¡Nosotros somos los bárbaros!

07 de Febrero de 2018

[Por: Juan José Tamayo]




El miedo a los bárbaros es lo que amenaza con convertirnos en bárbaros. Y el mal que haremos será mayor que el que teníamos al principio. La historia nos lo enseña: el remedio puede ser peor que la enfermedad… El miedo se convierte en peligro para quienes lo sienten, y por ello no hay que permitir que desempeñe el papel de pasión dominante. Es incluso la principal justificación de comportamientos a menudo calificados de ‘inhumanos’”, afirma el politólogo Tzvetan Todorov1.

 

Yo diría más: no es que el miedo amenace con convertirnos en bárbaros, sino que realmente nos torna bárbaros. Se invierte así el binomio barbarie-civilización, que consideraba “bárbaros” a los de fuera y “civilizados” a los europeos. ¡Hoy los bárbaros somos nosotros! Europa no tiene voluntad de evitar las muertes del Mediterráneo o al menos no pone los medios para que eso no siga sucediendo. Ahora el grito “¡que vienen los bárbaros!” pueden pronunciarlo los migrantes, refugiados y desplazados referido a nosotros. Y con razón, a la vista de nuestros comportamientos tan poco humanitarios. 

 

Solo reconociendo que nosotros, no ellos, somos los bárbaros, podrá tornarse nuestra mentalidad eurocéntrica insensible al sufrimiento eco-humano de los otros, de las otras y de la naturaleza, en mentalidad solidaria, compasiva y ecológica, y nuestra conciencia tranquila y acomodada de personas satisfechas se convertirá en conciencia crítica, autocrítica y abierta a los otros, a las otras, a la naturaleza. Solo convirtiendo las aguas del Mediterráneo en aguas de vida para las personas y los pueblos de la orilla Sur, puede hablarse de vida para todos y todas. En caso contrario, las muertes en el Mediterráneo serán también la muerte de Europa, nuestra propia muerte y nosotros seremos sus directos responsables. 

 

Me viene a la memoria la máxima solidaria de la filosofía africana Ubuntu en positivo: “Yo sólo soy si tú también eres” y en negativo: “Yo no soy si tú tampoco eres”. He expuesto esta filosofía en mi reciente libro Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, Madrid, 2017), bajo la inspiración del arzobispo anglicano Desmond Tutu. Él la aplicó en la lucha contra el régimen de apartheid y durante su presidencia de la Comisión de la Verdad. También puso en práctica dicha filosofía el presidente Nelson Mandela a lo largo de sus casi treinta años infernales pasados en las cárceles racistas y durante su presidencia de la República Sudafricana de 1994 a 1998. Ese es uno de sus mejores legados.  

 

¡Sí, nosotros somos los bárbaros! Para liberarnos de nuestra propia barbarie tenemos que empezar a trabajar por la utopía de una sociedad intercultural, interreligiosa, interétnica, interreligiosa donde quepamos todas y todos, que reconozca, respete y acoja la pluralidad de identidades culturales, religiosas, étnicas, sexuales, sin discriminaciones ni jerarquías, y promueva el diálogo entre ellas. 

 

Los datos son escalofriantes. En 2014 cruzaron el Mediterráneo 219.000 personas. De ellas en torno a 3.500 quedaron sepultadas bajo sus aguas sin alcanzar su objetivo de llegar a nuestros países en busca de mejores condiciones de vida. En 2015, pasaron más de un millón de personas inmigrantes y refugiadas por el Mare Nostrum. Cerca de 4.000 -de los que en torno a un 30% eran niños y niñas- fueron abandonados a su suerte y no consiguieron llegar a la otra orilla por haber sido anegados en sus aguas. En 2016, según la Organización Mundial de Migraciones, murieron en aguas mediterráneas 5.000 personas, tras el hundimiento de dos embarcaciones con 239 náufragos frente a las costas libias el 3 de noviembre. En 2017 murieron en torno a 3.200 migrantes y refugiados, de ellos 222 en aguas españolas.

 

En los pocos días del nuevo año se han registrado más de 200 personas muertas. Mientras escribo este artículo estoy oyendo la noticia del naufragio de una patera a cuatro millas de Melilla con 21 cadáveres flotando en aguas del Mediterráneo y 26 personas desaparecidas, procedentes de países subsaharianos: Guinea Conakry, Costa de Marfil y Mali.  Fuerzas de Seguridad de  Marruecos rescataron los cadáveres de los inmigrantes con la colaboración de Salvamiento Marítimo y la Guardia Civil española. “África pone los muertos y las empresas europeas rentabilizan el control migratorio”, ha declarado la activista Helena Maleno, presidenta de la Asociación Caminando Fronteras.  

 

Estas muertes no serán desgraciadamente las últimas, mientras no se creen corredores humanitarios para una inmigración, un refugio y un desplazamiento seguros, como afirmó la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, tras un naufragio. Una de las tragedias marítimas más dramáticas fue la que tuvo lugar el 18 de abril de 2013 al sur de la isla italiana de Lampedusa, que arrojó al mar a 800 personas. Este tipo de tragedias ha pasado hoy del escenario de las antiguas tragedias griegas a las aguas del Mediterráneo. Aquellas eran una representación teatral, una ficción, en fin. Las vividas hoy son reales. Hammid Alizadeh las califica, creo que razón, de “crímenes del capitalismo”. 

 

Las personas más vulnerables son los niños, las niñas, las mujeres, las personas gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, intersexuales, sometidas a todo tipo de vejaciones: acoso sexual, agresiones físicas, trata de personas, tráfico de órganos, trabajos forzados, prostitución, violencia de género, etc.    

 

¿Podían haberse evitado estas muertes, pueden evitarse en el futuro? Creo que sí. ¿Cómo? 

 

- Obligando a los gobiernos a cumplir los protocolos internacionales en materia de acogida de las personas refugiadas.

- Abriendo rutas seguras de migraciones que impidan a las refugiadas y los refugiados caer en las redes extorsionadoras de las mafias.

- Apoyando -y no condenando o demonizando- a las organizaciones humanitarias que trabajan sobre el terreno.

- Con políticas de apoyo al desarrollo en los países de origen.

- Eliminando fronteras.

- Fomentando el diálogo intercultural, interreligioso e interétnico. 

- Luchando contra el terrorismo, y no apoyándolo.No construyendo armas mortíferas y, menos aún, participando en el negocio de venta de armas a países que las utilizan para apoyar al terrorismo y a los gobiernos dictatoriales.

- Combatiendo la xenofobia, el racismo institucional, la violencia de género, la homofobia.

- Negando legitimidad a gobernantes corruptos, autócratas, etc. 

 

Estas tragedias, que podrían y deberían evitarse con una política de hospitalidad y de acogida, niegan nuestra supuesta superioridad civilizatoria y ¡nos convierten en bárbaros

 

Citas

 

1 Tzvetan Todorov, El miedo a los bárbaros. Más allá del choque de civilizaciones, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2014, pp. 18 y 17. Todorov nació en Sofía, Bulgaria, en1939 y desde 1963 residió en París. En 2008 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales porque, a juicio del jurado, “representa en este momento el espíritu de unidad de Europa, del Este y del Oeste, y el compromiso con los ideales de libertad, igualdad, integración y justicia”. Falleció en febrero de 2017.

 

*Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones y autor de Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2017).

 

 

Imagen: https://i.avoz.es/default/2017/07/04/00121499192583802817555/Foto/efe_20150602_130413166.jpg 

 

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