[Por: Equipo Bendita Mezcla]
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La inter-rupción
Entonces un joven se levanta, encendido, entre la multitud. No dice nada, pero su presencia es la de un rayo, su cuerpo habla. Se mueve de tal modo, que el auditorio cambia la boca por la vista, y el silencio inunda el espacio. Entonces, un grito: ‘Ya basta del monopolio de la palabra, hay otro modos de contar’.
El cronista queda en silencio. Y en ese instante, el joven saca dos pinceles y a los ojos de la multitud mancha las paredes, reparte pinceles y pintura y en medio de un caos indescifrable, comienza a cifrarse un código otro: las paredes, cual retablos del barroco nuestroamericano del siglo XXI, nos cuentan de modos muy otros, las luchas, esperanzas y caminos de nuestro pueblo.
En un primer muro, se des-vela el primer Horcón:
Celebradores
Al rededor del altar popular la comunidad se reúne a celebrar la memoria, la vida, la lucha y a nutrirse del pan de la palabra. El canto une las voces diversas, el ritmo transmite el humor del regalo del encuentro y las cargas provenientes de las injusticias se sostienen mejor en el hombro del hermano/ de la hermana. Ahí en dialogo con el otro y la otra nacen motivos para seguir luchando, aquí y ahora se recrea todo al son de los himnos, del pan, del café y del mate compartido; repartido así para el sustento colectivo. En este pan, la presencia de los y las ausentes, que se incorporan a la celebración en la memoria de lo que lucharon, de lo que creyeron. En calor rojo de resistencia se siente la comunidad, que a pesar de estar en medio del sistema de muerte que hace las injusticias cotidianidad, en la celebración, se descuebre esperanzada de fraternidad.
‘Aquí el primer pilar del nuevo mundo, animadores que celebra la débil victoria de la vida sobre la muerte. Débil y confusa.’
Desde el otro muro, se levanta el segundo horcón:
Despertadores
Al ritmo de los tambores, vibran, vibran los sonidos por el espacio, que al hacer contacto con los cuerpos, nace el movimiento. En este lugar, los cuerpos y las mentes se despiertan. En el sonido, en los olores, sabores, texturas y colores. Los sentidos abren un portal hacia la vivencia de la realidad. Sentidos que se abren para ver, saborear, oler, escuchar y sentir lo que acontece. En el danzar de los cuerpos y las cuerpas, en el hablar del movimiento para decir lo que el alma calla, en el cuerpo que se abre tras degustar el caldo favorito, tras el aroma a la flor silvestre, la más aromática del pueblo, tras las sensación fría de la noche y el más caluroso día en el campo roto por la dureza del jornal, en el ritmo retumbante que emociona cada fibra del ser, el despertar. El despertador como detonante para hacer la experiencia. Lugar certero de encuentro con lo que esta fuera de nosotrxs, con lo que está adentro.
´Los cuerpos que somos, los anawin, los animadores que sostienen el mundo, despierto ante la injusticia, despierto a la sonrisa´
Pero hay mas, en otro rincón, el tercer horcón:
Escuchadores
SHEMA ISARAEL, arden las ramas, las hojas y los frutos de la zarza. Se oye la voz del Dios Eterno desde la profundidad de la tierra, desde la bóveda celeste. Retumban las palabras de la noticia, el mandado a cambiar lo que no está bien y a prolongar la justicia. Que se abran los micrófonos para que griten realidad, que se abran las cámaras y transmitan el lugar de la tragedia o de la dicha, que se entinten las palabras sobre el papel y narren las historias del mundo. Que se cuestione la objetividad de los grandes medios de des comunicación del orbe. Que se agiten las mentes ante la voz estruendosa de la verdad. Ábrete corazón de los hombres, de las mujeres y escucha la voz del eterno. Baja espíritu divino y revela las injusticias estructurales operativisadas y automatizadas. Que arda el fuego de la voz de los males que se inundan en el océano de las fake news. Que se forme el círculo de la escucha y salga en mil voces, escucha pueblo la revelación de las realidades del tercer mundo, sea hoy la vocación a la libertad.
‘Dos orejas y una boca. El silencio como fuego que nos encuentra ante lo indecible, para que decir-juntos nos encuentro con otra verdad, con el Dios de los Otrxs’
El cuarto horcón, completa los pilares de la casa:
Cosechadores
Una mano de mujer/de hombre, rompe el suelo, cae sobre la hendidura la semilla. Entre momentos el agua en la tierra irrumpe. Esa semilla se hace brote, ese brote crece fecundo intentando alcanzar los cielos. Llega su hora, de lo que fue la flor, fue un nuevo fruto. Esas manos que acompañaron y regaron, en su hora hicieron cosecha. A veces otras son las manos que siembran, a veces son otras manos las que cuidan, a veces son otras manos las que recogen la cosecha. Luz, agua y tierra interactúan para hacer posible la vida. Quien cosecha tiene herramientas, con cuidado mezcla mente y corazón, sentipensar la realidad es una; el cosechador tiene herramientas la educación popular es otra, el poder de participar y construir conocimiento colectivamente; la cosechadora tiene herramientas como el rumear, pensar con paciencia, revisar mentalmente y repetidamente las ideas, conceptos o problemas. Con estas herramientas recoge las visiones de otras y otros, sabiendo importante todos los enfoques, apreciando todas las miradas y abriéndose a posibilidades nuevas de fruto. La palabra negociada, sin verdades absolutas. Quien cosecha recolecta las ideas. Se sabe siempre aprendiz, así como el nazareno frente a aquella mujer, que hábilmente le cambio el paradigma diciendo un: “si, pero” en cuestionamiento cariñoso a su totalitario sistema de creencias.
