18 de Diciembre de 2015
[Por: Ricardo Acuña Díaz]
La mayor parte del tiempo –en la antigüedad y en todo Medio Oriente– se trataba de tomar asiento en tierra (si era un lugar abierto) o en el piso (si era al interior de una casa o edificio), formando un círculo conversacional. Ese contacto habitual con el suelo –muchas veces a pie descalzo– permite, ya lo sabemos, no solo una sensación de seguridad y calma, sino también una “descarga” de energías electromagnéticas negativas y una “recarga” del equilibrio corporal, vibracional, emocional y mental.
Descargue el ensayo.
[Por: Ricardo Acuña Díaz]
La mayor parte del tiempo –en la antigüedad y en todo Medio Oriente– se trataba de tomar asiento en tierra (si era un lugar abierto) o en el piso (si era al interior de una casa o edificio), formando un círculo conversacional. Ese contacto habitual con el suelo –muchas veces a pie descalzo– permite, ya lo sabemos, no solo una sensación de seguridad y calma, sino también una “descarga” de energías electromagnéticas negativas y una “recarga” del equilibrio corporal, vibracional, emocional y mental.
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