14 de Agosto de 2013
(Eduardo de la Serna)A lo largo de diferentes artículos hemos intentado mostrar que Pablo logra profundizar de un modo notable la novedad aportada por Jesucristo, y que se lanza de un modo “osado” por el mundo, sin tener en cuenta –o superándolas- las barreras culturales, sociales, religiosas y políticas de su ambiente, y franqueándolas todas las veces que lo ve necesario. Quizás podamos decir -sin embargo- que en muchas cosas, Pablo fracasó, pero también supo mirar su fracaso a la luz de la cruz de Cristo, y entonces lo vio como una siembra del que Dios mismo se ocuparía de sacar fruto (1 Cor 3,7).
(Eduardo de la Serna)A lo largo de diferentes artículos hemos intentado mostrar que Pablo logra profundizar de un modo notable la novedad aportada por Jesucristo, y que se lanza de un modo “osado” por el mundo, sin tener en cuenta –o superándolas- las barreras culturales, sociales, religiosas y políticas de su ambiente, y franqueándolas todas las veces que lo ve necesario. Quizás podamos decir -sin embargo- que en muchas cosas, Pablo fracasó, pero también supo mirar su fracaso a la luz de la cruz de Cristo, y entonces lo vio como una siembra del que Dios mismo se ocuparía de sacar fruto (1 Cor 3,7).
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