11 de Octubre de 2013
Una obra cabal, inteligente, comprometida, original, exhaustiva en su género, rezuma sabiduría; hace teología sobre lo fundamental cristiano: La misericordia, ternura y compasión, que definen a Dios, y la opción por los pobres que señaló Jesús, al anunciar el Reino.
Llena las expectativas de un discípulo, seguidor y lector convencido y apasionado del acontecimiento del Siglo XX el Concilio Vaticano II, un nuevo Pentecostés, que cambia la historia de la Iglesia, sin perder su identidad e inspiración originaria, pero eso sí diseña otro modo nuevo de ser Iglesia, kenótica, samaritana, nazarena, signo y sacramento del Reino, en donde los pobres son los primeros destinatarios, sin excluir a nadie; interpreta, a la luz del Evangelio, los nuevos signos de los tiempos y responde a los interrogantes y expectativas de la mujer y del hombre moderno, posmoderno y de la tercera ilustración.
Me declaro un discípulo, seguidor y lector, tercamente perseverante en la orientación y praxis del Concilio Vaticano II, en la época posconciliar. En ella hemos de reconocer excelentes logros y resultados, tanto en América Latina, como en Europa.
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Una obra cabal, inteligente, comprometida, original, exhaustiva en su género, rezuma sabiduría; hace teología sobre lo fundamental cristiano: La misericordia, ternura y compasión, que definen a Dios, y la opción por los pobres que señaló Jesús, al anunciar el Reino.
Llena las expectativas de un discípulo, seguidor y lector convencido y apasionado del acontecimiento del Siglo XX el Concilio Vaticano II, un nuevo Pentecostés, que cambia la historia de la Iglesia, sin perder su identidad e inspiración originaria, pero eso sí diseña otro modo nuevo de ser Iglesia, kenótica, samaritana, nazarena, signo y sacramento del Reino, en donde los pobres son los primeros destinatarios, sin excluir a nadie; interpreta, a la luz del Evangelio, los nuevos signos de los tiempos y responde a los interrogantes y expectativas de la mujer y del hombre moderno, posmoderno y de la tercera ilustración.
Me declaro un discípulo, seguidor y lector, tercamente perseverante en la orientación y praxis del Concilio Vaticano II, en la época posconciliar. En ella hemos de reconocer excelentes logros y resultados, tanto en América Latina, como en Europa.
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