[Por: Eduardo de la Serna]
En algunos momentos dramáticos al extremo, no es infrecuente que los acompañantes de los que los padecen, quizás apesadumbrados, o sobrepasados, o desbordados, suelen decir cosas que pretenden ser “buenas noticias”, pero en realidad son palabras huecas. Aclaro: no estoy pensando ni en superficialidad ni en maldad. Quizás sencillamente en desborde. Así, el amigo o la amiga que acompañan a quien está junto a la cama de un hijo en situación terminal, con frecuencia repiten: “- ¡se va a poner bien!”, lo que es claramente improbable. “- ¡está con Dios!” dicen personas religiosas a quien ha perdido un ser querido y está – como es razonable – demolido o destrozada. Y podrían repetirse o ilustrarse con decenas de situaciones similares…
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