Dar la prioridad a los más pobres

09 de Junio de 2020

[Por: Walter Prysthon | Coordinador del equipo América Latina y Caribe CCFD – Terre Solidaire]




El día después o la reactivación – según la jerga de los economistas – no podrá ser únicamente un asunto de los tecnócratas… Para darle sentido a la movilización que debe ser la de todos, estamos llamados a integrar la perspectiva de los más pobres: no en una lógica de la ayuda que lleva a la pasividad, sino considerándolos como actores de las transformaciones sociales a realizar, y sobre todo, como acto de justicia social. Tener la mirada dirigida hacia los pobres, preguntarnos siempre, cuál es el lugar que la sociedad les hace, constituyen los puntos de referencia fundamentales para construir «el mundo de después». 

 

La pandemia de COVID 19 nos recuerda de manera trágica las desigualdades en el mundo

 

Con la instauración de la cuarentena en Perú, la vida cotidiana fue alterada. En los barrios populares de las grandes ciudades del país, muchas familias se encontraron de la noche a la mañana, sin posibilidad de trabajar y ganar su pan cotidiano… El centro de atención para niños, mantenido por MANTHOC, en el barrio popular de Yerbateros en los alrededores de Lima, debió cerrar sus puertas. Ante la afluencia de las familias, los responsables del movimiento decidieron, en diálogo con las autoridades locales, reabrirlo, para permitirle a los niños continuar beneficiándose de una comida por día y continuar con ellos, su trabajo social. La situación local en Lima y los desafíos que ella impone, son representativos de lo que sucede por todos lados en el mundo y las respuestas solidarias que podemos aportar.

 

La pandemia provoca toda una serie de crisis diferentes, además de la gravísima saturación de los sistemas de salud. El aumento del desempleo y la interrupción de la economía informal, provocan la aceleraron del aumento de la pobreza en un gran número de países. La ruptura de los sistemas de aprovisionamiento de la producción agrícola condena a los agricultores a ver pudrirse sus cultivos en los campos y provoca crisis alimentarias.

 

Las perspectivas son alarmantes. Las estimaciones del Banco Mundial hablan de 40 à 60 millones de personas que caerían en la extrema pobreza, sobre todo en África subsahariana et en Asia del Sur. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) prevé un incremento de 400 millones de personas en situación de pobreza en India. En América Latina, se estima que prácticamente la mitad de la población estará en situación de pobreza o de pobreza extrema…

 

La frialdad de las cifras esconde los dramas: des seres humanos condenados al hambre, a la falta de alojamiento, privados del acceso a la educación o a la salud. Para Gustavo Gutiérrez, pionero de la Teología de la Liberación, ser pobre, es morir antes de tiempo. Morir de hambre, de persecución política, de imposibilidad de acceso al agua potable o a los sistemas de salud…es ver negada la posibilidad de desplegar todo su potencial en la vida.

 

Los orígenes de la Opción por los Pobres

 

El relato del Éxodo de los esclavos explotados por los faraones en el Antiguo Testamento, es la primera experiencia de liberación en la Biblia. Ese relato nos habla de alianza, de una tierra prometida. Alianza, porque Dios no actúa en lugar del pueblo. Él camina junto a todos. Entre los faraones y los esclavos, Dios eligió su campo. Esta opción se renovó con la Historia de Jesús contada en los Evangelios. Encarnándose en la historia en tanto que hijo de un obrero, Dios se hace pobre: para anunciar la buena noticia a los pobres, la libertad de los cautivos, la liberación de los oprimidos. Como lo afirma el Papa Francisco, la defensa del pobre está en el centro del Evangelio. 

 

La prioridad acordada a los pobres no es una opción de los “ricos por los pobres”. Ella no es tampoco una opción contra los ricos. La opción por los pobres define los criterios éticos a partir de los cuales se piensa la sociedad. Es, por lo tanto, una opción política. Es también, un acto espiritual: en un mundo de ostentación, donde “el tener” prima sobre “el ser”, asumimos la pobreza como experiencia de despojamiento y humildad. Ella representa la opción de mirar el mundo a partir de las realidades de los excluidos, lo que orienta nuestras opciones políticas e institucionales. Eso debería traducirse en políticas públicas que amplíen el acceso a los servicios de base y a los derechos humanos económicos, sociales y culturales.

