11 de Agosto de 2020
[Por: Juan Ignacio Latorre y Pedro Pablo Achondo | El Mostrador]
Las ollas comunes, solidarias o comunitarias, poseen en Chile una larga historia y jamás han cesado de existir, ni durante la democracia ni hoy. Comedores populares, pequeñas capillas abiertas diaria o semanalmente para dar de comer a niños, ancianos y familias; casi que forman parte del paisaje latinoamericano. Con sus más y sus menos. El hambre y la necesidad, despierta y activa una capacidad de organización y cooperación extraordinaria. Lo humano aparece en la empatía y compasión común, en el dolor-con y el deseo de apoyar, servir y ayudar. Las redes se multiplican y, entre sonrisas y lágrimas, los empobrecidos salen adelante, dando cátedra de lo que significa ser comunidad…
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