Los clamores de los pobres y de la tierra nos interpelan

16 de Setiembre de 2018

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Ponencia en el homenaje académico a Johann Baptist Metz por su 90º aniversario

 

Señoras y señores:

 

Yo estoy muy alegre de poder participar en esta jornada en honor de Johann Baptist Metz. Muchas gracias por la invitación a los organizadores: Kuno Füssel y Michael Ramminger. 

 

América Latina es el continente de las imágenes y de las utopías, de las revoluciones y de los sueños, del Che Guevara y de Camilo Torres, de Juan Rulfo y de García Márquez, de Paulo Freire y de Eduardo Galeano; también es el continente de la esperanza.

 

Por eso quiero situar mi pequeña aportación –obviamente dedicada con mucha modestia y cariño a mi profesor Johann Baptist Metz por sus 90 años de vida– en el marco de un Rito de los indígenas cuna de Panamá. Ahí observamos que la comunidad está reunida para una celebración. El saila, anciano sabio de la comunidad, se mece en su hamaca mientras fuma su pipa. De repente empieza a cantar en su lengua cuna antigua que la comunidad ya no comprende. Lo hace dos o tres veces. Después el Principal, otro anciano de la comunidad, traduce para ellos aquellas palabras que son aceptadas por la comunidad como Palabra de Dios, como voluntad de Dios para ellos.

 

Creo que esto fue un poco lo que pasó  en América Latina con Medellín y la Teología de la Liberación. Hubo en América Latina una escucha de los nuevos tiempos, un oír las nuevas voces y una propuesta creativa y original de recrear la Iglesia en Medellín, a la luz del Vaticano II. La Teología de la Liberación fue expresión de este soplo del Espíritu. Fue necesario que el Saila cantara y el Principal interpretara la voluntad de Dios de volver a las fuentes y de interpretar los signos de los tiempos. 

 

Aquí sólo voy a hacer mención de dos aspectos en relación con lo que hemos escuchado.

 

1. El nuevo lugar epistemológico en la Teología de la Liberación

 

Dice Eduardo Galeano, reconocido escritor uruguayo, que nosotros, la generación de 60 años y más, somos la última generación que escuchó. Nosotros, dice él, escuchamos a nuestros padres, a nuestros maestros, a nuestros mayores, les dimos su lugar y con eso construimos este mundo con sus luces y sombras. Pero esta generación va de salida. ¿Quién nos va a suplir, se pregunta él? Las nuevas generaciones ya no escuchan, es otro su modo de vivir. 

 

La escucha como principio hermenéutico que permite descubrir nuevas realidades. Para poder realizar esta escucha se necesitó un desplazamiento de lugar social. Ahora los pobres-empobrecidos, los oprimidos, lo sufrientes, son el punto de partida.  Y el primer paso fue la compasión por su dolor, por su sufrimiento. Y al ver que las mayorías empobrecidas en toda América Latina eran el sujeto social, vino la indignación: “¡Esto no puede ser, no más!”. Y aquí empieza toda una lucha y unos ojos nuevos que ven cosas diferentes; hubo una escucha diferente. Ahora el nuevo lugar epistemológico y teológico son los pobres. Ahí se revela Dios, ahí habla Dios. “Yo te bendigo, Padre porque has escondido estas cosas a los sabios e inteligentes y se las has manifestado a los pequeñitos. Sí, Padre, así te pareció bien (Lc 10,21). El gran acierto de Medellín, cuyo 50 Aniversario recién celebramos, fue la opción por los pobres y todo lo que esto provocó. 

 

Es el oír bíblico, el oír que da identidad. “Aquí, estoy, Señor, envíame, dice el profeta Isaías (Is 6,8-10). Y como en el paso de Dios en el libro de los Reyes, es un paso discreto, casi desapercibido. Dios no estaba en el huracán, no estaba en el terremoto, no estaba en el rayo, pero sí estaba en la brisa suave (I Re 19, 11). En esta debilidad ha ido encontrando la Teología de la Liberación el rostro de Dios y sus designios. En la lucha por la justicia y la liberación pero también en la entrega de sus miles de mártires se ha manifestado Dios. Ahí se manifiesta Dios con toda su grandeza y su fuerza. Así y al modo de Dios, en los pobres y en los mártires se ha manifestado la verdadera autoridad de Dios.

 

¿Quién tiene autoridad en la historia, nos preguntamos? Los que manifiestan la verdadera autoridad de Dios que no se confunde con el poder altisonante e impositivo de los poderosos son los mártires. Ellos tienen la verdadera autoridad, dice Jon Sobrino y son escuchados. Por eso afirmó Ellacuría: “Con Mons. Romero Dios pasó por El Salvador”.

 

Afirma Kuno: “El discurso bíblico pero también el metafísico sobre Dios… hablan de una trascendencia que no puede ser superada de parte del hombre, sólo de parte de Dios que nos encuentra. Y ese trascender según el pensamiento bíblico tiene una relación de tiempo…que ofrece un verdadero puente para la trascendencia desde Dios que viene y nos encuentra.  El puente para ese passage se hace visible y viable solamente en la Memoria Passionis. Los ojos que si pueden verlo, están en el rostro de los sufrientes”.

 

Lo que desvela el verdadero rostro de Dios es el sufrimiento y aquí se da una trascendencia.

