La revolución social, económica y política de Francisco y los límites de su reforma de la Iglesia

19 de Marzo de 2024

[Por: Juan José Tamayo]




Estoy recién llegado de México donde he dictado varios cursos en diferentes universidades de la ciudad de Monterrey. He mantenido uno de los encuentros más emotivos e interpelantes de mi vida con más de doscientos presos del penal de Apodaca centrado en la com-pasión, virtud a practicar de manera especial con la población reclusa, la más necesitada de esta virtud. La com-pasión con la población reclusa exige defender la presunción de inocencia, el derecho a tener juicios justos, la afirmación de su dignidad, la defensa de sus derechos inalienables y la reclamación de de condiciones dignas de vida en las prisiones, y sus derechos. El propio gesto de visitarlos y de compartir con ellos sus experiencias ya constituye un acto de com-pasión. En el encuentro les transmití los tres mensajes que expresó el Papa Francisco en su visita al penal de Ciudad Juárez unos años antes: levantar la cabeza, mirar al futuro y recuperar su libertad.

 

Me he encontrado con colectivos cristianos y dirigentes eclesiásticos que muestran su oposición al Papa, pero también con grupos cristianos de base y dirigentes que lo apoyan no solo de palabra y de manera institucional, sino poniendo en práctica sus reformas y sus denuncias contra el neoliberalismo y la corrupción. Frente a los sectores eclesiásticos que defienden un cristianismo dogmático, moralmente represivo, alejado del mundo de la marginación, eclesialmente jerárquico-piramidal, patriarcal y clerical, que acusan al Papa Francisco de hereje, y frente a colectivos políticos de la derecha y de la extrema derecha, que lo tachan de anti-papa e insultan por su crítica al neoliberalismo, que considera injusto en su raíz, me sumo a la campaña en su defensa y en su propuesta de Iglesia en salida y de hospital campaña, que sale a las periferias en actitud compasiva y solidaria con los sectores empobrecidos, los colectivos sociales más vulnerables y los pueblos oprimidos. Y lo hago precisamente cuando se cumplen 11 años de su elección como Papa, pero no como papanata, sino de manera dialéctica, subrayando sus innegables avances, pero también sus límites en la reforma de la Iglesia.

 

El neoliberalismo es pecado en su raíz

 

Durante los once años de su pontificado Francisco ha cambiado el rumbo de la Iglesia católica con la elaboración de un pensamiento socioeconómico, político y ecológico “revolucionario” y el desarrollo de un programa eclesial moderadamente renovador, si bien mantiene casi intacta la estructura jerárquico-piramidal, clerical y patriarcal dentro de la Iglesia católica.

 

Las propuestas de Francisco en el terreno político, socioeconómico y de relaciones internacionales van más allá de la doctrina social de la Iglesia de sus predecesores, e incluso de la teoría y la práctica socialdemócratas, que desembocan con frecuencia en políticas social-liberales. Me contaba hace unos días un amigo italiano que el Papa es el político más de izquierdas de Italia. Y lo creo. Su exhortación apostólica La alegría del Evangelio es una de las críticas más severas al capitalismo. Los papas anteriores lo criticaban por considerarlo injusto en sus consecuencias. Francisco afirma que es injusto en su raíz.

 

Denuncia la “globalización de la indiferencia”, que nos vuelve “incapaces de compadecernos ante los clamores de los demás” y de llorar ante “el drama de los demás”, la “anestesia de la cultura del bienestar”. Crítica severamente la cultura del descarte que considera a las personas y los colectivos excluidos como desechos y población sobrante, a quienes se deja morir de manera inmisericorde. Esta idea me recuerda la teoría de la necropolítica, de Achille Mbembe, que consiste en la alianza de todos los poderes para decidir quién debe vivir y qué tiene que morar. Es la nueva y más perversa práctica del viejo “darwinismo social”-

 

Francisco interpreta la crisis económica como resultado de un capitalismo salvaje dominado por la lógica del beneficio a cualquier precio y pronuncia cuatro “noes” que deberían hacer templar el sistema: no a una economía de la exclusión y la inequidad, no a la nueva idolatría del dinero, no a un dinero que gobierna en lugar de servir, no a la inequidad que es raíz de los males sociales y genera violencia.