‘Para nosotros nada, para todos todo. Resuena, mientras los animadores-educadores, ya piensan como seguir cuidando lo que crece’
Los cuarto horcones, los cuatro rostros del animadores del siglo XXI, los egresadxs de Bendita Mezcla, esta escuelita de comunidad, saben de que se trata.
Cansados de mirar al frente, levantan la vista para agradecer, y logran ver la imagen que guía el encuentro, la minga, el tekio, el compartir:
El verbo se hace logo(s)…
La tierra de la promesa es el centro de la imagen, en ella, las fuerzas de la creación. La energía telúrica que moldea los continentes, el fuego emergente desde el interior que hace nuevas todas las cosas, la fuerza de las aguas que agitadas acarician las costas, que precipitadas en el cielo mojan y erosionan montañas, aguas que esculpen piedras haciendo de paisajes novedad constante. Cobijada por dos océanos, NuestrAmerica, ella, colocada; recordando antiguas hegemonías en las que el sur era lugar de llegada de los pueblos migrantes ancestrales. En su centro confluyen las fuerzas creadoras y destructoras, formadoras de realidad. Ahí, en Chiapas confluyen la vida y la muerte, la creación y la destrucción, el encuentro de las especies todas con las tribus humanas en búsqueda de casa, en camino hacia de la tierra de la promesa. De ese punto al centro, entre el cielo y la tierra, se encuentran las raíces de dos ceibas que crecen hacia el norte una, hacia el sur otra; árbol en que -para aquellos nombrados como mayas- se comunicaban todos los estadios. Cielo-tierra-inframundo. Sobre la américa del sur, se posa el dragón bicéfalo Wukub Kaqix (ciclo cósmico), simboliza la dualidad inherente al mundo maya, la unión de opuestos como el día y la noche, el cielo y la tierra. Su doble cabeza representa esta dualidad y su capacidad para crear y destruir. Sus bocas hechas como manos de piedra, moldean el mundo con la fuerza del volcán. Hacen así lo visible y lo invisible. Esta es la casa que heredamos, construimos y habitamos. El mundo es sostenido por cuatro horcones (el horcón: elemento estructural vertical, generalmente de madera, que actúa como soporte o columna para sostener vigas, techos o aleros), cada horcón es un ministerio en el método de la Bendita Mezcla. Vestidos con los colores de la cruz maya, el primero revestido por el color rojo (oriente) es el de los “celebradores”, estos son quienes animan la fiesta y el encuentro; el segundo horcón revestido por el color negro de la nocturnidad (poniente), contiene el ministerio de los despertadores, aquellos que despiertan el cuerpo y las ideas; el tercero revestido por el color blanco del frio y las heladas (norte) contiene el ministerio de los escuchadores, aquellos que escuchan la zarza ardiendo de la revelación de realidades y el cuarto horcón revestido de color amarillo de la comida (sur), contiene el ministerio de los cosechadores, aquellos que siembran, acompañan y recogen los frutos de lo platicado. Servicio que incluye todos los puntos de vista y recolecta todos los frutos para aportar a la siguiente siembra, con herramientas como la educación popular, el sentí-pensar y el rumear las cosas. Estos horcones son las bases de la casa nuestra. La tierra, nuestras paredes y la piscucha que sobre vuela el mundo nuestro techo. La piscucha representa la promesa, su hilo que la sujeta a la tierra, las tenciones entre los terrenal y lo celestial, vida muerte, libertad - esclavitud. La promesa, revestida de colores los guía hacia un lugar. Listones de colores que representan nuestras luchas, activismos que sueñan un mundo nuevo, desde cada experiencia son militancias que trasforman la vida y recrean la promesa. En la cola de la piscucha, los afanes, trozos de papel con los que hacemos subir nuestros deseos al cielo, en dialogo con los ancestros. Todo reunido es un abrazo entre el cielo y la tierra, camino “hacia la tierra prometida”.
Pd. Gracias Alex Serpas, dueños de las palabras de este pincel, artista que dialoga con esta teología que no quiere ser solo Palabra, sino también verbo, carne e imagen, de un insoportable barroco NuestroAméricano.
Equipo de Bendita Mezcla
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