29 de Mayo de 2014
(Eduardo de la Serna) En la Iglesia Católica Romana hay una serie de “celebraciones”, “ritos” que entendemos que se fundan en aquello que Jesús quería. Más o menos evidentemente. Son “siete” (número bíblico por excelencia) a los que llamamos sacramentos. Con otros hermanos no católicos compartimos particularmente dos, el Bautismo y la Cena del Señor, aunque otras comunidades también reconozcan otros como el ministerio ordenado, o el matrimonio, por ejemplo. Si presuponemos que se fundan en Jesús, evidentemente podemos suponer que esos sacramentos no pueden modificarse en sus partes fundamentales (irónicamente podemos decir que no podría celebrarse la cena del Señor con gaseosa en lugar de vino).
(Eduardo de la Serna) En la Iglesia Católica Romana hay una serie de “celebraciones”, “ritos” que entendemos que se fundan en aquello que Jesús quería. Más o menos evidentemente. Son “siete” (número bíblico por excelencia) a los que llamamos sacramentos. Con otros hermanos no católicos compartimos particularmente dos, el Bautismo y la Cena del Señor, aunque otras comunidades también reconozcan otros como el ministerio ordenado, o el matrimonio, por ejemplo. Si presuponemos que se fundan en Jesús, evidentemente podemos suponer que esos sacramentos no pueden modificarse en sus partes fundamentales (irónicamente podemos decir que no podría celebrarse la cena del Señor con gaseosa en lugar de vino).
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