21 de Mayo de 2015
(Francisco Soto Montero, párroco de Calahonda-Carchuna).- "Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño". Frase que se hizo realidad, después de la muerte de monseñor Romero, como pude comprobar en los doce años que estuve de misionero en El Salvador, Centro América.
El Obispo Romero, fue asesinado el 24 de marzo del 1980, hace 35 años, mientras celebraba la Misa, en la capilla del hospital La Divina Providencia, en San Salvador. Su gran pecado, ponerse al lado de los pobres y denunciar las injusticias de las autoridades y de los terratenientes del país. Era la voz de los que no tenían voz. Por eso fue el hombre querido, admirado y seguido por el pueblo en general y calumniado, despreciado y amenazado por las autoridades y la oligarquía salvadoreña en connivencia con el ejército.
(Francisco Soto Montero, párroco de Calahonda-Carchuna).- "Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño". Frase que se hizo realidad, después de la muerte de monseñor Romero, como pude comprobar en los doce años que estuve de misionero en El Salvador, Centro América.
El Obispo Romero, fue asesinado el 24 de marzo del 1980, hace 35 años, mientras celebraba la Misa, en la capilla del hospital La Divina Providencia, en San Salvador. Su gran pecado, ponerse al lado de los pobres y denunciar las injusticias de las autoridades y de los terratenientes del país. Era la voz de los que no tenían voz. Por eso fue el hombre querido, admirado y seguido por el pueblo en general y calumniado, despreciado y amenazado por las autoridades y la oligarquía salvadoreña en connivencia con el ejército.
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