La pobreza y su religión: Responsabilidad y redistribución

03 de Junio de 2015

A colación de las elecciones municipales y autonómicas, que nos han dejado un panorama muy abierto y dispar, debemos preguntarnos el por qué y el para qué de la representación o, lo que es lo mismo, de la democracia representativa, entendida como la forma de gobierno en la que el soberano (el pueblo) no ejerce el poder político por sí mismo, sino por medio de representantes. Pero el objeto de la representación no es el pueblo. Los representantes nos representan, pero no somos nosotros. El pueblo y la nación no son órganos del Estado, aunque sí lo son los Parlamentos y, por lo tanto, el cuerpo de representantes. 
 




A colación de las elecciones municipales y autonómicas, que nos han dejado un panorama muy abierto y dispar, debemos preguntarnos el por qué y el para qué de la representación o, lo que es lo mismo, de la democracia representativa, entendida como la forma de gobierno en la que el soberano (el pueblo) no ejerce el poder político por sí mismo, sino por medio de representantes. Pero el objeto de la representación no es el pueblo. Los representantes nos representan, pero no somos nosotros. El pueblo y la nación no son órganos del Estado, aunque sí lo son los Parlamentos y, por lo tanto, el cuerpo de representantes. 

 

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