21 de Mayo de 2015
Estamos a una semana de celebrar un acontecimiento trascendental en nuestra historia. El Salvador está siendo noticia en el mundo no por una guerra, ni por un terremoto, ni por los altos niveles de violencia. La beatificación de monseñor Romero ha despertado interés internacional porque es el reconocimiento universal a una persona que puso su vida y su cargo al servicio de los más pobres y sufridos. Pero localmente corremos el peligro de solo fijarnos en el qué celebramos y olvidarnos del porqué. Es muy positivo que casi todos los sectores de la vida nacional se sumen al regocijo de un pueblo que no esperó el reconocimiento oficial para ver en monseñor Romero a un mensajero de Dios. Pero celebrarlo despojándolo de su mensaje, de su contexto histórico y de las causas de su asesinato, desnaturaliza el legado del pastor.
Estamos a una semana de celebrar un acontecimiento trascendental en nuestra historia. El Salvador está siendo noticia en el mundo no por una guerra, ni por un terremoto, ni por los altos niveles de violencia. La beatificación de monseñor Romero ha despertado interés internacional porque es el reconocimiento universal a una persona que puso su vida y su cargo al servicio de los más pobres y sufridos. Pero localmente corremos el peligro de solo fijarnos en el qué celebramos y olvidarnos del porqué. Es muy positivo que casi todos los sectores de la vida nacional se sumen al regocijo de un pueblo que no esperó el reconocimiento oficial para ver en monseñor Romero a un mensajero de Dios. Pero celebrarlo despojándolo de su mensaje, de su contexto histórico y de las causas de su asesinato, desnaturaliza el legado del pastor.
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