05 de Enero de 2020
[Por: Marcelo Barros]
Por toda América Latina y Caribe, en estos días de inicio del año, comunidades tradicionales hacen danzas que unen la fe y la cultura popular. Son tradiciones venidas de la Europa medieval y ligadas al 6 de enero, fiesta de los reyes magos. La página del evangelio que habla de los sabios de Oriente que visitan al niño de Belén es simbólica como una parábola. Sin embargo, aunque no sean figuras históricas, los magos del Oriente se han hecho ejemplo y figura de todas las búsquedas humanas por la verdad y el amor.
Hoy vivimos en una sociedad del mercado dominado por el capital. Mientras que las antiguas culturas rurales aún hacían sus ferias donde la gente cambiaba todo lo que producía por mercancías industriales, ahora el mercado es totalmente dominado por fantasmas llamados de “personas jurídicas” que tratan solo de multiplicar el capital investido. Las personas reales son solo funcionarios de esos fantasmas que nadie sabe quien son. Los empleados deben solamente cumplir ordenes anónimas que benefician al capital. Por su inhumanidad, esas corporaciones son más peligrosas que el Herodes y otros asesinos que aparecen en el evangelio. El papa Francisco lo ha advertido: ¡este sistema mata! Frente a esto, somos llamados/as a asumir la función de los magos en el camino de Belén.
Es importante volver a soñar y ser capaz de escuchar la voz de las estrellas. Incluso si somos de tradiciones, culturas y religiones diversas, nos reunimos para vivir la misma aventura de búsqueda de sentido para la vida. La razón más profunda de las celebraciones de Navidad es revitalizar esa búsqueda en lo más intimo de cada uno. Hoy los magos somos nosotros y todas las personas que jamás dejan de buscar y se disponen a profundizar el diálogo unos con los otros.
En nuestros días, el Papa Francisco ha insistido en que vivamos la fe cristiana insertos en el mundo actual, en solidaridad con todos los grandes problemas de la humanidad. La misión de Dios es hacer como Jesús: crear puentes, no muros. Hacemos eso cuando aceptamos despojarnos de nuestra autosuficiencia e nos insertamos en la comunidad humana y de todos los seres vivos. Para reanudar esta búsqueda interior y abrirnos al diálogo con todos los hermanos y hermanas que nos acompañan en este camino, la Navidad nos invita a comenzar de nuevo y a aceptar ser como niños, abiertos para la mañana. Adelia Prado, gran poetiza brasileña, tiene un poema de oración en lo cual dice: "Dios mío, dame cinco años. Dios mío, dame tu mano y cúrame da enfermedad de querer ser grande".
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