28 de Octubre de 2025
(Por: Micaela Díaz)
En el desarrollo de la última jornada del IV Congreso Continental de Teología, realizado en Lima bajo el lema “Horizontes de liberación, tejiendo esperanzas desde abajo”, se realizó el espacio de resonancias denominado “Tensar los hilos”. Este momento de síntesis y discernimiento reunió las ponencias del teólogo venezolano Pedro Trigo y de la teóloga alemana Theresa Denger, quienes ofrecieron dos miradas complementarias sobre las resistencias que atraviesan la vida, la fe y la teología hoy.
Ambos, desde sus contextos y experiencias, abordaron cómo mantener la fidelidad al Evangelio en tiempos de desencanto, desigualdad y crisis ecológica, recordando que “resistir es también crear y cuidar”.
La resistencia interna de la Iglesia
Desde el inicio, Pedro Trigo advirtió que las resistencias “no son sobre todo explícitas o declarativas, aunque estas siempre han estado presentes, sino que consisten en su mayoría en no abrirse de hecho a la propuesta de la liberación que nos propuso Jesús tal como nos la demanda nuestra situación actual”. Esa propuesta, explicó, no es otra cosa que “pensar, vivir y proponer nosotros hoy lo equivalente para nuestra situación de lo que Jesús pensó, vivió y propuso en la suya, que es en lo que consiste el seguimiento”.
Trigo fue contundente al señalar que “la mayor resistencia o más exactamente la resistencia más interna está en la propia institución eclesiástica”. Según el teólogo, esta resistencia se debe a que “en su mayoría no quiere aceptar la sinodalidad básica, es decir, asumirse como miembros del pueblo de Dios que camina con los demás en seguimiento de Jesús en una verdadera fraternidad”.
Esa fraternidad —explicó— es lo único verdaderamente trascendente: “En el cielo no habrá ni curas, ni obispos, ni religiosos ni laicos, ni padres ni madres de familia, ni empresarios, ni políticos, ni intelectuales. Solo habrá hijas e hijos de Dios y hermanas y hermanos de todos”.
Pero, advirtió, esa fraternidad “está totalmente excluida del orden establecido, tanto en la sociedad como en la Iglesia”, especialmente cuando se vive “desde ser hermanas y hermanos de los pobres, como lo hizo Jesús”.
Estructura vertical y cerrada
El teólogo denunció que “una gran parte de la institución eclesiástica se identifica de hecho con su papel de presbítero, obispo o religioso”, un papel entendido como sagrado y ligado a relaciones verticales. “Desde ese puesto tiene que coordinar y dirigir a los fieles... y su tarea ya está definida desde hace siglos: proponer, hacer que se observe e iniciar a una doctrina, a unos preceptos y a unos ritos. No hay nada más que pensar, decir ni hacer”, afirmó.
Trigo señaló que este modo de concebir la vida cristiana “excede las competencias de la Iglesia” cuando se intenta transformar la realidad desde la fraternidad y la opción por los pobres. “Eso para ellos excede las competencias de la Iglesia y es meterse en lo que no le toca, y por tanto meterse injustificadamente en problemas que enfrentan a la Iglesia con otros actores de la sociedad”.
El problema de fondo, dijo, es “no querer pasar de doctrinas, preceptos y ritos al seguimiento de Jesús de Nazaret”.
De maestros a discípulos
En su reflexión, Trigo insistió en que el seguimiento de Jesús implica una conversión de actitud. “La resistencia es pasar de ser maestro a ser discípulo, de ser el representante autorizado y hasta cierto punto autónomo de una institución a ser siempre y en el fondo oyente de la Palabra”.
Ese cambio también supone “pasar de vivir desde mi puesto en la institución eclesiástica, a vivir en la sociedad y en el tiempo que me toca vivir; vivir desde dentro, solidariamente y desde abajo”.
El teólogo reconoció que esta resistencia “no se da solo en miembros de la institución eclesiástica, sino también en laicos clericalizados, para los que vivir el cristianismo heredado es parte indeclinable de su identidad, que de hecho han absolutizado e incluso sacralizado”.
Resistencias ideológicas y malentendidos
Pedro Trigo también fue autocrítico con algunos sectores que se identificaron con la Teología de la Liberación. “Una parte de los que dijeron que seguían la teología de la liberación lo que hicieron de hecho fue sustituir unas doctrinas, preceptos y ritos por otros, muy impregnados por las doctrinas, las pretensiones y las prácticas de la izquierda”, señaló.
