Priscila

11 de Noviembre de 2019

[Por: Corina Varela | Amerindia Bolivia y Chile]




En el santoral católico, con fecha 8 de julio, aparece santa Prisca o Priscila. Es una santa bastante desconocida para la mayoría de nosotras pero al parecer bastante conocida entre los cristianos del Siglo I. El libro de Hechos de los Apóstoles la menciona tres veces (Hch 18,2. 18. 26), y Pablo la menciona en su carta a los Romanos (Rom 16,3), en la Primera carta a los Corintios (1Cor 16,19), y en la segunda carta a Timoteo (2Tim 4,19). En las seis referencias del Nuevo Testamento se la menciona junto a su esposo Áquila. Lo que ahí se dice de ellos es suficiente para darnos una idea aproximada de lo que debe haber sido la vida de este matrimonio que acompañó a Pablo en el apostolado y que difundió el cristianismo en Roma y Asia Menor.

 

En el libro de Hechos de los Apóstoles, encontramos a estos dos personajes por primera vez cuando Pablo llega a Corinto en su segundo viaje apostólico, por el año 51 de nuestra era. Pablo compartió con ellos casa y oficio: la fabricación de tiendas, tejidas de pelo de cabra (Hch 18,1-3). Cuando Pablo terminó su misión en Corinto, regresó a Siria y llevó consigo al matrimonio hasta Éfeso (Hch 18,18). Después de la partida del apóstol, fueron ellos los que quedaron encargados de la iglesia en ese lugar.

 

Este matrimonio cristiano fue el encargado de catequizar a Apolo, un judío de Alejandría, muy versado en la escritura pero bastante ignorante en la doctrina cristiana (Hch 18, 24-28). Priscila y Áquila se dedicaron a completar la instrucción de Apolo (no hay ningún indicio en este texto que sugiera que sólo Áquila se dedicó a la enseñanza). Gracias a estas enseñanzas, Apolo fue más tarde un gran maestro del evangelio de Jesús. Sabemos también que en Éfeso, la casa de Priscila y Áquila era el lugar donde se reunía la comunidad eclesial. En la Primera carta a los Corintios podemos leer: “Áquila, Prisca  (Priscila) y la iglesia que se reúne en casa de ellos, les envían muchos saludos en el Señor” (1Cor. 16,19).

 

Seguramente Priscila y Áquila regresaron a Roma cuando la persecución de Claudio se atenuó, hacía el año 58, y allí también su casa se convirtió pronto en una iglesia doméstica, un lugar de encuentro y oración para toda la comunidad cristiana de Roma. Cuando concluye la carta a los Romanos, el apóstol Pablo les expresa su reconocimiento y gratitud: “Saluden a Prisca y Áquila, colaboradores míos en Cristo Jesús... Saluden también a la iglesia que se reúne en su casa” (Rom 16, 3-5). Una tradición eclesial del siglo VI indica que Pablo fue alojado  una vez más en casa de sus amigos Áquila y Prisca. Esta casa sería el origen de la iglesia de santa Prisca en Roma, pero no hay ninguna prueba que nos permita asegurar esto.

 

La última referencia a Priscila la encontramos en la segunda carta a Timoteo: “Saluda a Prisca, a Áquila y a la familia de Onesíforo” (2Tim 2,19). Este versículo indica que los santos habrían regresado a Éfeso, donde reciben los saludos de Pablo. Después de esta mención las fuentes bíblicas no dicen nada más acerca de ellos. Según la tradición fueron martirizados en Roma.

 

Aprendiendo de los textos

 

En primer lugar hay que ver que tanto Lucas como Pablo ponen habitualmente primero el nombre de Priscila, o Prisca, y luego el de Áquila. Esto parece sugerir que, a pesar de la cultura patriarcal imperante, Áquila no era el líder del equipo de misioneros. El hecho de mencionar a Priscila primero en cuatro ocasiones pudiera sugerir que ella tenía una posición más elevada que él en la comunidad apostólica. 

 

También vale la pena hacer notar que en todos los textos mencionados siempre a parecen ambos nombres. Podríamos decir que esta pareja hace realidad aquello de ser “una sola carne” (Gen 2,24), y queda claro que hacen trabajo de equipo. Se trata de un matrimonio que hacen una labor igualitaria, tanto en la elaboración de tiendas como en la misión eclesial.

 

Así mismo vemos que varias veces se menciona su hospitalidad. Ellos reciben a Pablo en su casa e incluso comparten el trabajo de artesanos con él (Hch 18, 2-3). El mismo libro de Hechos nos dice que “llevaron con ellos” a Apolo para enseñarle (Hch 18,26); y ya hemos destacado que, por las cartas de Pablo, sabemos que al menos dos iglesias se reunían en su casa (Rom 16,5; 1Cor 16,19). Probablemente tanto Áquila como Priscila presidían las celebraciones e impartían la doctrina.

 

Por la lectura de los textos que hacen referencia a Priscila y Áquila, podemos conocer algunos detalles de la vida y los problemas de las primeras comunidades. Éstas eran comunidades que generalmente tenían un apóstol como fundador y además se instituían ministros para que cumplieran diversas funciones, como ser misioneros o evangelizadores Había también “apóstoles” muy entusiastas que podían distorsionar el mensaje y necesitaban ser guiados en “el camino”, como es el caso de Apolo. Así mismo sbemos por los textos que los primeros cristianos no temían arriesgar su propia seguridad por el hermano, como deja Pablo establecido en Rom 16,4.

 

Priscila y Áquila formaron un hogar seguramente muy parecido a los otros hogares de aquellos tiempos, pero estaban animados de un espíritu nuevo, que contagiaba a quienes los conocían y los trataban. Así eran los primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy: constructores del reino. Mujeres y varones trabajando juntos, dispuestos a luchar por la paz y la justicia para hacer de éste un mundo más humano y más acorde con el plan del Padre.

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