Viviendo las navidades globalizadas
[Autor Prueba]
Cuando yo era pequeña, por allá por la Edad de Piedra, todo era más simple. De partida éramos pocos, éramos bastante pobres y vivíamos en el quinto pino, es decir en las antípodas de dónde sucedían los grandes eventos mundiales y las grandes modas no nos tocaban tan fuertemente.
Chile era absolutamente provinciano, en los pueblos los hombres andaban vestidos de huaso, con sombrero tipo cordobés, chaqueta corta, pantalón de mil rayas, botas de taco para poner espuelas, e incluso caballo y las carretelas pasaban por las calles frecuentemente. Los colegios terminaban sus clases a comienzos de Diciembre, cuando la primavera toma aires de verano; se comía fruta a raudales, peritas, damascos, duraznos, brevas, y se hacía mermelada en el patio de la casa en fondos de cobre revolviendo lentamente para que no se pegara. En las iglesias se rezaba el Mes de María y el aroma a nardos, jazmines y acacias en flor llenaba el ambiente; del Mes de María se pasaba a la Novena del Niño Jesús y se preparaban grandes pesebres en las iglesias y en algunas casas. El árbol de Navidad iba entrando poco a poco, a través de los alemanes e ingleses residentes, y el Viejo Pascuero, un amasijo de tradiciones europeas y creación de la Coca Cola por ahí por 1930, era el que traía los regalos, ya que los Reyes habían sido destronados hace rato. Todo se concentraba en la noche entre el 24 y el 25 de Diciembre.