 

Pero sus críticas no desembocan en derrotismo, sino que propone alternativas económicas y políticas. La economía a practicar es la integrada en un proyecto político, social, cultural y popular guiado por el bien común, expresión que pronuncia en cada uno de sus discursos y documentos. La verdadera política es la que tiene capacidad para reformar las instituciones, superar las presiones plutocráticas y generar buenas prácticas de justicia y equidad. Y ello en sintonía con los movimientos populares, a quienes define como “sembradores del cambio” y “poetas sociales” que posibilitan un desarrollo humano integral. Con ellos se ha reunido en varias ocasiones haciendo suyas las reivindicaciones de las 3T: “Techo, Tierra y Trabajo”. Sin los movimientos sociales, afirma, “la democracia se atrofia, se convierte en nominalismo y pierde representatividad”. No puedo estar más de acuerdo.

Yo mismo participo en diferentes movimientos sociales feministas, pacifistas, ecologistas, alterglobalizadores con el objetivo de salvar la democracia, amenazada por los diferentes sistemas de dominación, el capitalismo, el supremacismo, el colonialismo, el patriarcado, el racismo, la xenofobia, etc. Pero no solo la democracia formal y representativa, sino la democracia real, participativa, paritaria, social, económica, laboral, familiar…

 

La cuidadanía: ética del cuidado de la naturaleza

 

La ecología es otra de las opciones fundamentales de Francisco, el primer papa que dedica al tema una encíclica: Laudato Si. Sobre el cuidado de la casa común. En ella critica el antropocentrismo moderno, que considera al ser humano dueño y señor absoluto de la naturaleza y ejerce un comportamiento despótico sobre ella. La crítica se extiende a la presentación inadecuada de la antropología cristiana que transmite “un sueño prometeico sobre el mundo que provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles”. Siguiendo su magisterio ecológico me he permitido incorporar un nuevo neologismo: la cuidadanía, que se traduce en el cuidado de la naturaleza, de la que formamos parte, inseparable de la ciudadanía, que consiste en reconocer como ciudadanas del mundo a todas las personas con los mismos derechos y la misma dignidad, cualesquiera fueran su origen, clase social, etnia, cultura, religión, género, identidad sexual, etc. 

 

Francisco critica igualmente el poder de la tecnología, que pone la ética a su servicio, e invita a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, un nuevo modo de vida eco-humana y un modelo de desarrollo sostenible e integral. Como alternativa subraya la relación inseparable entre ecología y antropología: “no hay ecología sin antropología”, escribe. La degradación ambiental y la degradación humana van al unísono. Por eso establece una relación intrínseca entre la vulnerabilidad del ser humano y la fragilidad de la tierra y considera inseparables el cuidado de la naturaleza y el de las personas empobrecidas, la justicia económica y la ecológica.

 

Diálogo interreligioso e intercultural

 

Francisco ha fomentado el diálogo interreligioso, especialmente con el islam. Ha visitado numerosos países de mayoría musulmana y ha celebrado encuentros con sus dirigentes religiosos. Uno de los más significativos fue el que tuvo lugar en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) en febrero de 2019 con el Gran Imán y rector de la Universidad Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, con quien firmó el Documento sobre la fraternidad humana por la paz y la convivencia común, que sirvió de inspiración para el establecimiento, por parte de la ONU, del Día Internacional de la Fraternidad Humana el 4 de febrero bajo los principios de la solidaridad y la com-pasión.

 

Aboga por el diálogo intercultural en el que los pueblos originarios sean los principales interlocutores. Ello requiere previamente el respeto y reconocimiento de sus culturas, lenguas, tradiciones, derechos y espiritualidades. El diálogo y el reconocimiento constituyen el mejor camino para la transformación de las relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación en relaciones igualitarias. Comparte su cosmovisión del bien vivir y del bien convivir, defiende su derecho al territorio y denuncia la apropiación que de él hacen las multinacionales extractivistas.

