La nueva Pascua-paso a dar

30 de Mayo de 2022

[Por: Armando Raffo, SJ]




“Con ansia he deseado comer esta Pascua con ustedes, antes de padecer...” (Lc 22,15)

 

Es curioso que Jesús haya dicho que “con ansia” había deseado comer la Pascua con sus discípulos. ¿A qué se debería ese deseo “ansioso”, sabiendo, además, que le esperaba algún tipo de padecimiento? Además, el texto es claro al decir que quiso celebrar la Pascua antes de padecer. Aunque no es claro que Jesús pensara o supiera que le esperaba la cruz, sí parece evidente que “el horno no estaba para bollos” y que bien podía intuir que le tocaría sufrir de una manera o de otra. El rechazo que ya había despertado entre los fariseos y los sacerdotes, no dejaba lugar a dudas: buscarían la forma de desautorizarlo o de quitarlo de en medio. Cabe decir, también que, a nivel histórico, no se puede asegurar que Jesús supiera que iba a morir como de hecho ocurrió pocos días después. Sí era claro era que su presencia y su prédica estaba desestabilizando el estatus quo y que por ello iba creciendo la animadversión de las autoridades hacia su persona. 

 

El relato de lo que conocemos como la última cena procura subrayar que Jesús quiso, en el contexto de la celebración pascual, compartir con sus discípulos la razón última que espoleaba su libertad y su capacidad de amar. Aquella pascua fue muy especial porque, la hostilidad hacia su persona había alcanzado niveles inauditos. En ese contexto es que Jesús afirma que había deseado con ansia comer la Pascua con sus discípulos. Quiso comunicar a los suyos en el seno de la fiesta más importante de los judíos algo sumamente y que se expresa en lo que llamamos la consagración eucarística: “Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes… Esta es mi sangre, que se derrama por ustedes.” (Lc 22, 19-20).

 

Haciendo un esfuerzo por acercarnos a lo que debieron ser los hechos históricos, tenemos que recordar que los evangelios leen lo sucedido a la luz de la Pascua. No son libros que pretendan recoger la historia de lo ocurrido, sino que, a partir de la experiencia pascual, pudieron ir comprendiendo la buena noticia que se asomaba en la vida de Jesús y en algunos eventos de forma particular. La celebración pascual de Jesús con sus discípulos es uno de los acontecimientos más significativos y elocuentes de su misión. En ese contexto tan complejo y decisivo, Jesús quiere comunicar a los suyos con gestos y palabras el sentido de su vida y de su misión. 

 

Es claro, pues, que Jesús quiso comunicar a sus discípulos y en el contexto de la última cena no solo el sentido de su propia vida, sino también, el de toda vida humana. Para ello se apoya en la celebración más importante de los judíos en la que, como bien sabemos, recordaban el paso-pascua del mar rojo que les había abierto el camino para ir en pos de la tierra prometida. Tierra desde la que habrían de ser “bendición para todas las naciones”, tal y como lo había soñado Abraham. Jesús aprovecha ese contexto para hablar de otra “pascua”, ya no referida exclusivamente al pueblo judío, sino a la decisión existencial que todo ser humano debe realizar y sostener para descubrirse hijo y no esclavo. Se trata, en definitiva, del esfuerzo decidido y sostenido de entregar la vida que promueve la fraternidad y el amor entre los seres humanos. 

 

Importa notar que Jesús quiso compartir con sus amigos la luz que deja ver el sentido de la vida. Su propia existencia, su libertad y su amor a fondo perdido, fue la luz que les permitió y nos permite vislumbrar el horizonte hacia dónde caminar. Se trata, pues, de la luz que deja ver un sentido “incoado” que late en toda vida humana y que apela a nuestra libertad para hacerse historia.   

 

Jesús quiso compartir con los suyos el significado profundo de cuanto hacía y decía. Quiso nombrar y significar la “pascua”-paso- que todo ser humano debe llevar a cabo en su propio corazón para llevar bendición a sus hermanos. 

Jesús deseó con “ansia” comunicar a sus discípulos lo que constituía su convicción más profunda. Podríamos decir que se trata de un “deseo apurado” o acuciante que, en el fondo, procura significar la importancia de lo que comunicó a sus discípulos en aquel entorno tan significativo.  

 

Locke sostuvo que el deseo es la ansiedad que una persona encuentra en sí a casusa de la ausencia de algo cuyo presente produciría algún tipo de deleite. En el caso de Jesús bien podemos afirmar que su ansioso deseo tenía un nombre claro: compartir con los suyos en qué consistía el sentido de la vida. 

   

Sabiéndose heredero de una tradición que se inició con Abraham, quién se sintió especialmente llamado a ser bendición para todas las naciones, Jesús enseña el camino espiritual que lleva a la tierra prometida; ya no como de un lugar físico, sino de una forma de vivir. Por ese motivo, en toda eucaristía recordamos y celebramos el mensaje que Jesús quiso compartir con los suyos y con todos nosotros: que hemos de salir de nosotros mismos para entregar la vida por el bien de todos. Ese es el paso, la pascua, que Jesús nos invita a dar para encontrar la libertad que construye fraternidad.    

 

Imagen: https://servicioskoinonia.org/cerezo/imagenes/MinoCenaEcologica.jpg

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