11 de Setiembre de 2025
[Por: Vitor Hugo Mendes]
Cardenal Spengler, Presidente del CELAM y de la CNBB, incluye retomar el tema de la teología de la liberación y de la historia de la Iglesia en Brasil
A pesar de su habitual discreción, la participación del Cardenal Jaime Spengler en el Congreso Internacional "Teología y Evangelización: Atención a los Signos de los Tiempos" —PUCRS, del 4 al 6 de agosto, en Porto Alegre— se ha destacado por la lucidez y la contundencia de su breve intervención. Al proponer un breviario temático para la reflexión teológica actual, se atrevió a incluir la cuestión histórica de la teología de la liberación latinoamericana y la necesidad de reevaluar la historia reciente de la Iglesia en Brasil.
Obispo auxiliar de Porto Alegre desde 2010 y arzobispo metropolitano desde 2013, Jaime Spengler, de 64 años, doctor en Filosofía (2000), fue nombrado Cardenal por el Papa Francisco el 24 de diciembre de 2024. Fue el segundo arzobispo de la capital gaucha en recibir la dignidad cardenalicia (el anterior fue Mons. Vicente Scherer). Franciscano como Paulo Evaristo Arns y Leonardo U. Steiner, Jaime Spengler fue el sexto nacido en la provincia de Santa Catarina en recibir el título cardenalicio. Fue uno de los siete cardenales electores de Brasil en el último cónclave que eligió al Papa León XIV.
En abril de 2023, en la 60.ª Asamblea General celebrada en Aparecida, Jaime Spengler fue elegido presidente de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB). En mayo del mismo año, en Puerto Rico, fue elegido presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Recientemente, en enero de 2025, el papa Francisco lo nombró miembro del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. El 24 de junio, el papa León XIV lo nombró miembro del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
A pesar de esta singular e imponente trayectoria, Spengler, con su estilo de vida franciscano, evoca la dulzura que los cardenales Arns, Lorscheider y Hummes, discípulos de Francesco, il poverello d'Assisi, mostraron como pocos. Continuando este camino, voz influyente de la Iglesia en Brasil y en toda América Latina y el Caribe, D. Jaime ha cosechado un importante apoyo a las enseñanzas del Papa Francisco y a sus iniciativas de reforma de la Iglesia y de la sociedad, particularmente en su liderazgo del CELAM.
Las frecuentes declaraciones públicas del Cardenal Spengler demuestran su postura firme, crítica, dialogante y proactiva. Recientemente, ante el impacto de las inundaciones que azotaron nuevamente la provincia de Rio Grande do Sul, el arzobispo lamentó la falta de acciones efectivas. En el artículo Lágrimas de la Casa Común (25 de junio), se quejó de que «la burocracia, la lentitud y, quizás, la falta de transparencia en algunos sectores contribuye a la lentitud en la atención de las acciones necesarias».
En el lanzamiento de la Acción Humanitaria en Favor del Pueblo Palestino (5 de agosto) en Porto Alegre —conscientemente, como estudiante de teología que vivió tres años en Israel—, el presidente de la CNBB recordó que «es inaceptable que un mundo que se dice civilizado guarde silencio ante lo que allí sucede». Y, añadió: «El hambre no puede utilizarse como arma de guerra. Esto es inaceptable, es inhumano».
En junio, en Roma, el cardenal Spengler impartió una lectio magistralis en el coloquio Transiciones justas: El rol de la Iglesia en la construcción de una visión Latinoamericana de desarrollo social, económico y ambiental sostenible. Como presidente del CELAM, enfatizó que «la crisis ecológica nos desafía a repensar el bien común y a cultivar el diálogo social en torno a la ecología integral».
Recientemente, a pesar de su apretada agenda de trabajo, el Cardenal Spengler asistió a la inauguración del Congreso Internacional de Teología y Evangelización: Atención a los Signos de los Tiempos, organizado por la PUCRS (del 4 al 6 de agosto). Con gran familiaridad, el Gran Canciller de la Universidad Pontificia destacó, ante todo, la experiencia de participar en el Cónclave. Una experiencia única y profundamente espiritual que culminó con la elección del Cardenal Prevost. «El león es manso», dijo amablemente Mons. Spengler, quién, a su vez, intentó ofrecer, como correspondía, una cálida bienvenida al estilo cordial del Papa León XIV.
