El amor de Dios marca una huella para ser seguida - Eduardo de la Serna
[Eduardo de la Serna]
El amor de Dios marca una huella para ser seguida
Eduardo de la Serna
Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23
Resumen: el autor lee la historia pasada y presente de su pueblo dejando las puertas de la esperanza abiertas para un nuevo comienzo.
El libro de las Crónicas llega a su fin; el texto no pretende detallar los acontecimientos como lo había hecho su fuente (2 Re 25) sino dar una interpretación de los hechos. La así llamada “historia cronista” concluye explicando teológicamente el porqué del desastre de Israel aniquilado por Babilonia (“los caldeos”): la multiplicación de las infidelidades (v.14), seguir las “costumbres” de los otros pueblos, manchar el Templo. Dios les fue avisando por medio de los “mensajeros”, los profetas (v.16) movido por su compasión. Precisamente “compasión” que no tendrán los caldeos (v.17). El pueblo que Dios había hecho libre ahora es esclavo de los caldeos porque Dios “los entregó” en sus manos. Esto ocurrirá – conforme a lo dicho por Jeremías, ver 25,11; 29,10 – hasta que se haya “pagado” el delito e intervengan los persas. La frase es muy dura: ya que el pueblo no celebro los “sábados”, la tierra desolada por el cautiverio en Babilonia “descansará” de ser trabajada.
Pero una vez “pagado” el tiempo del delito Dios enviará a Ciro (“en cumplimiento de la palabra de Yahvé”). Ciro no es visto sólo como un instrumento de Dios como pueden haberlo sido los caldeos, sino que expresamente habla “en nombre de Yahvé” (algo ciertamente impensable, pero sin duda interesante en la lectura teológica del cronista): “Yahvé, el Dios de los cielos me ha dado todos los pueblos de la tierra”, “me ha encargado que le edifique un pueblo” (v.25). Siendo tan breve en su referencia al cautiverio y finalizando con el edicto de Ciro, el autor quiere abrir a su pueblo las puertas de la esperanza siempre en cumplimiento de lo dicho por los profetas. Israel ha “subido” a Jerusalén, debe comenzar de nuevo su historia, pero ha de ser fiel a Dios para no reiterar el fracaso.
Breve nota histórica: en el año 539 Ciro entra en la ciudad de Babilonia tomándola. Un año después emite un edicto permitiendo a los cautivos de distintos pueblos regresar a sus tierras (llevando consigo sus dioses). El modo de ejercer su dominio sobre los países vencidos por los persas es muy diferente al utilizado por los babilonios o los asirios. Éstos eran particularmente sanguinarios, y llevaron cautivos a los que no mataron de entre la elite de la ciudad. Los persas prefieren otro modo: que quien quiera regrese y viva su vida con tranquilidad. Sólo se les exige el pago de impuestos y que la vida se desarrolle en paz. Para ello se colocan en las ciudades principales del imperio unos encargados, o delegados (“sátrapas”). Con los matices propios, los griegos primero y los romanos más tarde tendrán en cuenta este modelo. Así, quienes quisieron pudieron regresar a Jerusalén, aunque muchos también aprovecharon para dirigirse a otras regiones dando comienzo a lo que se llamó la “diáspora” judía.
(Ver artículo completo)