La experiencia de Dios como teología narrativa
[Juan Manuel Hurtado López]
[Por: Juan Manuel Hurtado – Amerindia México]
“Salimos a las seis y media de la mañana del 16 de junio hacia una cueva situada en la falda de una montaña. Somos once personas, adelante van el flautero, los tamborileros, el Principal y los demás. Llevamos velas, incienso, cohetes, semillas y frutas. Vamos por un sendero que sube la sierra, partes del camino sembradas de mucha piedra y lodo. Ya para llegar a la cueva hay un ascenso prolongado hasta llegar al sitio elegido.
Es una gran cueva, profunda, con espacio como de un gran templo. Hay que bajar con mucho cuidado -como a un pozo- al piso de la cueva. Por las muchísimas estalactitas muy largas que penden del techo de la cueva, y algunas como cortinas cayendo de lo alto de la cueva y las estalagmitas muy gruesas que surgen como árboles del piso de la cueva y a veces se juntan con las estalactitas, se presume que esta cueva puede tener una antigüedad de miles, si no es que de millones de años. Adentro es oscuro y hay ‘altares’ con cruces y restos de cera de los ancianos tsotsiles que han ido a hacer oración ahí (…)”.
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