21 de Diciembre de 2018
[Por: Eduardo de la Serna]
Hace muchos años, charlando con mi amigo Daniel, rabino él, le pedí por favor que si en cualquier cosa que yo decía o escribía él notaba algún rasgo de antisemitismo que no dudara en hacérmelo notar. Me aseguró que lo haría; y puesto que nunca me llamó la atención no sé si es que olvidó su compromiso o que he podido superar, al menos bastante, algo de lo mucho de perverso que arrastra nuestro lenguaje y que encarné en el ambiente en el que nací y me formé. Le decía, entonces: “nunca en mi vida tuve ‘ni siquiera un amigo judío’ y entonces no es de extrañar que se me cuelen, que tenga metidas ideas, imágenes o estructuras antisemitas que no quiero tener”…
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