Discernimiento de la acción del Espíritu en la historia
[Autor Prueba]
(Pedro Trigo sj) PRELUDIO IGNACIANO - Es algo comúnmente aceptado que el discernimiento es una pieza esencial de la espiritualidad ignaciana y que es una dirección a contracorriente con la heteronomía consecuente y consentida que propició el postrento. En efecto, sólo un cristiano adulto es sujeto de discernimiento, ya que discernir supone autonomía personal, y Trento colocó la subjetualidad en la clerecía, despojando de ella a los fieles, considerados como pueblo (en el mismo sentido de los pueblos en el absolutismo) tutelado por la institución eclesiástica. Un pueblo que, al decir de Pío X, no tiene en la Iglesia más derecho que el de ser regido por sus pastores, no es sujeto de discernimiento. Y en efecto todo estaba minuciosamente pautado, hasta las devociones. Fue el imperio de la ley frente a la conducción del Espíritu, aunque éste se mantuvo, a pesar del esquema, en la buena voluntad de tantos, en la devoción genuina, en el modo humano de llevar no pocas veces un esquema tan inhumano. Pero, por lo que respecta a la espiritualidad ignaciana, a la larga este esquema acabó reduciendo en muchos casos los Ejercicios a escuela de autodisciplina voluntarista, en contra de la inspiración original. No es casual que, cuando se estaba formando ese esquema de división entre los que dirigen y los dirigidos, Ignacio fuera apresado una y otra vez, ya que su propuesta de colocar directamente a la persona con Dios chocaba frontalmente con la dirección de una Iglesia que reponía el esquema religioso haciéndose la medidora de Dios y anulando así la inmediatez respecto de Dios que Cristo nos consiguió al rasgar el velo del santuario y entrar en él como representante nuestro, introduciéndonos a nosotros con él y en él, y al entregarnos su Espíritu con el que podemos decir como él Abba, Padre.