Lucrecia Pérez: feminicidio racista, memoria sororal

13 de Noviembre de 2022

[Por: Juan José Tamayo]




El 13 de noviembre de 1992 era asesinada la ciudadana dominicana Lucrecia López, de 32 años por el guardia civil Luis Merino Pérez con ayuda de tres menores, vinculados a los grupos nazis violentos contra las personas migrantes. que entonces comenzaban a organizarse al grito de “los españoles primero”. Se encontraba refugiada con otras personas inmigrantes sin hogar en la discoteca abandonada Four Roses, de Aravaca, en la carretera de A Coruña (Madrid). Era el primer feminicidio racista documentado de la democracia española. Lucrecia había llegado apenas un mes antes a España. Trabajó como empleada doméstica unos días y fue despedida. Había nacido en 15 de diciembre de 1959 en Vicente Noble, de la provincia de Barahona (República Dominicana). Recuerdo haber pasado cerca del pueblo de Lucrecia en mi viaje a Haití en 2017 con el sacerdote Julio Acosta (Julín). Nos detuvimos uno minutos para tener un recuerdo oracional por Lucrecia. 

 

El asesinato causó un fuerte impacto en la ciudadanía, que expresó su indignada protesta a través de numerosas manifestaciones y concentraciones. Fue también el despertar de la lucha contra el racismo y la xenofobia para preservar la convivencia cívica, de la necesidad de acoger hospitalariamente a las personas migrantes como iguales en dignidad y derechos y diferentes culturalmente, del enriquecimiento que suponía la diversidad étnica y cultural, del reconocimiento de las personas inmigrantes por lo que estaban aportando al bienestar de nuestra sociedad y, especialmente, de nuestro agradecimiento a las mujeres inmigrantes trabajadoras en el servicio doméstico. 

 

Treinta años después del premeditado asesinato, practicado con nocturnidad alevosía, y recién aprobada la ley de Memoria Histórica, me parece de justicia mantener vivo el recuerdo de Lucrecia, un recuerdo sororal que le devuelva la dignidad que el asesino le quiso robar y repare tamaño crimen. 

 

El feminicidio de Lucrecia es el mejor ejemplo de lo que en los estudios feministas decoloniales llamamos la interseccionalidad de género, etnia, clase social y procedencia geográfica. Lucrecia era mujer, empobrecida, inmigrante, negra, desempleada y, por tanto, excluida. En la película sobre la vida de Lucrecia dirigida en Antena 3 por Mariano Barroso en 1995, la actriz Ruth Rodríguez, que representa a Lucrecia, lee, entre lágrimas, el texto real de una carta que Lucrecia escribió a su esposo donde le explicaba la maravillosa que es la vida en España, pero le advierte, premonitoriamente: “Y de lo que tenía que tener miedo es de ser pobre y negra”.    

 

Con Lucrecia los asesinos racistas aplicaron a “cultura del descarte”, que declara a las personas excluidas, y especialmente a las mujeres, “desechos” y “sobrantes”, según advierte y denuncia el Papa Francisco en su encíclica La alegría del Evangelio. Con Lucrecia se practicó la necropolítica que, según Achille Nbembe, es la capacidad de decidir quién debía morir y quién tiene que morir. Según esta lógica, ella tenía que morir.

 

El asesinato de Lucrecia es la mejor demostración de que los discursos de odio racistas, xenófobos, sexistas, homófobos, LGBTIfobos, islamófobos, antisemitas, etc., fomentados por la extrema derecha política en alianza con los grupos religiosos integristas y basados en fake news, desembocan en prácticas violentas y en delitos de odio. Y las más castigadas son las mujeres, como demuestra el incremento de los feminicidios.

 

Treinta años después, tales discursos prácticas y delitos no se han reducido, sino que tienden a crecer. ¿Hay respuesta? Si, la ofreció la hija de Lucrecia, Kenia Carvajal, que trabaja en el Movimiento contra la Intolerancia, con motivo del 25 aniversario del asesinato de su madre: “Aunque lo que nos pasa es doloroso, nos deja huellas y no se nos va a olvidar jamás, tenemos que esforzarnos por convertir el odio en tolerancia”. Se trata de ponerla en práctica. 

 

La película de Mariano Barroso se estrenó en 1995, año declarado por la ONU contra la Intolerancia. El director definió la cinta como “un trabajo emocionado porque significa que puedes hablar por los que no tienen voz. Es una aportación a la lucha contra el racismo”. En la plaza de Aravaca aparece la imagen de Lucrecia Pérez con este eslogan: “Aravaca libre de racismo”. Yo creo que habría que remedar dicho eslogan diciendo “España libre de racismo”. 

 

Juan José Tamayo es teólogo de la liberación y autor de La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye? (Icaria, 2022, 3ª ed.).

 

Imagen: https://aavvmadrid.org/convivencia-y-seguridad/29-anos-recordando-a-lucrecia-perez/ 

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