[Por: Ana María Núñez]
La semana pasada leí en la prensa una larga e íntima entrevista a un padre en duelo por la muerte de su hijo, ocurrida a 11 días de cumplir 18 años. En los diez días de licencia que corresponde por la partida de un hijo, escribió un libro para volcar sus reflexiones acerca de su duelo, acerca del vínculo con su hijo, del empobrecimiento de la función de la generación adulta de acompañar a los hijos a asentarse en la vida, y de cómo continuar el vínculo con su hijo más allá de la vida. Era una entrevista muy convocante, porque en medio de su drama, este padre reflexionaba serenamente sobre las cuestiones más cruciales: cómo estamos viviendo y cómo estamos muriendo.
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