27 de Julio de 2025
[Por: Juan José Tamayo]
Donald Trump, presidente de los Estados Unidos ¿candidato al Premio Nóbel de la Paz? En otros momentos de la historia reciente hubiera sido un despropósito incluso proponerlo al Comité Noruego del Nobel y más todavía concedérselo. A nadie se le hubiera ocurrido tan alocada idea, contraria a toda lógica pacifista. Hoy, sin embargo, todo es posible en un mundo que el propio Trump ha puesto del revés con la complicidad, el sometimiento o el silencio de la mayoría de los gobernantes mundiales. Pero todavía queda un poco de cordura y hay que considerar quién hace la propuesta y a qué candidato se propone para desestimarla de entrada.
Quien ha hecho tan descabellada propuesta al Comité Noruego del Nobel ha sido el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, quien le entregó la misiva al propio Trump en la reciente visita que hizo a la Casa Blanca, considerando que el premio lo tiene bien merecido. Sin embargo, la credibilidad de Netanyahu está por los suelos y me parece la persona menos adecuada y con menos credibilidad para dicha iniciativa. Él es un político colonialista y sionista que tiene a sus espaldas un buen serial de actos terroristas. El más llamativo y condenable es el genocidio contra la población gazatí que ha causado el asesinato., a sangre fría y con el corazón de hierro, de cerca de 60.000 personas, de las cuales el 70% son mujeres, niños y niñas.
Son asesinatos que, lejos de detenerse o aminorarse, continúan cada día con más intensidad ante el silencio y la complicidad de las organizaciones internacionales y de la Unión Europea que a estas alturas se pregunta si tal comportamiento genocida constituye un atentado contra los derechos humanos y contra el derecho internacional humanitario y se niega a romper el acuerdo de asociación que tiene con Israel. La última propuesta de Netanyahu es encerrar a 600.000 palestinos en un campamento construido en Rafah, al sur de Gaza, rodeado por el ejército israelí para que nadie pueda salir de él. Un régimen de apartheid en toda regla, al que llaman eufemísticamente “ciudades humanitarias”. ¡Una verdadera e intencionada perversión semántica!
Al genocidio contra los ciudadanos y las ciudadanas gazatíes hay que sumar los ataques contra el Líbano con total impunidad y las permanentes y arbitrarias violaciones del alto el fuego, así como los ataques a Irán y las agresiones contra Cisjordania con cientos de personas asesinadas por parte del ejército israelí y con la ocupación de sus tierras por parte de los colonos.
El candidato propuesto para el Premio Nobel de la Paz es Donald Trump, que en apenas seis meses de su segunda presidencia de los Estados Unidos ha puesto el mundo patas arriba transgrediendo las más elementales normas de convivencia y ha hecho saltar por los aires el derecho internacional. Ha provocado el pánico en la población inmigrante en su país con redadas de detenciones y expulsiones de personas acusadas de delincuentes y en operaciones de caza y captura allí donde se encuentren: calles, centros religiosos, hospitales, centros comerciales, colegios, universidades, etc. Ningún lugar es seguro para las personas inmigrantes. En una diócesis de Estados Unidos el obispo ha eximido del cumplimiento dominical a cristianas y cristianos inmigrantes paras evitar que sean detenidos.
Trump ha defendido la aberrante propuesta de convertir la Franja de Gaza en una nueva Riviera mediterránea aprovechando su ubicación costera. Una propuesta que cuenta con el aplauso cerrado de Netanyahu y del 80% de la población israelí, pero con el rechazo radical de la mayoría de los países árabes y la condena del papa Francisco, de varios obispos estadounidenses, del patriarca de Jerusalén, del colectivo Kairós Palestina y de la teología palestina de la liberación.
Llevando al extremo su belicismo y su irreverente y mortífera manipulación del cristianismo con fines militares, ha utilizado el Bombardero B-2 para atacar instalaciones nucleares iraníes, él que tiene armamento nuclear. Se trata de un bombardero furtivo, el más caro y letal de la historia que, para más inri, lleva el nombre de “Spiritus”, convirtiendo así al Espíritu en un instrumento de guerra y en una máquina de matar. Corruptio optimi, pessima!
Pues bien, es este Trump xenófobo, racista, belicista, machista, cómplice y colaborador necesario del genocidio gazatí, defensor de la limpieza étnica y del exterminio del pueblo palestino el propuesto para el Premio Nobel de Paz, creyéndose él mismo merecedor de dicho galardón, “más que Obama”, según sus propias palabras.
Netanyahu dice ser judío, aunque sus acciones genocidas lo alejan de las propuestas de paz de los profetas de Israel/Palestina. Trump presume de ser cristiano y hace ostentación cínica de ello con la Biblia en la mano, pero sus prácticas lo sitúan en las antípodas de los valores originarios del cristianismo expuestos en el Sermón de la Montana. Me gustaría por ello recordar al candidato, a su proponente y sobre todo al Comité Noruego del Nobel dos textos de la Biblia hebrea y otros dos de la Biblia cristiana que el primer ministro de Israel y el presidente de los Estados Unidos transgreden sistemáticamente.
El primero pertenece al profeta Isaías y se encuentra inscrito en la plaza de la sede de las Naciones Unidas en el llamado Muro de Isaías: “Forjarán de sus espadas azadones y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra” (Isaías 2,4). El segundo es de los Salmos, donde podemos leer; “Amor y Verdad se han dado cita. Justicia y Paz se besan” (Salmo 85, 11). El tercero se encuentra en la Biblia cristiana, concretamente en el Evangelio de Mateo, en el que Jesús de Nazaret declara “bienaventurados” a “los que trabajan por la paz” (Mateo 5,9). El cuarto es del Evangelio de Juan y transmite el mensaje de despedida de Jesús a sus discípulos: “Mi paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14,11).
Espero que, al menos, la lectura de estos textos y la falta de coherencia de Trump y Netanyahu con ellos contribuyan a desestimar la irracional iniciativa de proponer a Trump para tan respetable galardón que lo mancharía para siempre. La propia toma en consideración por parte del Comité Noruego del Nobel supondría echar más leña al fuego en este mundo en llamas que estamos viviendo.
Juan José Tamayo es profesor emérito honorífico de la Universidad Carlos III de Madrid y miembro de la Junta directiva de la Asociación ProDerechos Humanos de España. Su último libro es Cristianismo radical (Editorial Trotta).
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