03 de Enero de 2014
(Eclesalia) El día 25 al celebrar la Navidad con una persona de más de 90 años en la mesa, se me antojaba, el otro extremo del ciclo de la vida como otra cara mucho menos común pero real de representar la Navidad.
No me refiero solo a la soledad de tantos ancianos que viven los últimos años de su vida aislados, abandonadas en cierta medida, “olvidadas”, sino a esos otros aspectos de una vida larga, con sus más y sus menos, que ha vivido lo suficiente como para distinguir lo superfluo de lo esencial y sobre todo: dónde está el cariño auténtico, desinteresado, más allá de la herencia…puñetero “don dinero”.
(Eclesalia) El día 25 al celebrar la Navidad con una persona de más de 90 años en la mesa, se me antojaba, el otro extremo del ciclo de la vida como otra cara mucho menos común pero real de representar la Navidad.
No me refiero solo a la soledad de tantos ancianos que viven los últimos años de su vida aislados, abandonadas en cierta medida, “olvidadas”, sino a esos otros aspectos de una vida larga, con sus más y sus menos, que ha vivido lo suficiente como para distinguir lo superfluo de lo esencial y sobre todo: dónde está el cariño auténtico, desinteresado, más allá de la herencia…puñetero “don dinero”.
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