03 de Abril de 2020
[Por: Olga Vélez | Espiritualidad y Vida]
Fue bonito, sencillo y sentido el gesto del Papa de convocar al Pueblo de Dios a la bendición con la Eucaristía en este 27 de marzo. Realmente, esa bendición alimentó la confianza y la fe. La fe no nos va a librar de sufrir las consecuencias de la pandemia. Tampoco va a conseguir el milagro súbdito de que esto termine. Pero nos da la serenidad del corazón al sabernos en manos del dueño de la vida, la urgencia de mirar a los más necesitados para socorrerlos en medio de esta circunstancia, la paciencia histórica para esperar que esto pase y podamos seguir adelante, trabajando porque nuestro mundo sea cada vez mejor para todos y todas…
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