[Por: Ana María Díaz]
El miedo a la oscuridad es una reacción natural, fruto de los orígenes evolutivos del ser humano, inscrita en nuestra configuración cerebral. En la oscuridad somos mucho más vulnerables, y nuestro cerebro “lo sabe”: la vista pierde agudeza, algo que intentamos compensar mediante el aumento del nivel de alerta, el procesar de manera más rápida cualquier amenaza y reaccionar efectivamente. Pero también nos atemoriza la oscuridad del alma, esos momentos de confusión, dolor, desorientación y paralización vital. Ni qué decir de las noches colectivas, donde las dificultades locales y mundiales minan nuestras esperanzas en tiempos mejores…
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