Entrevista a Juan José Tamayo: filosofía, teología, razón y religión, ¿como el agua y el aceite? (tercera parte)

22 de Octubre de 2023

[Por: Jesús Lozano]




Si le parece, hablemos hoy de Religión y razón, de Filosofía y Teología...

 

Usted ha sido Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones "Ignacio Ellacuría" en la Univ. Carlos III de Madrid. Tengo una pregunta que debo hacerle de forma irremediable: ¿podemos decir que existe una buena relación entre filosofía y teología y entre razón y fe o son entre ellas como el agua y el aceite?

 

Muy oportuna pregunta Jesús. Empiezo por decirte que filosofía y religión han vivido momentos de tensión e incluso de choque a lo largo de la historia, pero también han caminado juntas en diferentes épocas. Y, a decir verdad, los momentos más brillantes de las religiones –y también de la filosofía y de la teología-, intelectualmente hablando, han sido aquellos en los que ambas se mostraron críticas y autocríticas, convivieron armónicamente y dialogaron creativamente, sin complejos de superioridad ni de inferioridad. 

 

He aquí algunos de esos momentos de brillantez teológica y filosófica: los padres apologistas, que dialogaron con la filosofía griega; la filosofía escolástica con Anselmo de Canterbury y Tomás de Aquino, que tendieron puentes de encuentro entre fe y cultura, religión y razón; los filósofos árabo-musulmanes españoles, entre ellos Avempace, Ibn Masarra, Averroes, Hazm de Córdoba, Ibn Jaldún, en su intento, bien logrado, de armonizar teología y filosofía, razón y revelación y de elaborar una filosofía crítica de la religión; los teólogos modernistas, defensores de la compatibilidad entre cristianismo y modernidad, evangelio y libertad; los pensadores judíos Moses Maimónides (Edad Media), Moses Mendelsohn (s. XVIII), Gerhard Scholen y Martin Buber (s. XX); la teología de la liberación en diálogo con el marxismo, etc, etc.

 

Ambos campos, el de la religión y el de la filosofía, se plantean las preguntas por el sentido y el sin-sentido de la existencia humana, por el origen y el destino del mundo y de los seres humanos, por la existencia o no de la teleología en el mundo y en la humanidad. 

 

¿Cuándo se convierte en problemática e incluso conflictiva la relación?

 

La relación se tornó problemática cuando la teología se consideró la única disciplina –e incluso la única “ciencia”- poseedora de la verdad, adoptó una actitud dogmática y ha intentado poner a su servicio a la filosofía, convirtiéndola en su esclava (ancilla theologiae), para justificar principios o creencias que carecían de fundamentación racional. El resultado fue el fundamentalismo con su apego al literalismo de los textos sagrados y su negativa a la pre-comprensión y a la hermenéutica. 

 

Problemática ha sido también la relación entre teología, ciencia y filosofía cuando se ha criticado a la teología por no atenerse a una rígida metodología racionalista y cuando las ciencias de la naturaleza han querido imponer su metodología al resto de las ciencias, y muy especialmente a la filosofía y a la teología. Me refiero a determinada tendencia ilustrada a la que el filósofo de la esperanza Ernst Bloch calificaba de necia con razón, ya que no supo discernir los elementos liberadores presentes en las religiones de los alienantes.       

 

Filosofía y teología han hecho importantes aportaciones al conocimiento humano. Coincido con el antropólogo Roy A. Rappaport en que las religiones son fenómenos culturales relevantes de la historia de la humanidad que han intervenido de manera decisiva en la formación de las sociedades. Nacimiento y evolución de la religión, por una parte, y origen y desarrollo de la humanidad, por otra, son dos fenómenos interconectados. 

 

Lo sagrado y lo numinoso han jugado un papel fundamental en los procesos de adaptación de las distintas agrupaciones sociales en las que la especie humana se ha organizado. En ausencia de la religión, cree Rappaport, la humanidad quizá no hubiera sido capaz de salir de su estado prehumano o protohumano.    

