Nacer de nuevo (2)

19 de Febrero de 2021

[Por: Armando Raffo, SJ]




“…el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.” (Jn. 3,5)

 

Retomando el encuentro de Nicodemo con Jesús, vamos a profundizar un poco más en algunas pistas que ofrece el texto de Juan, comencemos por repasar algunos aspectos. 

 

La frase citada está tomada del pasaje en que el evangelio de Juan narra el encuentro de Jesús con Nicodemo. Se trata del comentario de Jesús a una afirmación de Nicodemo en la que reconoce a Jesús como alguien venido de Dios como “maestro”. Más aún, cabe notar que Nicodemo habla en plural como dando a entender que esa era la postura de los fariseos con respecto a Jesús en general. Aparentemente, reconocían que Jesús venía de Dios o que estaba asistido por Él, habida cuenta de los signos que realizaba. Cabe recordar que Nicodemo era magistrado y Fariseo; es decir, conocedor de la ley judía y estricto observante de la Ley. Según el texto, ante el comentario aparentemente elogioso de Nicodemo, Jesús replica con una afirmación aparentemente desubicada o sin conexión con lo dicho por el magistrado. Jesús le dice: “En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.” (3,5)

 

Hasta ese momento todo parecía indicar que se trataba de un diálogo de sordos y sin conexión alguna. Más aún, ante el elogio de Nicodemo, Jesús, sin decir agua va, le espeta una frase difícil de entender y asimilar. No sólo le dice que hay que nacer de nuevo sino que esa es la condición sine qua non para ver el Reino de Dios. Curiosamente, Nicodemo responde a la afirmación de Jesús como queriendo ir adelante con el diálogo que parecía iniciarse: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?...”. A lo que Jesús responde con otra frase que, aparentemente, no tenía nada que ver con la pregunta formulada: “En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.” (v.5)

 

La respuesta de Jesús no deja dudas y da pie para entender de qué nos está hablando cuando dice que hay que nacer del agua y del Espíritu para ver el Reino de Dios. Es claro que cuando Jesús habla del Reino de Dios no se está refiriendo a un lugar o a un tipo de gobierno. Hemos de entender el Reino de Dios como una forma de vivir o de apostar por un sentido para la vida que la lleve a su plenitud. El Reino de Dios es aquel en el que las personas a nivel real y existencial se reconocen como hermanos, se saben responsables los unos de los otros y que actúan con la libertad propia de los hijos de Dios. El Reino de Dios se irá abriendo camino en la medida en que los seres humanos se comprometan y se entreguen a seguir a Jesús a lo largo de la vida y sin mirar las consecuencias. 

 

Habida cuenta de lo dicho, lo que a primera vista no queda claro es la referencia a la necesidad del agua y del Espíritu para ver el Reino de Dios. ¿A qué se refiere el Evangelio de Juan al decir que hay que nacer del agua y del Espíritu (con mayúscula)? Se trata, evidentemente, de una referencia clara a los sacramentos de iniciación: el bautismo y la confirmación. Se trata de los sacramentos de la identidad cristiana que nos integran a la vida de la Iglesia. Es evidente que el evangelista pone en labios de Jesús una indicación fundamental: entrar y participar en la vida de la Iglesia es el camino para nacer de nuevo; es decir, el espacio para llevar adelante una forma de vida nueva, claramente orientada por la persona y la vida de Jesús. Nacer de nuevo es asumir verdadera y radicalmente la propuesta  existencial de Jesús; nacer de nuevo es cambiar los valores y las motivaciones que orientan la vida según la vida y la apuesta de Jesús.  

 

Ahora bien, el texto de Juan complica las cosas cuando afirma que sólo el que nazca de nuevo (bautismo y confirmación) podrá ver el reino de Dios. La frase de Juan es clara: hay que nacer de nuevo para ver el Reino de Dios. Nacer de nuevo es la condición necesaria para ver el Reino, pero, por otra parte, ese nuevo nacimiento proviene del agua y del Espíritu. Todo parece indicar que la pertenencia y la participación en la Iglesia son los andariveles que nos permiten ver el Reino de Dios. Es evidente que “ver” no es lo mismo que participar o pertenecer a una realidad sea de la forma que sea. Ver el Reino de Dios es como la posibilidad de apreciar la belleza de la oferta que Dios hace a cada uno y a todos los seres humanos. Entrar o participar en la Iglesia no quiere decir que las personas ya formen parte o participen del Reino anunciado por Jesús. La participación activa y comprometida en la Iglesia va purificando nuestros ojos para ver o entrever lo verdaderamente definitivo en medio de las contingencias de la vida. Viene a tono recordar la famosa frase de Ireneo de Lyon: “La gloria de Dios es el hombre viviente y la vida del hombre es la visión de Dios.” 

 

Desde ese punto de vista, podemos decir que la participación en la Iglesia ayuda o facilita a “ver” algo que nos cautive por su bondad y belleza intrínsecas. De esa forma se señala, contundente e inequívocamente, que servir o trabajar por el Reino de Dios no es un asunto de meros alistamientos o de participación en estructuras prefabricadas en las que trabajar por el mismo. Ese “ver el Reino” alude a un respeto de Dios por todos y cada uno de nosotros; un respeto total en cuanto que se trata de una oferta que no pide nada a cambio ni ofrece ventajas de ningún tipo. Se trata de ver algo que habrá de mover por su belleza intrínseca y no por las ventajas que pueda ofrecer. Esa comunidad que llamamos iglesia y que vive de la Palabra y de los signos que nos recuerdan constantemente la vocación que nos mueve y dignidad que nos caracteriza, provee, de mil formas, los colirios que van  aclarando las pupilas para ver el Reino de Dios en su bondad y su belleza. Es decisión de todos y cada uno de nosotros ponernos al servicio de ese Reino. Como bien nos recuerda Mateo, mirar, participar y trabajar por el Reino ofrecido irá tejiendo ese traje de fiesta sin el cual no se puede participar del banquete de bodas organizado por el Rey para su hijo (Mt.22, 1-14) .     

 

 

Imagen: https://www.google.com/url?sa=i&url=https%3A%2F%2Funiversal.org.mx%2F2020%2F01%2F12%2Fcomo-nacer-del-agua-y-del-espiritu-2%2F&psig=AOvVaw3e4AW4jzRx0Vpbd6E-RrAk&ust=1613560734072000&source=images&cd=vfe&ved=0CAIQjRxqFwoTCLispa-k7u4CFQAAAAAdAAAAABAD

 

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