Memoria agradecida y compromiso vivo: homenaje a Gustavo Gutiérrez en el IV Congreso Continental de Teología

27 de Octubre de 2025

(Por: Micaela Díaz)




 

Teólogos, amigos y discípulos se reunieron para rendir homenaje al padre Gustavo Gutiérrez, a un año de su pascua. “Nuestro querido hermano, maestro y profeta de la vida”, así fue presentado por la moderadora de la mesa, quien recordó que su legado “sigue inspirando la fe comprometida de tantos hombres y mujeres en América Latina y en el mundo”.

 

El homenaje fue definido como “una conversación entre amigos, amigas que han compartido camino con Gustavo y que siguen creyendo que la fe sin compromiso con la vida, y especialmente con los pobres, no es una fe cristiana”. En la mesa participaron Leonardo Boff, Jesús Cosamalón, Yolanda Díaz, Edmundo Alarcón Caro, Carmen Lora, y se compartió también un mensaje del teólogo jesuita Jon Sobrino desde El Salvador.

 

Leonardo Boff: “Gustavo fue un entrañable amigo, un genio con alma de pueblo”

 

El teólogo brasileño Leonardo Boff abrió la mesa recordando a su compañero de ruta desde los inicios de la Teología de la Liberación. “Estoy feliz de poder participar en esta celebración de ese entrañable amigo que hace un año cayó en los brazos de Dios. Gustavo Gutiérrez era un entrañable amigo”, expresó.

 

Boff relató su primer encuentro con Gutiérrez en los años setenta, en un congreso de teólogos latinoamericanos realizado “en el corazón del imperio”, en Estados Unidos, debido a las dictaduras en la región. Desde entonces, dijo, se estableció una amistad profunda: “Le dije a Gustavo que la teología de la liberación tenía que nacer de él, porque era un mestizo, más bien un indígena; pequeño, cojo, con una pierna más corta… porque vivió en su piel lo que es la opresión”.

 

Para Boff, el aporte de Gutiérrez fue “crear otro tipo de hacer teología, una reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la Palabra de Dios”. Y añadió: “Gustavo inauguró un nuevo acercamiento al oficio teológico. Daba centralidad a los pobres, no individualmente, sino como una colectividad: las grandes mayorías víctimas de un sistema que produce pobreza”.

 

Recordó que, pese a la persecución sufrida por los teólogos de la liberación, “Gustavo fue siempre fiel a su compromiso con los pobres, vivió con ellos, en una extrema pobreza”. Subrayó que su espiritualidad no se basaba en el marxismo, sino en la experiencia del Cristo sufriente: “Veía en la situación del pobre la presencia del Cristo crucificado que clama por resurrección”.

 

Boff repasó también la dimensión histórica del pensamiento de Gutiérrez: “La Teología de la Liberación nació en Petrópolis, en 1964. Fue Gustavo quien propuso hacer una teología como reflexión de la praxis histórica”. Para él, esa teología se convirtió en una fuerza universal: “Se expandió a África, Asia, Europa; se ha hecho una teología popular. Pocas veces en la historia se inventan escuelas teológicas, y ahora se ha creado una propia de América Latina”.

 

Con emoción, concluyó: “Gustavo Gutiérrez será el primer gran doctor de la teología latinoamericana. Tiene claros signos de santidad personal, de humildad, de oración. Fue un representante de los pobres de la tierra, los amó hasta el final. Los que se fueron no están ausentes, apenas son invisibles. Gustavo está aquí presente”.

 

Jesús Cosamalón: “Conocimos al amigo, no al teólogo”

 

El historiador y exintegrante del grupo parroquial “Nueva Semilla”, Jesús Cosamalón, compartió recuerdos de los años en que Gutiérrez fue párroco en Cristo Redentor, en el barrio limeño del Rímac. “El Gustavo que conocimos era el amigo”, aseguró. “Convocó a jóvenes recorriendo el barrio, tocando puertas, invitando a formar comunidad”.

 

Recordó al sacerdote cercano, que jugaba básquet y conversaba de fútbol, pero sobre todo al hombre de fe que “vivía con apasionamiento”. Narró también un episodio doloroso: “Acompañamos a una familia que perdió a su hijo. La madre le preguntó a Gustavo: ‘¿Por qué?’ Y él respondió simplemente: ‘No lo sé’. Esa fue su humildad: no pretendía explicar el misterio del dolor”.