A su juicio, el problema fue haber hecho de la Teología de la Liberación “una motivación teológica para justificar dedicarse a una determinada manera de hacer política”, tomando como modelo la revolución cubana y olvidando “la escucha permanente de los evangelios y en definitiva el seguimiento situado de Jesús de Nazaret”.
Trigo reconoció también sus propias equivocaciones: “Yo confundí el estado de carencia de todo que tenían los campesinos recién emigrados a la ciudad... sin percibir que pobre no es el que no tiene, sino el que no tiene cómo tener”.
El desafío pendiente: el Vaticano II
El teólogo recordó que “la asignatura pendiente en nuestra Iglesia es el contenido fundamental del Vaticano II, del que la Teología de la Liberación pretende ser su concreción latinoamericana”. Dicho contenido, remarcó, es que “el centro del misterio cristiano es el Evangelio de Jesús de Nazaret y que el pueblo de Dios, todo él, es el portador de ese misterio”.
Por eso consideró que el Sínodo de la Sinodalidad necesita más tiempo para realizar su propósito: “Caminar juntos en seguimiento situado de Jesús para ser de la humanidad la familia de las hijas e hijos de Dios y por tanto de hermanas y hermanos entre sí”.
Resistencias estructurales y culturales
Trigo amplió su análisis hacia la sociedad contemporánea: “Esta resistencia a vivir la fraternidad proviene sobre todo de los que diseñan y controlan este orden establecido, que hace lo posible porque cada quien se considere un individuo sin vínculos obligantes”.
Denunció también la “resistencia como dejar atrás del poshumanismo”, en la que “ya no se absolutiza el individuo humano, sino el entendimiento y la voluntad”, lo que lleva a una manipulación de la vida humana que “actúa como si fuera Dios”.
La única respuesta: fraternidad desde los pobres
Pedro Trigo concluyó su exposición afirmando que no se puede vencer la fuerza de estas resistencias con poder o imposición: “Nuestra propuesta los concierne también a ellos y se la proponemos como provechosa y ventajosa para ellos”.
Y recordó que la verdadera alternativa se encuentra en “la fraternidad de las hijas e hijos de Dios, que se da desde el privilegio de los pobres, porque Dios los privilegia y porque solo desde abajo se puede llegar a todos”.
En sus palabras finales, el teólogo resumió la esencia de su propuesta: “Solo cuando lo que hagamos y lo que nos afecte lleve la voz cantante nuestras vidas, podremos superar las resistencias y vivir desde esas relaciones trascendentes que tienen su quicio en la fraternidad de Jesús… relaciones que la Teología de la Liberación se propone sistematizar y expandir en nuestra América”.
Theresa Denger: “Sin espiritualidad no podemos resistir”
La teóloga Theresa Denger, reconoció que, aunque “el primer día fue difícil, de crisis, de ver que vamos hacia el colapso”, en ese encuentro percibía “la cosecha de la esperanza, de la fe terca en que la muerte no va a tener la última palabra, sino la vida, el amor”.
Denger explicó que su aporte buscaba ofrecer “algunos apuntes para una espiritualidad de la resistencia, porque todos y todas que estamos aquí estamos resistiendo desde nuestros territorios, pero estoy convencida que sin espiritualidad no lo podemos hacer”.
Identificó dos grandes desafíos: “Por un lado, la pérdida de la esperanza en el otro mundo posible y el olvido de la historia, y por otro, la persecución y el asesinato de líderes comunitarios y defensores: están asesinando a nuestra mejor gente”.
Ante esta situación, planteó dos preguntas: “¿Cómo dar razón de la esperanza y cómo superar el cinismo?” —ese cinismo que, dijo, “se percibe mucho en las redes sociales, cuando ante noticias horribles se ponen comentarios cínicos de que ya nada importa”.
Praxis profética y praxis de cuidado
La teóloga afirmó que la espiritualidad cristiana debe partir del Jesús histórico, no del “Cristo de la fe con títulos como Hijo de Dios o Rey de reyes”, pues “eso puede ser ideológico”. Retomando a Jon Sobrino, subrayó que hay que volver “al Jesús de Nazaret”.
Denger propuso dos dimensiones de la espiritualidad de Jesús: su praxis profética y su praxis de cuidado. Sobre la primera, señaló: “Jesús fue un judío marginal, y esta marginalidad es trascendente; su ‘desde abajo’ es condición de posibilidad de todas las demás opciones y discernimientos”.
Recordó que Jesús “empieza su predicación cuando encarcelan a Juan, y después lo matan”. Ese impulso, explicó, lo llevó a levantarse y anunciar la vida, tal como le sucedió a Monseñor Romero al conocer el asesinato de Rutilio Grande. “Por eso hablamos de memoria peligrosa —dijo—, porque es peligrosa para los poderosos, pero también trágicamente peligrosa para los seguidores de Jesús”.
