[Por: Eduardo de la Serna]
Antes de hablar sobre la “palabra” es bueno decir algo sobre Dios; el que pronuncia una palabra. No hace falta demasiada teología para saber que cualquier cosa, por más perfecta que esta sea, que digamos sobre Dios, siempre será limitada, parcial, escasa. Dios es “siempre más”. De ahí que se haya dicho, con frecuencia, que de Dios es más lo que decimos que no es que lo que afirmamos que es. Es lo que se llama la “teología apofática”; Dios no es visible (invisible), no es mortal (inmortal), no es mudable (inmutable), etc. En este sentido, si siempre que hablamos de Dios “nos quedamos cortos” (de ahí la urgencia permanente de “dejar a Dios ser Dios”) porque pretender atarlo, definirlo, limitarlo es, evidentemente impedirle ser Dios, algo semejante hemos de decir de su palabra…
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