 

2. Trascendencia  histórica cristiana

 

El escuchar el clamor de los pobres, de los indígenas, de los afros, de los sufrientes de América Latina, le abrió posibilidades y caminos a la Teología de la Liberación. Los pobres constituyeron desde entonces el lugar teológico privilegiado para escuchar a Dios. Los pobres fueron la zarza ardiente desde la que Dios hablaba. Desde ahí se forjó toda una espiritualidad. Y ahí es donde nos planteamos entonces la pregunta por la trascendencia de la salvación en la historia y cómo la historia de Jesús puede tener una dimensión trascendente, absoluta.

 

En este sentido, tambén afirma Kuno: “La Memoria Passionis como la categoría central, el punto decisivo de la teología política de Metz en cuanto ella conforma, al lado de los clamores del destrozo del mundo por medio de la catástrofe humana de Ausschwitz, la conditio sine qua non del futuro trabajo teológico y un signo incontrovertible de la teología de Johann Baptist Metz”.

 

Esto era lo que pedía Ignacio Ellacuría: hacerse cargo de la realidad y encontrar dentro de ella la trascendencia y la acción liberadora de Dios1

 

¿Cómo no leer en el grito panamazónico hoy día el clamor de la tierra y el clamor de Dios, el clamor de la humanidad?  Una sola historia, la historia de Dios con la humanidad. La historia de lo que ha hecho Dios con la naturaleza entera, lo que Dios ha hecho en la historia de los hombres, como afirma Ellacuría2. Primero, se trata de un trascender en y no de un trascender de. 

 

La historia leída como un todo la encontramos en las Sagradas escrituras. En ellas, afirma Ellacuría, “Dios interviene sin cesar en la historia y revela su voluntad en los acontecimientos…aparece así la historia humana como campo privilegiado para mostrar la irrupción trascendente de Dios como novedad imprevisible que abre la contingencia humana a la esperanza divina”3. En el Éxodo Dios libera con Moisés a su pueblo. “Yavhé aparece así como el momento trascendente de una única praxis de salvación, aquel momento que rompe los límites de la acción humana y reconduce el sentido más profundo de esa acción”4. A este actuar Ellacuría lo va a llamar teopraxia: Dios mismo actúa en la persona de Moisés.

 

Y aquí, una acotación de Carlos Mendoza. Él parafrasea el axioma: “fuera de la Iglesia no hay salvación”, y siguiendo la expresión de San Agustín y otros Padres de la Iglesia griegos y latinos: Ecclesia ab Abel, la Iglesia que subsiste desde el justo Abel, se pregunta: ¿La Iglesia subsiste desde Abel el justo como respuesta al clamor de los inocentes victimados?5. Esta expresión ofrece una descripción narrativa altamente valiosa en medio de la historia violenta de la humanidad. ¿Y si la historia de la salvación, se pregunta Mendoza, se inicia desde la primera víctima que Dios acoge como una madre amorosa en su regazo para restaurar esta vida resquebrajada? En esta perspectiva, la sangre derramada de Jesús de Nazareth se encuentra íntimamente asociada a la de todos los inocentes victimados y la experiencia de la resurrección se comprende desde el retorno del justo Abel para redimir a todos desde el perdón que sana y dignifica la vida despreciada instaurando así la redención6.

 

Para terminar, vuelvo a la imagen del principio, la imagen del Saila. Para muchos de nosotros, de los años 70 y 80, Metz fue ese saila que anunciaba propuestas nuevas, interpretaciones nuevas que los nuevos tiempos requerían. Metz nos ayudó a desentrañar el rostro del presente y del futuro inmediato, nos ofreció herramientas para la construcción del andamiaje teológico. Con su nueva teología política muchas categorías fueron replanteadas y nuevos horizontes de la reflexión teológica fueron abiertos. Con su terca insistencia de no privatizar la fe reduciéndola al ámbito individualista en un mundo enfocado al desarrollo tecnológico sin límite, sino más bien abrirla con toda su fuerza y contenido a lo social y político y extraer de ella toda  su fuerza crítica, ponía un dique al triunfalismo de la modernidad. Categorías como la “memoria” de las víctimas, lo subversivo de la fe en la historia y en la sociedad, el principio misericordia, el Dios de la historia, la comprensión apocalíptica del tiempo, quedarán para siempre en nuestra memoria y en nuestro caminar teológico.

 

Gracias, Baptist, por tu teología, gracias, por tu terca esperanza.

 

Citas

 

 ELLACURÍA, IGNACIO, La filosofía de la realidad histórica (1994). San Salvador, El Salvador. UCA Editores.

2 ELLACURÍA, Ignacio (1990) Historicidad de la salvación cristiana, en: Ellacuría, Ignacio y Jon Sobrino (eds.) Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de teología de la liberación. El Salvador: UCA. Págs. 333-334.

3 ELLACURÍA, Ignacio, o.c. Pág.332.

4 ELACURÍA, Ignacio, Ibídem.

5 MENDOZA, Carlos, Extra victimas salus non est. O de la vigencia de la Teología de la Liberación en tiempos posmodernos, en: La Teología de la Liberación en Prospectiva. Congreso Continental de Teología. Sao Leopoldo, RS Brasil Págs. 2012, 363.

6 MENDOZA, Carlos, Ibídem.

 

 

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