Hablar en nombre de Dios

16 de Febrero de 2021

[Por: Ramón Hernández | Religión Digital]




Las lecturas que hemos ido haciendo del “cristianismo”, desde la experiencia postpacual de los seguidores de Jesús y la teología paulina y su implantación política en el Imperio Romano, pasando por la época patrística de  Concilios que fijaron el Credo, hasta el cisma de Oriente, la teología medieval, la Reforma Protestante con la Contrarreforma del Concilio de Trento, los Concilios Vaticanos y los conatos de apertura actuales, de alguna manera han constreñido el mensaje de salvación, del que da cuenta la Buena Noticia o el Evangelio. Como resultado de todo ello, el Espíritu debe de vérselas moradas para desenvolverse cómodamente en el conglomerado de ideas y prácticas en que nos hallamos envueltos los cristianos actuales para llevar a efecto su propósito vivificador y unificador sin desalentar a unos ni escandalizar a otros. Quien piense que en el cristianismo ya está todo dicho y hecho no se ha topado de cara con un Espíritu que nunca se plegará a nuestras conveniencias...

 

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