27 de Diciembre de 2013
(Pedro Rupin Gutiérrez) Siento que este año ha sido una permanente Navidad. Un niño -Fernando, el niño que más amo- nos ha enseñado tanto todo este año. Con su fragilidad, con sus limitaciones y debilidades, con su estoicismo y nobleza. Con ese amor que a veces solo puede darnos un niño.
Comenzamos al inicio de este año su tratamiento del autismo por medio de la dieta y suplementos vitamínicos. Nos asustaba -y mucho- emprender un camino que iba a significar muchos sacrificios para él: no poder comer pan ni leche (que le encantaba), no poder consumir azúcar, huevos, carne de vacuno, y varios otros. Un niño de apenas cuatro años. Nos imaginamos muchas veces tener que vigilarlo de cerca todo el tiempo, quitarle cosas por la fuerza, aguantar pataletas. Y él, casi como si nos compadeciera, asumió y se adaptó con una nobleza y madurez que a veces quisiera para mí mismo. “No puedo comer pan porque me duele la guatita”, nos decía. Muchas veces nos vio comer delante de él y no hacer siquiera el intento de quitarnos algo. Tantas veces vio dulces y solo los apuntó, nos preguntó con la mirada y se apartó sin chistar cuando le dijimos que no. Cada tres días tenemos que ponerle una inyección que él, como una costumbre, asume. Llora cuando se la ponemos, pero aun así cuando sabe que es el momento se tiende en la cama, dice “Fernando es un niño valiente” y pone el potito. Como si fuera poco, nuestra Emilita ha comprendido y no pide dulces delante de él, se preocupa cuando lo ve con pena, lo busca para jugar.
(Pedro Rupin Gutiérrez) Siento que este año ha sido una permanente Navidad. Un niño -Fernando, el niño que más amo- nos ha enseñado tanto todo este año. Con su fragilidad, con sus limitaciones y debilidades, con su estoicismo y nobleza. Con ese amor que a veces solo puede darnos un niño.
Comenzamos al inicio de este año su tratamiento del autismo por medio de la dieta y suplementos vitamínicos. Nos asustaba -y mucho- emprender un camino que iba a significar muchos sacrificios para él: no poder comer pan ni leche (que le encantaba), no poder consumir azúcar, huevos, carne de vacuno, y varios otros. Un niño de apenas cuatro años. Nos imaginamos muchas veces tener que vigilarlo de cerca todo el tiempo, quitarle cosas por la fuerza, aguantar pataletas. Y él, casi como si nos compadeciera, asumió y se adaptó con una nobleza y madurez que a veces quisiera para mí mismo. “No puedo comer pan porque me duele la guatita”, nos decía. Muchas veces nos vio comer delante de él y no hacer siquiera el intento de quitarnos algo. Tantas veces vio dulces y solo los apuntó, nos preguntó con la mirada y se apartó sin chistar cuando le dijimos que no. Cada tres días tenemos que ponerle una inyección que él, como una costumbre, asume. Llora cuando se la ponemos, pero aun así cuando sabe que es el momento se tiende en la cama, dice “Fernando es un niño valiente” y pone el potito. Como si fuera poco, nuestra Emilita ha comprendido y no pide dulces delante de él, se preocupa cuando lo ve con pena, lo busca para jugar.
©2017 Amerindia - Todos los derechos reservados.