 

A diferencia de Juan Pablo II y Benedicto XVI, acusados de complicidad con los pederastas, Francisco ha hecho una condena rotunda de tamaño crimen y mostrado su solidaridad, a veces a través de llamadas personales a las víctimas, invitándolas a denunciar crímenes viles, como los califica Francisco, a las autoridades religiosas y jurídicas. Ha exigido a los obispos y a las congregaciones religiosas una investigación rigurosa de los casos de pederastia y tolerancia cero con los agresores sexuales dentro de la Iglesia católica. Sin embargo, no pocos episcopados han hecho oídos sordos a sus demandas.

 

Límites en la sexualidad y en la reforma de la Iglesia

 

El Papa tiene una actitud un poco más abierta que sus predecesores en cuestiones relativas al divorcio y a la homosexualidad. Ha abierto la puerta a que las personas divorciadas y vueltas a casar puedan participar en la eucaristía, pero sigue defendiendo que el matrimonio es la unión indisoluble entre un hombre y una mujer y rechazando el matrimonio igualitario, reconocido legalmente en varios países. Ha mostrado una actitud de respeto hacia las personas homosexuales. “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, declaró en el viaje de vuelta de Brasil en julio de 2013. “Las leyes que criminalizan la homosexualidad son injustas”, dijo en el avión al volver del Congo en febrero de 2023. Pero sigue defendiendo que la homosexualidad es pecado y negando el sacramento del matrimonio a las personas divorciadas vueltas a casar y a las parejas homosexuales, a quienes considera “en una situación irregular” y se limita a concederles una bendición en una ceremonia de diez o quince segundos, una bendición que yo califico de clandestina y vergonzante. Invito a Francisco a revisar tan estrecha concepción del matrimonio, de las relaciones de pareja, reconociendo como principal valor el amor.

 

Yo creo que la reforma eclesial va demasiado lenta y tiene sus límites que me gustaría hacérselos ver para que puedan corregirse. En la Iglesia católica persiste la estructura jerárquica y patriarcal, sin apenas cambios significativos y con solo revoques de fachada. Los obispos siguen siendo nombrados por el Papa sin participación de la comunidad cristiana. Los sacerdotes son destinados por los obispos a las parroquias sin consulta a los parroquianos. He escuchado al Papa las más severas críticas contra el clericalismo, tiene razón, pero en la práctica se mantiene casi intacto dicha desviación al convertir a los clérigos en el centro de la vida cristiana.

 

Aun cuando está haciendo algunos guiños a las mujeres nombrándolas para algunos cargos administrativos em la curia vaticana y en las curias diocesanas, estas siguen sufriendo la discriminación y la injusticia de género, que se traduce en la exclusión de la mayoría de los ministerios eclesiales, de las responsabilidades directivas, del acceso directo a lo sagrado, de la elaboración del pensamiento teológico y de la moral y en la negación o, al menos, en la limitación de los derechos sexuales y reproductivos.

 

Francisco ha dejado clara la negativa del acceso de las mujeres al ministerio presbiteral, que justifica apelando a la voluntad excluyente de Cristo, a quien de esa manera sitúa del lado del patriarcado, lo que me parece contrario al movimiento igualitario de Jesús de Nazaret. La filósofa feminista estadunidense Mary Daly afirmaba que “Si Dios es varón, el varón es Dios”. La filósofa Kate Millet decía que “el patriarcado tiene siempre a Dios de su lado”. Ambas tienen razón. Invito al Papa a desmentir dichas aseveraciones reconociendo en la práctica a las mujeres el protagonismo que les corresponde en la comunidad cristiana, conforme a su propia afirmación de que “hay que desmasculinizar la Iglesia”, pronunciada en la reunión de la Comisión Teológica Internacional, donde de los 30 miembros sólo hay cinco mujeres, lo que él lamentó en aquel discurso.  Para dicha “desmasculinización” es necesario “desmasculinizar a Dios”, porque, como decía Rafael Sánchez Ferlosio, mientras no cambien los dioses no cambiará nada”.

 

Imagen: https://www.elcolombiano.com/internacional/el-papa-francisco-perfila-al-que-podria-ser-su-sucesor-FO18523677

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