 

Cosamalón resumió el impacto que Gutiérrez tuvo en su generación: “Nos ayudó a reencontrarnos con un Dios vivo, presente en la historia. Nos enseñó a mirar los signos de esperanza en medio de las dificultades, a ser testigos de esperanza en tiempos de crisis”.

 

Yolanda Díaz: “Nos enseñó a crear signos de esperanza”

 

Desde Chiclayo, Yolanda Díaz, educadora y fundadora del Centro Esperanza, destacó que Gustavo “nos hacía buscar en la realidad motivos para creer”. Recordó su enseñanza sobre la perseverancia: “Nos decía que había una bienaventuranza jamás escrita: felices los tercos, felices aquellos que a pesar de las dificultades están allí para cuando lleguen las oportunidades”.

 

Díaz explicó una de las claves que Gutiérrez les dejó: “Nos decía que en la intersección entre Dios y el pueblo está la comunidad. En ella alimentamos la fe y reflexionamos sobre nuestra manera de estar en la historia”. Para ella, el legado de Gustavo fue “una espiritualidad laical que da sentido a la vida y genera signos de esperanza”.

 

Jon Sobrino: “Nos defendió a nosotros, los pobres”

 

En un mensaje grabado desde El Salvador, el jesuita Jon Sobrino recordó sus conversaciones con Gutiérrez y su amistad con monseñor Óscar Romero. “Gustavo me enseñó que la teología de la liberación tenía que ver con realidades concretas”, expresó. Recordó las palabras de Romero: “Nos defendió a nosotros, los pobres… y por eso lo mataron”. Sobrino destacó esa conexión entre la verdad, la defensa de los pobres y la cruz, núcleo de la fe compartida con Gutiérrez.

 

Edmundo Alarcón Caro: “Su vida sacerdotal inspiró la mía”

 

El sacerdote y docente Edmundo Alarcón Caro relató su encuentro con Gutiérrez en los años setenta, cuando era seminarista: “Su claridad explicativa, su rapidez mental, su agudeza para desvelar los textos bíblicos… me abrieron un universo teológico nuevo”. Años después, Gutiérrez lo invitó a integrarse a la UNEC, recordándole que “el sacerdote de hoy tiene que entrar en el mundo universitario, donde los jóvenes te exigen y te ayudan a actualizarte”.

 

De él aprendió que “es importante tener una vida comunitaria con los pobres para que las reflexiones no se queden en el aire”. Y agregó: “Gustavo siempre te dejaba desafíos. Decía que el equilibrio real lo hacen los pobres, que caminan sobre una cuerda que se bambolea entre la vida y la muerte”.

 

Recordó su delicadeza y atención a los demás: “Le pedí que leyera mi tesis doctoral y, para mi sorpresa, lo hizo. Me devolvió el texto con correcciones y recomendaciones. Ese era Gustavo: siempre atento a los detalles”.

 

Carmen Lora: “Mirar lejos, con los pies en la tierra y siendo amigo de los pobres”

 

La directora de la revista Páginas, Carmen Lora, cerró la mesa con una reflexión desde las palabras mismas de Gutiérrez. “He escogido citas de Gustavo, especialmente de Teología de la liberación, Mirar lejos, Beber en su propio pozo y Vivir y pensar el Dios de los pobres”, dijo.

 

Resaltó tres rasgos esenciales de su legado: “Su capacidad de mirar lejos, pero desde el aquí y ahora; su convicción de que conocer la realidad es para transformarla; y una espiritualidad arraigada en el mensaje de Jesús”.

Recordó la advertencia de Gutiérrez: “La Iglesia de América Latina requiere unir sus fuerzas y no desgastarlas. Podrá así coger la oportunidad de una nueva evangelización que se haga en solidaridad con los más pobres e insignificantes”.

 

Lora subrayó su espiritualidad: “Gustavo nos enseñó que la palabra del Señor es novedad permanente, gracia que quiebra inercias. La teología será un hablar enriquecido por un callar”. Y concluyó evocando su fe inquebrantable en la vida: “En tiempos de guerra y crueldad, su invitación sigue siendo mantenernos en pie junto a la cruz, sin arredrarnos ante la muerte injusta”.

 

Legado que sigue inspirando

 

El homenaje concluyó con palabras de gratitud: “Este acto de memoria agradecida es también afirmación de nuestro compromiso por seguir encarnando una teología que se hace vida y buena noticia”, expresó la moderadora. “Como decía Gustavo, anunciar la buena noticia es hacer presente a Dios en medio de su pueblo”.

 

 

 

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