El sabor del silencio

26 de Febrero de 2019

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




“Nada hay en todo el universo que se parezca tanto a Dios como el silencio” (Maestro Eckhart)

 

¿Cuál es la fuerza del silencio? ¿Cuál es el sabor del silencio? Estas preguntas me surgen después de haber vivido una experiencia de Retiro espiritual durante una semana con las monjas trapenses de la Abadía de la Madre de Dios, ubicada cerca de Ciudad Hidalgo, Michoacán, México.

 

En un mundo sobrecargado de imágenes, ruidos y sonidos; en una sociedad acostumbrada a la velocidad del internet, del Whats App y de las redes, la vivencia con las trapenses en un monasterio de clausura puede parecer algo irreal, caído del cielo.

 

Ahí donde la imagen es escasa, los sonidos son casi imperceptibles y los ruidos han desaparecido, porque cuando llegaron al monasterio, la puerta estaba ya cerrada.

 

Ahí el tiempo es silencio y el silencio es un viaje hacia el interior del alma, hacia el interior del corazón.

 

Es un silencio denso, construido como un edificio, se puede tocar con la mano. 

 

Es un silencio construido con los ecos de los salmos de las Vigilias y del resto de la oración litúrgica.

 

Es un silencio como aprendizaje de la Palabra de Dios. Un silencio como oda de la creación a su Creador. Es insertarse en ese gran movimiento que elevan las creaturas desde antes del alba hasta el anochecer. Cada creatura su voz, cada creatura su oración y el ser humano así la eleva también.

 

La Eucaristía matutina marca el rumbo del día y del corazón, y los padres del desierto y los monjes trapenses van dando el tono durante el resto del día.

 

En el monasterio hay solo oración, silencio y trabajo. Sobre  esta trípode está sustentada la vida del monasterio.

 

El silencio nos permite sentir aquella realidad profunda que brota desde lo íntimo del corazón y que llamamos Dios. Con esta realidad somos confrontados. Realidad que nos envuelve por todas partes y toca cada uno de nuestros poros. 

 

El silencio es aquella parte de nuestra existencia desde donde podemos descubrir cosas de nuestra vida que desde otro lugar aparecen ocultas y desconocidas. El silencio nos hace saborear la gratitud de Dios.

 

Por algo los místicos como San Juan de La Cruz, Santa Teresa o el mismo maestro Eckhart lo recomendaban y exigían como premisa para emprender el camino hacia Dios.

 

 

¿Nuestro mundo contemporáneo tiene espacios para el silencio? Es sano que los hombres y mujeres del s. XXI tropecemos de vez en cuando con esta pregunta, nos hará bien. 

 

Imagen: https://harmonia.la/neurociencia/los_impresionantes_danos_que_causa_el_ruido_y_la_importancia_del_silencio_para_revertirlos 

 

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