 

La teología es un género literario que tiene sus propias reglas de juego o, si se prefiere, una disciplina con su propio estatuto de autonomía. Es, por expresarnos en términos de Wittgenstein, un “juego de lenguaje”, que tiene su contexto vital (Sitz im Leben) y su gramática. Pero la teología no agota la reflexión sobre Dios ni el estudio de las religiones, ni abarca todos los campos de análisis del fenómeno religioso. 

 

Otras disciplinas se ocupan también de su estudio con rigor: sociología de la religión, psicología de la religión, antropología de la religión, historia de las religiones, fenomenología de la religión, ecología de las religiones, geografía de las religiones, etc. Me gusta la definición que ofrece el teólogo francés Jacques Pohier de teología por la humildad y la falta de arrogancia de la que otrora hizo gala: la teología “es un saber parcial sobre un objeto parcial”.

 

¿Qué aporta la filosofía al conocimiento humano? 

 

En síntesis, empezando por su etimología, su principal aportación es el “amor a la sabiduría”, al conocimiento, sin interés comercial o crematístico, ajeno a todo carácter venal. Yendo un poco más allá de la etimología, la filosofía constituye una norma adecuada para la acción, es arte de la vida bajo la guía de la razón, desvelamiento de las contradicciones de las apariencias, investigación de las últimas causas y de los principios de las cosas. 

 

Pero, ¿filosofía y religión pueden caer en el dogmatismo, Juanjo? 

 

Sin duda. Yo creo que el lema de la Ilustración formulado por Kant, Sapere aude (“atrévete a pensar”), es el mejor antídoto contra el dogmatismo en todos los campos del saber y del quehacer humano, y muy especialmente en el terreno de las religiones, sobre todo las monoteístas, que creen en un solo y único Dios universal, que revela su voluntad recogida en un texto sagrado convertido en Palabra de Dios y se traduce en definiciones dogmáticas a las que la persona creyente debe prestar su adhesión mental, aun sin comprenderla, y sin posibilidad de interpretación. Esa es la deriva de las religiones en el  fundamentalismo.

 

“El símbolo da que pensar”, afirma el filósofo francés Paul Ricoeur en la conclusión de su emblemática obra Finitud y culpabilidad (prólogo de José Luis L. Aranguren, Taurus, Madrid, 1969, 699-713). Y yo añado: el dogmatismo bloquea toda posibilidad de pensar y convierte la fe religiosa en un acto fideísta, a veces contrario a la razón. La superación del dogmatismo en las religiones se logra a través de la hermenéutica, herramienta común a las ciencias sociales, las ciencias de las religiones, la filosofía y la teología.  

 

¿Cómo valora la expresión del cardenal Ratzinger “dictadura del relativismo” para criticar a la Modernidad?

 

Me parece un desatino tanto filosófico como teológico. Porque, además, hace esta valoración desde el dogmatismo católico convencido de tener la verdad absoluta. Yo prefiero hablar de la dictadura del dogma. Creo con Bertrand Russell que “lo que el mundo necesita no es fe ni dogma, sino justicia, razón y una actitud de cuestionamiento científico, combinada con la convicción de que la tortura de millones de personas no es deseable, sea infligida por Stalin, Hitler o por una deidad construida a imagen y semejanza del creyente”. Ciertamente, las religiones también matan y sus dioses ordenan matar en su nombre. Corruptio optimi pessima! 

 

En una de las lúcidas viñetas del humorista el Roto en EL PAÍS aparecía el dios anciano de la barba blanca pensativo y hablando de esta guisa: “A la vista de las guerras que se declaran en mi nombre, he decidido darme de baja de todas las religiones”. Esa danza de la muerte de las religiones y de los dioses debe terminar y dar paso a una apuesta por la vida, sobre todo de quienes la tienen más amenazada. Algunas religiones defienden la vida, es verdad, pero sobre todo antes del nacimiento –del no nacido- y después de la muerte –la vida eterna-.

 

Uno de los momentos intelectualmente más fecundos de las relaciones entre filosofía y religión es la filosofía de la religión, que reflexiona sobre la racionalidad o no de las creencias y las afirmaciones religiosas. Un paso más es la crítica moderna de la religión, que, a su manera, es también filosofía crítica de la religión y ejerce una función terapéutica de esta al llamar la atención sobre las perversiones en las que caen frecuentemente las religiones tanto en la teoría como en la práctica: irracionalismo, fideísmo, intolerancia, dogmatismo, fanatismo, alienación mental, fomento de la conciencia mágica, etc. 

