09 de Agosto de 2013
(Eduardo de la Serna) Los seres humanos tenemos una enorme curiosidad por lo conspirativo. Es facilísimo caer en eso; si hasta el Código Da Vinci lo dice en el texto y luego se aprovecha editorialmente de ello. Hablar o denunciar algo ante casi cualquier cosa es fácil, ¡y provechoso! En todo caso basta con elegir bien las palabras, o usar bien los verbos y la rueda entra a girar. Basta con decir “habría”, o “una fuente”, o hasta “una voz cercana a…” para que la duda quede instalada. Y la duda es como una caries, corroe y avanza.
(Eduardo de la Serna) Los seres humanos tenemos una enorme curiosidad por lo conspirativo. Es facilísimo caer en eso; si hasta el Código Da Vinci lo dice en el texto y luego se aprovecha editorialmente de ello. Hablar o denunciar algo ante casi cualquier cosa es fácil, ¡y provechoso! En todo caso basta con elegir bien las palabras, o usar bien los verbos y la rueda entra a girar. Basta con decir “habría”, o “una fuente”, o hasta “una voz cercana a…” para que la duda quede instalada. Y la duda es como una caries, corroe y avanza.
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