12 de Julio de 2025
[Por: Rosa Ramos]
“Mi fe me hace percibir el dolor de un Dios herido por la marginación de todos estos hijos suyos. La pobreza que existe entre los hombres es lo que más afecta a Dios…” P. Cacho
Antes he escrito acerca de este sacerdote uruguayo, que no fue sólo un activista social, aunque haya elegido “cruzar fronteras”, dejar lo conocido y relativamente seguro (ya venía cruzando varias) para ir a vivir en asentamientos muy precarios e irregulares, sin agua, sin saneamiento. E ir gestando todo un movimiento de participación que permitió a los vecinos reconocer su dignidad y organizarse. Por otra parte, si bien está introducida “su causa”, tampoco hay que ver al P. Cacho como “un santo de estampita” para rezarle pidiéndole un favor, según una teología anacrónica.
Ruben Isidro Alonso, Padre Cacho, fallecido hace casi 33 años, sigue siendo fuente de inspiración espiritual y pedagógica para los cristianos de hoy. Sigue vigente y es perentorio atender su vida, su trayectoria, su modo de auscultar la realidad; su continua búsqueda de “encontrarse con Dios” entre los más pobres, vulnerables o “rotos” de la sociedad. También nos hace bien beber de su auténtica espiritualidad, de su vida de oración profunda expresada en poemas y pinturas.
Los barrios donde vivió este sacerdote han cultivado su memoria, aunque ya no quedan muchos vecinos de entonces; está presente en las casitas que se hicieron con ayuda mutua para sustituir los ranchos, en la policlínica y en todo lo que hoy forma parte de la “Obra Padre Cacho”.
Ahora intentamos algo más: una Fundación… Y desde ella hoy presentamos un nuevo libro: “Memoria viva del Padre Cacho. Reflexiones a partir de experiencia sus enseñanzas”. El objetivo es traer al presente su legado para dialogar con los nuevos desafíos, por eso no hacemos una memoria muerta o del pasado, sino viva. El libro consta de un testimonio, un prólogo, una introducción, quince capítulos, un epílogo y fotos. Los textos, si bien tienen el acento y el estilo de los diferentes autores y autoras, han sido rezados por la comunidad Memoria Viva[1] en sucesivas reuniones. Además de textos bíblicos, testimonios de Cacho y reflexiones, cada capítulo incluye pautas para la reflexión compartida, por eso proponemos trabajarlo y rezarlo en comunidad.
Comparto el epílogo del libro a fin de mostrar el significado profundo que tiene para los cristianos de hoy hacer viva la memoria de testigos privilegiados que han vivido procurando descubrir y seguir las huellas de Jesús y desde Él conocer el corazón del Padre. Ilustro y propongo con este breve texto el modo de hacer teología y vivir la espiritualidad encarnada que asumimos.
EPÍLOGO: ¿SERÍA MUY OSADO IR DE CACHO A JESÚS?
Durante muchos siglos la Teología siguió el método deductivo, y así “bajaba” desde ideas generales a situaciones particulares y generalmente lo hacía de un modo rígido inapelable, indiscutible. Del mismo modo, aplicaba a Jesús lo que “sabía” de Dios (lo que tomaba de la filosofía griega). En algún momento caímos en la cuenta que Jesús, ese galileo concreto, artesano, del siglo I, nos vino a decir con su experiencia y sus opciones cómo era Dios. Jesús era Dios, pero cambiaba todo, cambiaba los preconceptos (griegos) de Dios. Fue el paso de la Teología deductiva a la inductiva y analógica. Desde el Jesús que vemos, escuchamos, compartimos su pan junto con otros hermanos, podemos “ascender” y conocer a Dios. (Jn. 14, 9)
No abundaremos en esta línea, simplemente la enunciamos para dar otro paso. ¿Podremos desde la experiencia de Cacho, conocer algo más de la de Jesús? ¿Sería muy osado ir desde Cacho a Jesús? Es decir, desde nuestro conocimiento del camino recorrido por Cacho, intentar conocer algo más del de Jesús, de su corazón y su experiencia de Dios.
Eso que Cacho escribió y fue hallado en una caja de zapatos después de su muerte, ese deseo de ir a encontrar a Dios al barrio, intuyendo que allí estaba y que para encontrarlo él tenía que moverse, caminar, cruzar fronteras difíciles, aprender su idioma... Ese fuego que le quemaba en el pecho hasta encontrar la forma de cruzar e irse a vivir con los vecinos… ¿No nos permite esta experiencia de inquieta búsqueda, barruntar mejor el camino de Jesús? ¿no habrá sido análogo el fuego que movió a Jesús a salir de Nazaret primero, a unirse al grupo de Juan en el Jordán y dejarlo después, e ir más allá y formar comunidad con otros?
“Sabemos” que Jesús predicaba en forma itinerante por las aldeas de Galilea, que curaba enfermos “que pasó haciendo el bien”. Que “el rancho” de Pedro, o el propio de Jesús, estaba en Cafarnaún muy cerca del Lago de Galilea o de Genesaret, donde pescaban. También sabemos que se movía con otros y hacia otros, que iba de aldea en aldea en forma casi permanente. Pero ¿cómo fue el discernimiento y el proceso?
¿Siempre predicó Jesús, siempre sanó imponiendo las manos, siempre Jesús fue a “dar” algo? Acaso no se habrá movido buscando encontrar a Dios como lo hizo Cacho, con una intuición fuerte a partir de su experiencia del Amor incondicional del Dios Abba. Quizá al principio se movió un poco a tientas, luego con dirección, impelido por una zarza que seguía ardiendo en su pecho y enviándolo a la gente para descubrir en ellos y con ellos que Dios debía ser diferente al predicado en la Sinagoga o en Jerusalén, e incluso por Juan.
Decía un vecino recordando la búsqueda de Dios de Cacho en el barrio, entre los más pobres: “Y él decía que lo había encontrado, nomás”. Seguramente cuando Jesús se instala -se instala es un decir- precariamente en Cafarnaún y sigue moviéndose hacia los encuentros que humanizan, que hacen hablar a mudos, caminar a paralíticos… (Mt. 11, 4-6) es que ya se había encontrado con el Dios que buscaba. Entonces su vida entre ellos se convierte en presencia catalizadora del Reino de Dios. Gracias Cacho por ayudarnos a intuir desde tu corazón inquieto el de Jesús y seguir arrimando brasitas al nuestro. (Hasta aquí el texto que aparece en el Epílogo[2]).
Obviamente el Padre Cacho no ha sido el único. Es maravilloso descubrir a lo largo de la historia a tantas mujeres y a tantos hombres que recorrieron este camino personal de búsqueda y de encuentro. Son esa nube de testigos que iluminan nuestro peregrinar.
[1] Integramos desde hace tres años esta comunidad “personas que encuentran en el P Cacho una fuente de inspiración para su espiritualidad y sus acciones. En ella están expresadas distintas vocaciones y distintas formas de continuar el legado de Cacho”. Integrantes en orden alfabético: Pablo Bonavía, Mercedes Clara, Angélica Ferreria, Roberto Flores, Leandro Gómez Guerrero, Mary Larrosa, José Lima, Juan José Mosca, Rosa Ramos y Leonardo Vernazza (Memoria viva del Padre Cacho, Montevideo 2025, pág. 145-150)
[2] Pág. 137-138
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