A continuación, examinando los signos de los tiempos y, por consiguiente, los desafíos y oportunidades para la reflexión teológica actual, el Cardenal Spengler esbozó sucintamente un esquema temático de teología pastoral. Además, a nuestro juicio, el presidente del CELAM, tratando de ser coherente con el extraordinario camino de la Iglesia en América Latina y el Caribe —potenciado por el pontificado del primer papa latinoamericano, Franciscus—, finalmente rompió el silencio histórico sobre la teología de la liberación dentro del episcopado de América Latina.
Inicialmente, refiriéndose a los signos de los tiempos, el cardenal Spengler —quizás haciendo honor a su formación filosófica— también quiso involucrar a los Semina Verbi (San Justino) en la reflexión teológica. Al parecer, esta era una forma de desafiar el alcance evangelizador de la pastoral en un contexto de cambio de época: implica reconocer «en las diferencias de la sociedad, del tiempo, de la historia… los signos, los elementos de la presencia del Verbo entre nosotros. [...] Aquí reside, quizás, el gran desafío de la reflexión teológica». Así, haciéndose eco de una nota teológica peculiar de la enseñanza del papa Francisco, Mons. Spengler advirtió: «Solo una teología atenta a la vida concreta de las comunidades, solo una teología atenta a los signos del Verbo, puede ser relevante; de lo contrario, se convierte en academicismo, propio de quienes [...] piensan en una dimensión distinta a la realidad de la vida cotidiana. [...] Esta teología —enfatizó el arzobispo— solo será posible si se asienta sobre una persona: Jesús. Él es el fundamento, nuestra fe, y solo entonces podremos resistir las tormentas y construir verdaderamente un futuro».
Pretendiendo indicar, en el espíritu sinodal, esta predisposición a una teología contextualizada en la realidad de la vida, Mons. Spengler, al comprender la realidad social contemporánea, propuso «una reflexión sobre la figura del padre hoy». Sin embargo —como advirtió— recreando el perfil de un padre «entendido como maestro, guía y referente en la sociedad». Así, coincidiendo con el día de San Juan Vianey (04/08) y la proximidad del día de los padres en Brasil (09/08), recapituló algo de su homilía, en el encuentro del clero de la Arquidiócesis de Porto Alegre: «¿Puede una sociedad, podemos nosotros, vivir sin referencias seguras, sin raíces, sin un padre? Parece que hay una tendencia… crear personas sin brújula interior, sin origen y sin identidad. Todo es igual, todos somos iguales». Y, citando a Dostoievski —escritor ruso que, en sus obras, al considerar la figura del padre ausente o en decadencia, veía en ello causas de trastornos en el desarrollo psicológico y social—, subrayó: «[...] si la humanidad pierde la referencia del Padre, aquí escrito con mayúscula [...] morirá de frío».
A la luz de estas imágenes, Mons. Spengler abordó brevemente «la paternidad de Dios que nos custodia en el calor de la vida», recordando una realidad social en la que «la vida se genera en congeladores de laboratorio». En vista de ello, enfatizó que, «entonces, quizás, somos, de alguna manera, custodios, guardianes, promotores del calor de la vida. Y nuestra sociedad necesita calor. Y aquí, ciertamente, [...] la teología ocupa un lugar destacado». Podría decirse que ocupa un lugar especial en el cuidado de la vida, en el cuidado de nuestra casa común en tiempos de calentamiento global. Con esta meditación del cardenal Spengler sobre la «paternidad de Dios», ¿cómo no recordar aquella importante expresión del papa Juan Pablo I, que inauguró un nuevo camino teológico: “Dios es Padre, y más aún, es Madre” (Ángelus, 1978).
En términos eclesiales, Mons. Spengler confesó haber sido advertido —en sus lecturas, no siempre fáciles, entre viajes— sobre un elemento teológico sumamente importante del Concilio Vaticano II «que parece haber sido algo marginado: la Misión». Aunque no lo mencionó, destacó un aspecto fundamental de la Conferencia de Aparecida (2007) y del magisterio del papa Francisco con su propuesta de la Iglesia en salida misionera. En este sentido, ante la exigencia de reflexionar sobre «la Iglesia y la evangelización, teniendo presentes los signos de los tiempos», el cardenal enfatizó que «es imposible avanzar en la reflexión sin considerar el documento final del Sínodo [sobre la sinodalidad de la Iglesia], cuyo núcleo [...] se puede resumir en una sola palabra: Conversión». Es decir: conversión de las relaciones, conversión de los procesos y conversión de los vínculos». Y concluyó: "Tenemos una enorme tarea por delante, me imagino».
