19 de Marzo de 2014
(Francisco Hidalgo Flor) Hace apenas un año, en febrero del 2013, con el noveno triunfo electoral, que garantizaba a Rafael Correa no solo su reelección hasta el 2017, sino también el control de los dos tercios del poder legislativo, parecía inevitable calificar la situación de esa fuerza política como hegemónica. Esto se debía por un lado a la evidente estabilidad política, no poca cosa en un país, como el Ecuador, caracterizado por una constante inestabilidad presidencial, y por otra parte por la adhesión popular que parecía absorta ante el pujante liderazgo.
(Francisco Hidalgo Flor) Hace apenas un año, en febrero del 2013, con el noveno triunfo electoral, que garantizaba a Rafael Correa no solo su reelección hasta el 2017, sino también el control de los dos tercios del poder legislativo, parecía inevitable calificar la situación de esa fuerza política como hegemónica. Esto se debía por un lado a la evidente estabilidad política, no poca cosa en un país, como el Ecuador, caracterizado por una constante inestabilidad presidencial, y por otra parte por la adhesión popular que parecía absorta ante el pujante liderazgo.
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