19 de Febrero de 2016
[Por: José M. Vidal – Religión Digital]
“La revolución de Francisco empieza por su propia casa. Por coherencia. Porque él nunca predica sin dar antes ejemplo. Y porque, además, sabe que es donde su primavera está encontrando más resistencias. ‘El efecto Francisco se nota en el pueblo, pero no entre los sacerdotes y los obispos’, confiesa Raúl Vera, obispo de Saltillo y de los pocos francisquitas del episcopado mexicano.
Francisco lo sabe. Es consciente de que hay episcopados que están esperando que su paso por la Iglesia sea una corta tormenta de verano, para que, en el próximo papado, las aguas vuelvan a su cauce. Entre ellos, está el de México, mayoritariamente conservador y que se niega a oler a oveja, como pide Francisco, para seguir oliendo a príncipes, como les pide su inercia de años instalados en el poder y en la buena vida. (…)”.
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[Por: José M. Vidal – Religión Digital]
“La revolución de Francisco empieza por su propia casa. Por coherencia. Porque él nunca predica sin dar antes ejemplo. Y porque, además, sabe que es donde su primavera está encontrando más resistencias. ‘El efecto Francisco se nota en el pueblo, pero no entre los sacerdotes y los obispos’, confiesa Raúl Vera, obispo de Saltillo y de los pocos francisquitas del episcopado mexicano.
Francisco lo sabe. Es consciente de que hay episcopados que están esperando que su paso por la Iglesia sea una corta tormenta de verano, para que, en el próximo papado, las aguas vuelvan a su cauce. Entre ellos, está el de México, mayoritariamente conservador y que se niega a oler a oveja, como pide Francisco, para seguir oliendo a príncipes, como les pide su inercia de años instalados en el poder y en la buena vida. (…)”.
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