Junto con esto, el cardenal explicó que «sería muy beneficioso tener presentes [...] las enseñanzas del papa Francisco, los grandes documentos: Fratelli tutti, Laudate Deum, Laudato si'...»; «Christus vivit, ¿dónde se fue...?», preguntó con razón y autoridad; también preguntó sobre «Amoris laetitia» que —dijo con pesar— «algunos dicen, incluidos obispos, 'en mi diócesis no'». Finalmente, aprovechando la enorme contribución del papa latinoamericano, Mons. Jaime también incluyó en su compendio Evangelii gaudium, el documento programático de Francisco sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual; y Veritatis gaudium —en mi opinión (habla aquí el autor)— el “esbozo” (cf. el proemio) de una reforma académica amplia y profunda, francamente deseada por el papa jesuita, para los estudios de filosofía y teología, y que sigue pendiente.
Demostrando que sugiere un proyecto verdaderamente audaz para la «lectura prospectiva de los signos de los tiempos", el obispo Jaime no dudó en destacar la importancia de reflexionar históricamente sobre cuestiones —podríamos decir teológicas, doctrinales e históricas— que aún requieren reflexión y discernimiento. Quizás, en este sentido, la indicación fue también retomar Veritatis Splendor del papa Juan Pablo II (1993), que aborda algunos temas fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia. El papa emérito Benedicto XVI consideró el documento "inalterablemente relevante" (2014). En 2016, la Veritatis Splendor cobró fuerza, siendo ampliamente referenciada en las dubia de los cardenales dirigidos al papa Francisco sobre Amoris Laetitia.
Y, más allá de cualquier límite, Mons. Spengler también registró algunas glosas que, en nuestra opinión, deshacen importantes obstáculos históricos en la Iglesia en América Latina, el Caribe y Brasil. Según el presidente del CELAM, «necesitamos rescatar las dos instrucciones del Dicasterio de la Doctrina de la Fe sobre el tema de la Teología de la Liberación, que para nosotros se ha convertido en un cliché peligroso, extraño, algo que vale la pena, y creo que hemos perdido un hilo de la historia».
Para los oídos atentos, fue una declaración innegablemente extraordinaria e impactante en todos los sentidos.
Como sabemos, la Iglesia de los Pobres (CEBs), ampliamente respaldada en la Conferencia de Medellín (1968), durante décadas no fue reconocida de forma adecuada y suficiente por su fundamento teológico: la Teología de la Liberación. A su vez, ni siquiera la formidable opción preferencial por los pobres latinoamericana, con toda su experiencia y grandeza teologal, habría tenido mayor impacto eclesial y social si no hubiera estado acompañada de una sólida reflexión teológica liberadora (cf. V. H. Mendes, Liberación, un balance histórico bajo el influjo de Aparecida y Laudato si', 2021).
Juan Bautista Libanio, en una de sus numerosas evaluaciones de la teología latinoamericana, recordó que “en tan poco tiempo de existencia, ninguna teología ha sido objeto de tantas evaluaciones y valoraciones críticas como la Teología de la Liberación”. De hecho —afirma el teólogo jesuita—, “la TdL había asumido, desde el principio, un conjunto de ideas, intuiciones y aspiraciones que entraban en conflicto directo con la situación económica y política del continente [...]. En el imaginario social dominante de ciertos círculos católicos, cualquier crítica al sistema capitalista sonaba a marxismo” (cf. J. B. Libanio, Revista Horizonte, n.º 32, 2013).
El análisis de Libanio es representativo cuando afirma: “El profundo silencio que rodea a la teología de la liberación latinoamericana nos impacta aún más. Tras siglos cultivando una teología reflexiva, Latinoamérica produce una teología propia, original, plasmada en el contexto continental, vigorosamente escrita en valiosas obras reconocidas por la teología global. Y el episcopado del continente la ignora como si no existiera [...]”. De acuerdo con Libanio, “ni siquiera la Conferencia de Aparecida logró superar el tabú del uso de la expresión 'Teología de la Liberación'”, aunque, reflexiona, se abrió a la colaboración de sus teólogos y teólogas (Cuadernos de Teología Pública, IHU, n.º 37, 2008).
