21 de Mayo de 2015
No hay duda de que Óscar Arnulfo Romero tenía en su corazón a las mayorías pobres de nuestro país, a las víctimas de la represión y de las múltiples violaciones a los derechos humanos que en su época ocurrían en El Salvador. Monseñor, a diferencia de otros pastores, no cerró los ojos ante el sufrimiento del pueblo, lo que le llevó a asumir su papel de pastor de un modo profundamente evangélico: se convirtió en el mayor defensor de los pobres y de las víctimas cruelmente torturadas, desaparecidas y asesinadas. No tenía ningún reparo en denunciar las barbaridades que cometían las fuerzas paramilitares, los cuerpos de seguridad y la Fuerza Armada; tampoco callaba los atropellos cometidos por la guerrilla. Siempre se puso al lado de las causas justas, de cualquiera que las defendiera, y llamó insistentemente a parar la violencia.
No hay duda de que Óscar Arnulfo Romero tenía en su corazón a las mayorías pobres de nuestro país, a las víctimas de la represión y de las múltiples violaciones a los derechos humanos que en su época ocurrían en El Salvador. Monseñor, a diferencia de otros pastores, no cerró los ojos ante el sufrimiento del pueblo, lo que le llevó a asumir su papel de pastor de un modo profundamente evangélico: se convirtió en el mayor defensor de los pobres y de las víctimas cruelmente torturadas, desaparecidas y asesinadas. No tenía ningún reparo en denunciar las barbaridades que cometían las fuerzas paramilitares, los cuerpos de seguridad y la Fuerza Armada; tampoco callaba los atropellos cometidos por la guerrilla. Siempre se puso al lado de las causas justas, de cualquiera que las defendiera, y llamó insistentemente a parar la violencia.
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