Cada cual tiene su tiempo y después entra en silencio

13 de Junio de 2014

(Leonardo Boff) Hay un libro curioso del Primer Testamento, el Eclesiastés (en hebreo Cohélet), que no menciona la elección del pueblo de Dios, ni la alianza divina, ni siquiera la relación personal con Dios. Representa la fe judía inculturada en la visión griega de la vida. Posee una mirada aguda sobre la realidad tal como se presenta y alimenta la reverencia hacia todos los seres. Tiene un pasaje muy conocido que habla del tiempo: hay “un tiempo de nacer y un tiempo de morir; tiempo de arrancar y tiempo de plantar, tiempo de reír y tiempo de llorar, tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz” (Ecl 3,2-8).
 




(Leonardo Boff) Hay un libro curioso del Primer Testamento, el Eclesiastés (en hebreo Cohélet), que no menciona la elección del pueblo de Dios, ni la alianza divina, ni siquiera la relación personal con Dios. Representa la fe judía inculturada en la visión griega de la vida. Posee una mirada aguda sobre la realidad tal como se presenta y alimenta la reverencia hacia todos los seres. Tiene un pasaje muy conocido que habla del tiempo: hay “un tiempo de nacer y un tiempo de morir; tiempo de arrancar y tiempo de plantar, tiempo de reír y tiempo de llorar, tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz” (Ecl 3,2-8).

 

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