En cuanto a su praxis de cuidado, Denger señaló que “Jesús no solo fue el profeta que denunciaba, sino alguien que cuidaba la vida, que se desvivía por cuidar, en un ambiente donde los cuidados eran cosa de mujeres”. Y añadió: “Eso fue algo bien contracultural. Jesús tocaba para curar, lavaba los pies, y los evangelios están llenos de curaciones”.
Citó a José María Castillo, quien decía que “para Jesús había tres cosas importantes: la salud de la gente, si tenían suficiente comida y las relaciones fraternas”. Denger señaló que esas preocupaciones eran más centrales para Él que los dogmas o los ritos.
El martirio y el cuidado de la vida
Al abordar el tema del martirio, Denger advirtió sobre el peligro de interpretarlo de forma errónea: “Puede haber un malentendido, que estemos felices si nos matan porque así somos mártires. Creo que muchos tienen esta concepción de nosotros”. Por eso subrayó la necesidad de leer con cuidado los textos bíblicos sobre persecución y cruz. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, es un texto que debemos releer desde nuestro tiempo. Jesús no quería que persigan a sus amigos ni que maten a sus seguidoras”.
Inspirada en Jon Sobrino, recordó su artículo El seguimiento de Jesús pobre y humilde como bajar de la cruz a los pueblos crucificados, y propuso reinterpretar el pasaje de Marcos así: “El que quiera seguirme, que baje de la cruz a los pueblos crucificados, para que no haya muerte”.
Denger insistió: “Jesús dio su vida para quitar esta fuerza destructora del pecado, para que otros ya no sufran, para que no maten a otros”. Y añadió que la cruz “es escándalo y misterio, porque la muerte injusta del justo nos pone en crisis ante Dios”.
Cuidar como forma de amar
En su lectura del Evangelio de Juan, Denger ofreció una interpretación del pasaje en que Jesús entrega a su madre y al discípulo: “La última voluntad de Jesús es que se cuiden, que nos cuidemos”.
Subrayó que en ese texto “hay una gran presencia de mujeres, testimonio de que los cuidados son un gran signo del Reino de Dios”. Compartió también una anécdota: “En la traducción del Nuevo Testamento al idioma rarámuri se dieron cuenta de que no existe la palabra amar, sino cuidar. Entonces, el texto queda así: ‘Cuídense los unos a los otros como yo los he cuidado’. Creo que en nuestro tiempo ese es un mensaje fuerte”.
Vivir como resucitados
Para Denger, creer en la resurrección no significa evadir el dolor, sino “vivir ya como resucitados en la historia”. Expresó su “fe terca y loca” en que la vida es más fuerte que la muerte: “Aunque veamos que estamos ante un colapso, nos aferramos a esta fe y creemos que en nuestras comunidades, en nuestras resistencias, estamos moviendo algo, y que la vida al final es más fuerte”.
Ilustró esta fe con tres testimonios de mujeres salvadoreñas: Carmen Moreno, colaboradora de Rutilio Grande; Eneida Abarca, madre buscadora de su hijo desaparecido; y Vidalina Morales, defensora ambiental de Santa Marta. En ellas, dijo, “se reflejan las categorías de Jesús: la marginalidad, la memoria peligrosa, el cuidado y la resistencia desde abajo”.
Sobre Eneida Abarca, recordó sus palabras durante un viacrucis: “María sufrió tres días porque su hijo Jesús estaba desaparecido, y yo llevo 39 meses sufriendo dolor, agonía e incertidumbre porque la fiscalía no da una respuesta”. Denger comentó que “esa comparación ilumina aspectos de la vida de María que nunca habíamos considerado”, y mostró cómo el cuidado puede extenderse incluso más allá de la muerte, como búsqueda de verdad y de reencuentro.
Cuidar y tejer la vida
Al concluir, Denger recordó una frase de Monseñor Romero: “La gloria de Dios es que el pobre viva”. A partir de esa convicción, afirmó: “No hay nada más sagrado que la vida de la tierra, que nuestra vida y la de nuestros cuerpos. Cuidar y tejer la vida en comunidad es la misión de la Iglesia”.
Y cerró con un eco de las luchas feministas: “Nos queremos vivas. Claro que queremos ser una Iglesia profética y valiente, pero nos queremos vivas, porque solo vivas podemos dar gloria a Dios”.
En su contemplación final, invitó a imaginar a Dios “como mamita Dios, madre tejedora que une los hilos de nuestras vidas del pasado y del presente para sostenernos y encaminarnos hacia el horizonte de liberación”.
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