobreza não é um problema ético mas uma incompetência técnica, pois os pobres são indivíduos que, por culpa própria, perderam a competição com os outros”. Desse pressuposto teórico, se deriva que não há porquê ocupar-se com políticas para os pobres. É um governo de ricos para ricos.

 

Contraditoriamente, Lula afirma a centralidade da justiça social a partir das grandes maiorias vitimadas pela ordem capitalista. Propõe uma democracia social e participativa com a inclusão dessas maiorias. Quis realizar este projeto com um presidencialismo de coalizão de partidos, o que considero seu grande equívoco, ao invés de apoiar-se nos movimentos sociais, donde veio, como o fez com sucesso o presidente da Bolívia, deposto por um golpe classista e racista, Evo Morales Ayma.

 

No Brasil, o racismo e a intolerância que sempre estavam aí mas recolhidos no armário irromperam explicitamente. Eles se ocultavam sob o nome de “cordialidade do brasileiro”. Mas como bem observou Sérgio Buarque de Hollanda (em Raizes do Brasil) esta cordialidade pode significar tanto lhaneza e amor, quanto violência e ódio, posto que ambos se albergam no coração, por isso “cordial”.

 

Surfando nesta onda nacional e internacional se elegeu Jair Bolsonaro e se condenou e prendeu o ex-presidente Lula, mediante a lawfare, pelo corpo judiciário que levava avante a Lava Jato.

 

Jair Bolsonara, mesmo depois de eleito, utiliza-se com frequência dos fake news, da mentira direta e governa com os filhos de forma autoritária e por vezes boçal.

 

Lula comparece como um reconhecido carismático que fala ao coração das massas desesperançadas, propondo uma democracia social, o Estado de direito e a urgência de resgatar o que foi desmantelado.

 

Tudo depende em que estilo se dará este confronto. Bolsonaro evita o confronto direto, pois sabe de suas poucas luzes. Confiou-o aos ministros da Justiça, Sérgio Moro e o da Fazenda, Paulo Guedes,  melhor apetrechados.

 

O que Lula, ao meu ver, precisa evitar é o confronto no mesmo patamar de Bolsonaro. Importa por à luz o que Bolsonaro oculta e não pode usar: a crueza dos fatos, a tragédia que assola as grandes maiorias humilhadas e ofendidas. Não cabe um discurso de resposta a Bolsonaro pois ele mesmo é autodestrutivo. Mas de forma positiva falar ao coração das massas destituídas, denunciando objetivamente as maldades perpetradas por medidas excludentes, contrárias aos direitos e à própria vida.

 

Para resumir um longo arrazoado: inteligente seria assumir a atitude do melhor homem que o Ocidente gerou: o pobre e humilde Francisco de Assis. Realisticamente sabia que a realidade é contraditória, composta do dia-bólico (o que divide) e do sim-bólico (o que une). Não recalca o lado escuro de nossa realidade. Mas fortalece de tal forma o lado luminoso para que ele inunde a mente e o coração. Proclama: “onde houver ódio, que eu leve o amor/onde houver discórdia, que eu leve a união/ onde onde houver desespero que eu leve a esperança/ onde houver trevas, eu leve a luz.”

 

Esta opção supõe a convicção de que nenhum governo pode perdurar assentado no ódio, na mentira e no desprezo dos humildes da Terra. A verdade, a reta intenção e o amor desinteressado pronunciarão a palavra final. Não Caim mas Abel, não Judas mas Jesus, não Brilhante Ustra mas Vladimir Herzog.

 

Leonardo Boff é teólogo, filósofo e escritor.

 

Imagem: http://reddigital.cl/2018/08/14/brasil-lula-bolsonaro/ 

 

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