06 de Febrero de 2015
(César L. Caro) Hay muchas personas a quienes no les gusta el papa. Se hace cada día más evidente y menos disimulado, casi dos años después de aquella reverencia en el balcón pidiendo “que recen por mí” que nos dejó a todos boquiabiertos. Lo curioso es que, en general, los detractores suelen ser gente de dentro, laicos, curas, etc., porque en ambientes extraeclesiales Francisco genera casi siempre simpatía y consenso. Y se da entonces una situación entre divertida y paradójica.
(César L. Caro) Hay muchas personas a quienes no les gusta el papa. Se hace cada día más evidente y menos disimulado, casi dos años después de aquella reverencia en el balcón pidiendo “que recen por mí” que nos dejó a todos boquiabiertos. Lo curioso es que, en general, los detractores suelen ser gente de dentro, laicos, curas, etc., porque en ambientes extraeclesiales Francisco genera casi siempre simpatía y consenso. Y se da entonces una situación entre divertida y paradójica.
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