Con estos pocos elementos, podemos tener una comprensión básica de la importancia y el alcance del pronunciamiento del cardenal Spengler, quien indicó que la teología de la liberación sigue siendo una asignatura pendiente en la Iglesia latinoamericana. Además, hace poco más de una década (2014), cuando el papa Francisco ya señalaba la necesidad de escuchar y dialogar, la presidencia del CELAM, durante una visita oficial al Vaticano, se vio envuelto en un debate polémico. El desacuerdo surgió a raíz de un pronunciamiento que resonaba aquellas voces que anunciaban repetidamente la infundada "muerte" de la teología de la liberación; una frase a la que G. Gutiérrez, con buen humor, respondía: "¿Ha muerto la Teología de la Liberación? No me invitaron al funeral". Quizá pasó desapercibido que, en ese mismo año, en febrero, Gutiérrez había sido invitado al Vaticano para participar en la presentación del libro Pobre para los pobres. La misión de la Iglesia (2014), que escribió junto al cardenal Müller y fue prologado por el propio Papa Francisco.
A continuación, Mons. Spengler, en la misma línea de revivir la memoria eclesial, observó que «la historia de la Iglesia en Brasil de los últimos cuarenta años necesita ser escrita». Explicó algunas razones: «Porque todo lo que vivimos en las décadas de 1980 y 1990, que de alguna manera quedó relegado a un segundo plano, no lo retomamos, y hoy estamos sintiendo las consecuencias en diferentes ámbitos. Creo que necesitamos determinación y valentía para una lectura crítica de la historia de la Iglesia en Brasil». Las palabras finales del cardenal Spengler fueron: «Creo que este discurso necesita ser retomado un poco [...], para que la obra de evangelización pueda avanzar verdaderamente con el dinamismo, el vigor y la pasión que exige el Evangelio».
Obviamente, no es posible analizar aquí este período de varias décadas, a fin de seguir las pertinentes indicaciones del presidente de la CNBB. Sin embargo, cabe recordar que 1978 marcó la elección del Papa Juan Pablo II. En Brasil, la década de 1980 estuvo marcada por el fin del régimen militar (1985) y el inicio de la redemocratización del país, acompañada de intensas movilizaciones sociales y políticas. La participación y la contribución profética de la Iglesia en Brasil y de la CNBB en ese momento de la historia nacional siguen siendo objeto de numerosos estudios e investigaciones académicas y, en general, gozan de gran reconocimiento en la sociedad civil.
En aquellos años tuvimos un momento en el que la Iglesia Católica en Brasil se destacó por al menos tres razones: “(a) fuerte presencia de las clases populares y pobres, no como un simple objeto de evangelización y trabajo pastoral paternalista, sino como sujetos activos y participativos en la vida eclesial, organizados en comunidades eclesiales; experiencia de persecución; (b) por la lucha por la justicia dentro de un país declaradamente católico; (c) episcopado maduro, con más de trescientos obispos, reunidos en una conferencia de larga tradición, acostumbrados a superar sus dificultades a través del diálogo” (cf. Dionísio Ailton Pereira, Tesis: Fe en Acción, PUCRio, 2010).
Como se puede verificar, Mons. Spengler, buscando señalar los objetivos del Congreso Internacional de la PUCRS, estableció desde el principio un estándar bastante alto de reflexión sobre Teología y Evangelización: atención a los signos de los tiempos. Cabe recordar que no se trató de una conferencia, sino de simples palabras de apertura y una bienvenida que, por su lucidez y contundencia, merecen ser retomadas y debidamente profundizadas oportunamente.
Intentamos que esta presentación fuera breve, pero nuestras buenas intenciones se vieron alteradas por la versatilidad provocadora del ponente. Las oportunas reflexiones del cardenal Spengler se convirtieron en un semillero fértil para todos nosotros, investigadores comprometidos con la evangelización e interesados en dar voz a una Iglesia inculturada e intercultural en América Latina y el Caribe, “una Iglesia pobre para los pobres”.
* Presbítero de la Diócesis de Lages, Santa Catarina, Brasil. Doctor en Educación (UFRGS), Doctor en Teología (Salamanca, España). Posdoctorado en Pensamiento Ibérico y Latinoamericano, Posdoctorado en Educación. Párroco Emérito de la Parroquia de Nuestra Señora de las Gracias (Lages). Fue Secretario del Departamento de Cultura y Educación (2011-2015) y miembro de la Comisión Teológica del CELAM. Autor de la obra en dos volúmenes Liberación, un balance histórico bajo el influjo de Aparecida y Laudato si'. El aporte latinoamericano de Francisco (2021), Editora APPRIS/AMERINDIA, sobre la teología latinoamericana y el magisterio del papa Francisco. Recién ha publicado el libro O sujeito da Educação. A propósito de um sujeito linguístico na educação (2025). Actualmente realiza una estancia posdoctoral en el Programa de Posgrado en Teología de la PUCRS, Porto Alegre, Brasil.
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