 

Suele referirse en sus reflexiones al carácter crítico de la teología

 

Así es. No solo me refiero el carácter crítico de la teología, también de la filosofía y las ciencias sociales como algo irrenunciable y común a las tres disciplinas. A la filosofía le corresponde ser teoría crítica de la razón pura y de la razón instrumental; a la teología, ser teoría crítica de los fundamentalismos, los dogmatismos y los integrismos religiosos; a las ciencias sociales, ser teoría crítica de la sociedad evanescente. 

         

¿No cree que la crítica debe dirigirse también al patriarcado, tan presente en las tres disciplinas? 

 

Por supuesto. Coincido contigo en que la filosofía, la teología y las ciencias sociales tienen una estructura patriarcal. De ahí la importancia de la crítica del patriarcado como sistema de dominación al patriarcado como sistema de dominación sobre las mujeres, los niños, las niñas y los sectores más vulnerables, basado en la masculinidad hegemónica; sistema de dominación también epistemológico.

 

En otras palabras, debe llevar a cabo una crítica y autocrítica desde la teoría de género, ya que sus discursos suelen ser, consciente o inconscientemente, sexistas y androcéntricos. Creo que a las ciencias sociales y a la teología les es aplicable lo que afirma del discurso filosófico Cèlia Amorós: 

 

“Ciertamente no puede decirse sin más puntualizaciones que sea el varón el sujeto del discurso filosófico, pero sí que el discurso filosófico es un discurso patriarcal (subrayado mío), elaborado desde la perspectiva privilegiada a la vez que distorsionada del varón, y que toma al varón como su destinatario en la medida en que es identificado como el género en su capacidad de elevarse a la autoconciencia”. 

 

Dos ejemplos confirman la opinión de Cèlia Amorós. Uno, el filósofo Kant, quien demuestra ser incoherente con su definición y su lema de la ilustración al negar a las mujeres la capacidad de filosofar: Tanto su concepción de la Ilustración como su concepto de razón y su cosmopolitismo son excluyentes de las mujeres. “Una mujer letrada (…) –afirma- tendría además que tener barba”. [En otras palabras, tendría que ser hombre[1]. Sus tesis sobre la relación conyugal entre los sexos reflejan una desigualdad esencial. (Cf. Emmanuel Kant, Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y de lo sublime, introducción, traducción y notas de Luis Jiménez Moreno, 2012).

 

Otro ejemplo paradigmático es Hegel, cuyos textos se comentan por sí mismos:

 

“El sexo femenino -la eterna ironía en la vida de la comunidad- convierte, mediante intrigas, el propósito universal en un fin privado, transforma su actividad universal en un trabajo de este o aquel individuo específico y pervierte la propiedad universal del Estado en una posesión y ornamento de la familia.

 

“Cuando las mujeres toman el timón del gobierno, el Estado está de inmediato en peligro, porque las mujeres no regulan sus acciones mediante las demandas de universalidad, sino mediante las demandas de opiniones y aspiraciones arbitrarias.

 

“Las mujeres, por sus intereses en lo personal y lo particular, no podrían ser fiables para poder actuar conforme a los dictados de la Razón ideal universal. Por eso las mujeres deben ser excluidas de las operaciones del Estado”.

 

Según estos textos, Hegel es el defensor del patriarcado político y epistemológico. 

 

De nuevo, muchas gracias Juan José, por el sentido común que derrama y el despliegue de conocimiento que nos ofrece en sus respuestas. Los próximos días continuaremos con la entrevista reflexionando sobre otras cuestiones no menos inquietantes. Hasta pronto.

 

 

[1]  Immanuel Kant, Beobachtungen über das Gefühl des Schönen und Erhabenen, Werhausgabe Inmmanuel Kant, II, Shurkamp, 1977, 852. Tomo la cita de Luisa Posada Kubissa, Filosofía, crítica y (re)flexiones feministas, Editorial Fundamentos, Madrid, 2015, 14.

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