 

Las privaciones a las cuales están sometidos millones de personas interpelan nuestra consciencia y nos convocan a la acción. La indignación se transforma en solidaridad y nos lleva a sentirnos cerca de aquellas y aquellos a quienes sus derechos se ven violados. A su lado, queremos superar las situaciones de injusticia. Queremos acompañarlos para pasar de una situación de desigualdades estructurales a una situación de compartir; de un estado de negación e invisibilidad, a un auténtico rol como sujetos de su historia, de nuestra historia común.

 

Actuar con los pobres contra la pobreza

 

Trabajadores en situación de esclavitud, campesinos sin tierra, mujeres sobrevivientes de violencia, pueblos indígenas cuya cultura y territorios son amenazados, migrantes en centros de detención o rechazados hacia las fronteras, defensores de Derechos Humanos y del medioambiente perseguidos, jóvenes trabajadores desempleados o en trabajos precarios… He ahí, tantas expresiones de la “pobreza” en nuestro tiempo, que testimonian injusticias contra los más vulnerables y llaman a una transformación de la sociedad. La prioridad a los pobres, que guía y orienta la acción del CCFD – Terre Solidaire, se vive como una alianza que nos compromete a caminar a su lado. Inspirados par nuestros “partenaires” que, ellos también, optan por transformar las realidades de injusticia, sacamos de ella nuestra esperanza.

 

Frente a las diversas expresiones de la pobreza no podremos nunca más desviar la mirada… Es necesario dejarse habitar por la indignación. Es necesario escuchar el clamor de los pobres por justicia y reparación. En una actitud de solidaridad y de reconocimiento fraternal, debemos volvernos próximos; actuar en alianza, sin sustituirnos, contra las causas estructurales de la exclusión. Animados por una utopía liberadora, construimos juntos un mundo nuevo.

 

Comprometidos en la defensa de la justicia fiscal, traducimos en actos esta prioridad. Como mecanismo del compartir por excelencia en las políticas públicas, la justicia fiscal representa la acción del Estado por la redistribución de la riqueza.

 

Son también actos de justicia: la acogida de personas migrantes y la denuncia de políticas que los marginan y excluyen, acá en Francia y en las diferentes regiones del mundo, siguiendo el ejemplo practicado por numerosas redes de solidaridad y organizaciones de los propios migrantes.

 

Fieles al compromiso asumido en el Pacto de las Catacumbas por la Casa Común, firmado en Roma en ocasión del Sínodo por la Amazonía en (octubre de 2019), “[denunciamos] todas las formas de violencia y agresión a la autonomía y a los derechos de los pueblos originarios, a su identidad, a sus territorios y a sus formas de vida”. 

Saber reconocer la emergencia de los excluidos y abrirse a sus realidades son expresiones de reciprocidad en relación a lo que nos enseñan en materia de compartir y resistir ante las dificultades. La experiencia nos enseña, en efecto, que los más pobres a menudo, abundan en generosidad. En las favelas brasileñas, en los barrios populares peruanos o en los campos guatemaltecos, ellos comparten lo poco que poseen. 

 

Ante las crisis sociales ocasionadas por la pandemia y las medidas de confinamiento de las poblaciones, los movimientos sociales campesinos están en primera línea de la solidaridad con las poblaciones urbanas desfavorecidas. De ese modo, desde el comienzo de la crisis, el Movimiento de los trabajadores sin tierra de Brasil compartió más de 800 toneladas de alimentos de su producción. La misma solidaridad se produjo en Guatemala, con el Comité Campesino del Altiplano... Antiguas prácticas de trueque se refuerzan, impulsadas por las comunidades indígenas en Colombia y en otras partes. Las redes de cuidado y de atención mutua entre mujeres para resistir a las violencias aparecen como fundamentales para enseñarnos un nuevo “vivir juntos”. Por sus acciones, los “pobres” nos muestran que el compartir y la solidaridad, son nuestra riqueza ¡la de todos! 

 

Traducido por Maria Elena Bicera

 

Imagen: https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-04-23/coronavirus-hambre-crisis-alimentaria-pobreza-africa_2562348/ 

 

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